De acuerdo al recuento provisorio de las elecciones para renovación de autoridades provinciales, Luis Juez sumó su tercera derrota en igual cantidad de postulaciones a la gobernación y ante igual cantidad de candidatos del peronismo. Sin embargo, avanzada la madrugada del lunes, Juntos por el Cambio resolvió no reconocer oficialmente la derrota.
Según han afirmado desde la tarde, existen discrepancias entre las actas de sus fiscales y las cifras oficiales en decenas de escuelas. Al mismo tiempo denuncian sospechosas demoras, con prolongadas interrupciones, en procesos automatizados, situación que forzó un improvisado recuento manual.
De todos modos, de confirmarse los datos presentes en el sitio oficial del escrutinio, Martín Llaryora, intendente de la capital, será quien regirá los destinos de la segunda provincia de la Argentina por los próximos cuatro años.
Contrariamente a lo que indicaría una amortización de 20 años, momento de su big bang en el universo político mediterráneo, esta vez Juez parece más lejos de su jubilación que aquellas en que aún usaba bigote.
Varias razones sostienen una interpretación halagüeña. En primer lugar, la reversión de una consideración, sostenida desde hace semanas, por propios y extraños, de estar ante un escenario definido de antemano en favor del candidato oficialista.
Por otro lado, una performance que, aún insuficiente para los resultados generales, le permitió triunfar en 10 de los 26 departamentos en que se divide administrativamente la provincia.
Tal desempeño arrastró a los candidatos a legisladores departamentales de JxC, que se impusieron en 14 jurisdicciones, dejando 12 en manos de los nombres elegidos por Schiaretti y el propio Llaryora. Sólo cuatro años atrás la totalidad del mapa electoral se pintaba del color cordobesista.
Con los nuevos guarismos, para el período 2023 - 2027, será la alianza opositora la que tendrá mayoría en la Legislatura, con 34 votos propios (20 por distrito único) contra 32 del oficialismo (que también obtuvo 20 por lista sábana). Sólo cuatro escaños quedaron para reparto entre las fuerzas alejadas de la polarización. Exactamente, la misma cantidad de bancas juecistas de pura cepa desde el próximo 10 de diciembre: Walter Nostrala, Daniel Juez, Viviana Martochia y Nancy Almada.
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Como una continuidad de aquella ola triunfal mentada por la dirigencia cambiemista, el recuento de ambas pujas los mostró victoriosos en territorios considerados como fortalezas por el peronismo.
Distinta fue la suerte en la Capital. Confirmando presunciones, allí estaría la clave del triunfo de Llaryora, quien se impuso por más de 7 puntos, equivalentes a casi 50 mil sufragios.
Una cifra suficiente para que el sucesor de Schiaretti cante victoria, pero que siembra dudas sobre la continuidad de un gobierno cordobesista en la ciudad.
Clima volátil
La seriedad en los rostros de las figuras de JxC acaso servía de anuncio a una jornada que presentó tensiones desde temprana hora. A las advertencias por la escasa participación ciudadana, finalmente superior al 68 por ciento, le sucedió una guerra de encuesta en bocas de urna con resultados disímiles.
Cerrados los comicios, mientras las imágenes televisivas mostraban una intensa actividad en el hotel Quórum, sede de Hacemos Unidos por Córdoba, el movimiento era escaso en el Quality, un multiespacio para eventos ubicado en el otro extremo de la ciudad, que sirvió como búnker cambiemista.
A partir de las 18.45 el ánimo reinante mutaría reiteradas veces. Tantas como permitían las sobreposiciones entre resultados oficiales e interpretaciones de un registro reñido.
Fue esa la hora en que Marcos Ferrer señaló que las mesas testigo que habían tomado les asignaban un triunfo. Luego, aún elípticamente, el jefe de campaña comenzaría a sembrar dudas sobre el funcionamiento del sistema informático.
A partir de allí, tres explosiones se sucederían hasta la admisión, siquiera parcial, de otra derrota. La primera ocurrió minutos antes de las 19.30, cuando un nutrido grupo, compuesto por militantes y dirigentes, estalló en un grito de algarabía al difundirse los primeros datos oficiales, que marcaban una diferencia de más de seis puntos para Juez.
Valga como referencia que sólo minutos antes un legislador provincial se paseaba por la antesala pidiendo a los referentes que cambiaran su actitud para demostrar la expectativa que pregonaban.
El segundo pico de bullicio correspondió a la llegada de Patricia Bullrich a una sala contigua a la de prensa, donde varias personas la esperaron vanamente por mucho tiempo. No fueron gritos, más bien el vocerío de periodistas que agolpaban preguntas.
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El estallido final ocurrió 15 minutos antes de la medianoche, cuando el candidato a vicegobernador, Marcos Carasso, le puso una referencia precisa a la resistencia: "No nos vamos hasta que se cuente la última mesa".
Por entonces aquella tendencia inicial se había revertido en favor del oficialismo. El magro margen y la demora en el escrutinio operaron como combustible para hipótesis sobre un complot. "Hay olor a 2007", repetían ya viejos voceros.
Recién minutos después de la una, con rostros que denotaban ya la extensión de una jornada que nadie presumía tan álgida, Juez subió a un escenario que permaneció vacío por horas.
Lejos de aceptar la victoria anunciada desde el comando oficialista, el candidato opositor apeló a sus habituales metáforas futbolísticas para afirmar que "el partido no terminó".
"No tenemos respuestas definitivas. La Justicia tampoco. Están contando a mano. Hay diferencia de 40 mil votos y faltan 200 mil votos por contar", fustigó el aún candidato.
"Miren la hora que es. Los cordobeses aún no saben quién ganó la eleccióin. Después de 25 años no pueden organizar una elección", recargó, flanqueado por Rodrigo de Loredo y Patricia Bullrich.
Sin nombrar a su adversario directo, prefirió centrar sus diatribas contra Schiaretti: "Podia irse por la puerta grande, se va por la claraboya".
Con el reloj corrido a otro lunes de reclamos, como hace 16 años, Juez se fue de su búnker con dos certezas: la vigencia del peronismo cordobés, especialmente sus ansias de proyección nacional, alimentan su propia vigencia; el plumaje de halcón, aún reciente, le sienta mejor que la mesura de las palomas.