El barrio con menor asistencia fue Retiro, donde apenas el 37,5% del padrón se acercó a votar, seguido de San Nicolás y Constitución; mientras que en el otro extremo se ubicó Villa Pueyrredón, con un 64,6% de participación, seguido de Villa Devoto (rindiendo homenaje a su propio Barrio) y Villa del Parque. Esta diferencia de más de 27 puntos porcentuales, entre el barrio más apatico y el más participativo, plantea interrogantes sobre la desigual distribución del interés político y la eficacia de la convocatoria electoral en distintos sectores de la Ciudad.
La foto de la participación revela todavía más contrastes. Los tres barrios con mayor concurrencia fueron Pueyrredón (64,6 %; comuna 12) y el dúo Villa Devoto (63,6 %) – Villa del Parque (63,4 %), ambos de la comuna 11; es decir, el pico de asistencia se concentró en el noroeste residencial de la Ciudad. En el otro extremo, los tres de menor participación quedaron todos dentro de la comuna 1 – el centro histórico y administrativo–: Retiro (37,5 %), San Nicolás (40,0 %) y Constitución (41,9 %). Así, mientras la abstención se agudizó en el corazón porteño, los barrios de clase media del corredor norte-oeste mostraron el compromiso más alto, subrayando la fractura territorial que atraviesa al electorado porteño.
Dato 2: ganó Manuel Adorni
El avance libertario tuvo su propia geografía. El voto a Manuel Adorni, flamante ganador de los comicios porteños, alcanzó el 30.13% de los votos emitidos en la Ciudad, con una dispersión significativa entre barrios. El punto más alto de adhesión se registró en Puerto Madero, donde obtuvo un impresionante 49,5 %, muy por encima del promedio. Lo siguieron Recoleta (37,8 %) y Belgrano (36,5 %), ambos barrios de alto poder adquisitivo, lo que sugiere una sintonía entre la agenda desreguladora del vocero presidencial y los sectores más acomodados del electorado capitalino.
En el otro extremo, el voto a Adorni se desplomó en las zonas más populares del sur. Villa Soldati (comuna 8) marcó el piso con apenas 23,6 %, seguido por San Telmo (24,2 %) y Chacarita (24,5 %). Así como la participación fue baja en el centro porteño, la resistencia al discurso libertario se hizo más visible en los márgenes urbanos. La Ciudad votó dividida no solo en niveles de entusiasmo, sino también en la dirección de su preferencia electoral.
Dato 3: perdió el PRO
La elección en la Ciudad también confirmó el final de un ciclo: el bastión del PRO ya no es lo que era. A pesar de los esfuerzos por desnacionalizar la contienda, lo que finalmente se jugó en la Ciudad fue una interna abierta entre dos versiones del “antiperonismo pro mercado contemporáneo”, la versión ultra de La Libertad Avanza y la versión moderada del PRO, con una contundente victoria para los primeros: Manuel Adorni duplicó en votos a Silvia Lospenato, candidata bendecida por Mauricio Macri y por lo que queda del armado original del partido amarillo.
El dato más elocuente: Lospenato no ganó en ninguno de los 48 barrios porteños. Incluso en sus zonas históricamente más favorables, como Palermo, Belgrano o Núñez, quedó relegada al segundo lugar, con techos que apenas superaron el 23%. Retiro (23,2%), Recoleta (22,5%) y Puerto Madero (22%) fueron sus mejores marcas, aunque muy lejos de la competitividad. En los barrios del sur y del oeste popular el rechazo fue aún más marcado: apenas 9% en Soldati, 10% en Lugano y 10,9% en La Paternal, completando así un mapa electoral sin refugios.
El desplome se explica tanto por el desgaste de gestión (entre otras cosas, “huele a pis”) como por las fracturas internas. Primero fue Patricia Bullrich, ex candidata presidencial del PRO, quien se pasó sin escalas a las filas libertarias. Y luego Horacio Rodríguez Larreta, también ex postulante presidencial y ex jefe de Gobierno porteño, que optó por ir con su propia lista. Esa doble defección de los referentes nacionales terminó de pulverizar cualquier posibilidad competitiva del PRO en su distrito madre. El resultado deja a la fuerza en el peor lugar desde su fundación, inicia los trámites de jubilación de su presidente Mauricio Macri y abre un interrogante mayor: ¿puede el PRO reinventarse fuera del poder en la Ciudad que lo vio nacer o será fagocitado por la Libertad Avanza? La respuesta es casi unánime.
Dato 4: la dificultad de interpretar el resultado de LeandroSantoro
En ese duelo entre libertarios y macristas, Leandro Santoro (27.35%) logró quedar segundo a nivel general y ganar en 26 de los 48 barrios porteños (aunque si se agrupa por comunas fueron 6 para Santoro y 9 para Adorni), pero no alcanzó la expectativa inicial de quedar en primer lugar. Su candidatura, avalada por el peronismo y anclada en una narrativa progresista, apostaba a que la interna no oficializada entre Lospenato y Adorni dividiera más equilibradamente el voto de derecha, lo que le habría permitido imponerse con un piso sólido.
Pero la contundente concentración del voto en Adorni dejó a Santoro fuera de carrera, a pesar de su buena performance territorial. Obtuvo sus mejores marcas en Soldati (38,1%), San Telmo (35,3%), Villa Lugano (35,0%) y Chacarita (34,6%), consolidando su presencia en los barrios populares y de clase media del centro-sur, donde en muchos casos coronó primero. Sin embargo, quedó relegado al tercer lugar en los barrios del norte, con mínimos de 10,5% en Puerto Madero, 16,6% en Recoleta y 17,8% en Retiro.
Su mapa electoral revela una Ciudad fragmentada, donde el progresismo conserva fuerza en territorios históricamente propios, pero no logra ampliar hacia los sectores de mayor poder adquisitivo ni capitalizar plenamente el rechazo al oficialismo libertario. Aunque no alcanzó el objetivo, Santoro logró construir una mayoría territorial, un dato no menor para lo que viene y comparativamente con la distribución del voto peronista de la Ciudad y convertir al progresismo-peronismo en la principal bancada de la legislatura porteña (20 de 60 escaños). Desde luego, si el electorado no peronista converge detrás de la Libertad Avanza en las elecciones de Octubre esta ilusoria ventaja territorial, se va a desvanecer de no encontrar como encausar al resto de los votantes no libertarios.
Posdata (más allá de los datos)
Aunque lo que pasó el domingo en CABA no permite anticipar lo que va a pasar en octubre —ni siquiera en la propia Ciudad—, sí marca un punto de quiebre en el recorrido reciente de las coaliciones políticas. La caída del PRO en su propio territorio, y el avance avasallante de La Libertad Avanza, no solo alteran el mapa porteño: obligan a repensar los incentivos, las lealtades y las estrategias a nivel nacional.
El golpe a la marca PRO fue certero, sin anestesia. Y va a tener consecuencias en dos planos, casi al mismo tiempo. Lo que en ciencia política llamamos coordinación estratégica: por un lado, muchos votantes antiperonistas que hasta el domingo se refugiaban en el PRO ahora van a mirar a LLA como la herramienta más efectiva para frenar al kirchnerismo, sin vueltas. Por otro lado, los dirigentes del PRO más livianos de equipaje ideológico —y no son pocos— ya no tienen razón para quedarse a aguantar la tormenta: los que tengan una banca que cuidar o una elección por delante van a ir saltando el alambrado.
Y del otro lado, La Libertad Avanza les está abriendo la tranquera. Lo dijo Adorni con toda claridad el domingo: “tabula rasa” y puertas abiertas para los que quieran sumarse al cambio. Así que no es que va a pasar. Ya está pasando: se viene una temporada de cooptaciones, alineamientos súbitos, arrepentimientos oportunos y deserciones sin culpa. Como bien supo llamarla alguna vez el Turco Asís: la temporada de garrocha ya arrancó.
Pero no todo se juega en el universo liberal. Lo del domingo también deja una advertencia para el peronismo. Santoro hizo una elección sólida, competitiva, ganó más de la mitad de los barrios y liderará la bancada más numerosa de la legislatura porteña. Sin embargo, no alcanzó el objetivo ni logró capitalizar el rechazo al mileísmo, en parte porque se apostaba a una fragmentación del voto liberal que no ocurrió. El riesgo es que, si el electorado no libertario no encuentra una vía común, la ventaja territorial del peronismo se diluya frente a una LLA que sigue en expansión.
La pregunta, entonces, es si el peronismo —junto con el progresismo y otros sectores que rechazan el ideario libertario— podrá construir algo nuevo. Una identidad renovada, un discurso que no suene a lo de siempre, una forma de interpelar al votante que no compra ni el enojo ni la motosierra. ¿Lo puede hacer rápido? No está claro. ¿Puede darse el lujo de esperar? Menos todavía.