LIBERTARIOS VS. FEDERALES

La rebelión de los gobernadores, un grito congénito desde las entrañas de la Argentina

Cinco líderes territoriales sacuden el tablero y desafían a Javier Milei. ¿Fin de la diplomacia de bajo volumen? Una grieta fundacional que se hizo loop.

El acuerdo que alcanzaron este miércoles cinco gobernadores para competir juntos en las elecciones del 26 de octubre es un acontecimiento disruptivo y de interesante relieve histórico, atado por un hilo rojo a las turbulencias fundantes de la Argentina, que sacude el tablero político y dispara una ráfaga de interrogantes.

"Un grito federal". No es casual y tiene sentido el nombre que, como anticipó este miércoles en exclusiva Letra P, le pusieron el santafesino radical Maximiliano Pullaro, el cordobés peronista/cordobesista Martín Llaryora, el macrista chubutense Ignacio Torres, el radical jujeño Carlos Sadir y el ... (completar con lo que corresponda) santacruceño Claudio Vidal al Frankenstein que crearon para reunir tropa parlamentaria, ganar potencia electoral en las legislativas nacionales y ¿poner un presidente de las provincias en la Casa Rosada el 10 de diciembre de 2027?

Un grito es una "voz muy esforzada y levantada" que puede ser una expresión individual, pero el diccionario dice que también puede ser una "manifestación vehemente de un sentimiento colectivo".

Un grito es una queja, una protesta, un llamado de atención.

Grita quien sufre, quien desespera.

Grita quien se percibe y se declara víctima de la opresión, de la discriminación o de la injusticia.

"El grito de Alcorta" fue, en 1912, la rebelión de los pequeños y medianos arrendatarios rurales frente al poder ignominioso de los grandes terratenientes. Fue el movimiento que alumbró la Federación Agraria Argentina.

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En El Grito, el ícono expresionista del noruego Edvard Munch, el hombre moderno grita su angustia existencial y su desesperación.

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El grito de Munch: angustia existencial y desesperación.

El grito de Munch: angustia existencial y desesperación.

El grito de los gobernadores vs. los gritos de Javier Milei

Los gobernadores reunidos este miércoles en la Casa de Chubut en Buenos Aires -una suerte de embajada provincial en el centro del poder central- decidieron poner su grito en el cielo de la Argentina de Javier Milei, el presidente que gobierna a los gritos.

Después de un año y medio practicando el arte de la diplomacia silenciosa en un intento de ecualizar la conversación con esa administración chillona que se plantó desde el arranque con la promesa poco dialoguista de "fundir a las provincias"; que les cerró la canilla discrecional de los benditos ATN, lubricante eficaz de las buenas migas de la Casa Rosada con el cacicaje federal; que clausuró la obra pública y fue convirtiendo a sus territorios en páramos intransitables para los camiones de la producción y en trampas mortales para locales y turistas; que les gritó "degenerados fiscales" cada vez que buscaron atajos para recuperar los recursos que retiene, decidieron, en definitiva, resignarse a convertir el diálogo político en un griterío.

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Claudio Vidal, Ignacio Torres, Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro y Carlos Sadir, en la Casa de Chubut en Buneos Aires.,

Claudio Vidal, Ignacio Torres, Martín Llaryora, Maximiliano Pullaro y Carlos Sadir, en la Casa de Chubut en Buneos Aires.,

"El objetivo del encuentro -explicó Yanina Passero en Letra P- era el conocido: delinear la estrategia para lograr la aprobación en la Cámara de Diputados de las leyes aprobadas por el Senado sobre la distribución de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y del Impuesto a los Combustibles Líquidos. Si bien los gobernadores empujaban la sesión para esta semana, los tiempos de presión son distintos, en especial con la fecha de inscripción de alianzas para las elecciones del 26 de octubre golpeando la puerta".

"Hay un grito federal que necesita voces en el Congreso. Como gobernadores, tenemos la enorme responsabilidad de defender los intereses de nuestras provincias y, al mismo tiempo, contribuir a la gobernabilidad de la Argentina", gritaron los mandatarios en el comunicado difundido tras la reunión.

Regreso al útero de la Argentina

Es el loop de la Argentina, que nació en el siglo XIX de los campos de batalla en los que guerrearon las provincias con Buenos Aires, la provincia/centro, por el control del Puerto, la Aduana y los ríos, un caño de recursos que fue motor del desarrollo porteño a costa del atraso del interior mediterráneo.

De esas reyertas, constitutivas del genoma nacional, surgió una Argentina más federal de lo que querían los porteños ultra, pero no tanto como pretendían las provincias; que concentra en el poder central resortes de administración de los recursos públicos que les permiten a los presidentes gobernar a látigo y billetera, en un vínculo de impares que Milei llevó a extremos desconocidos reemplazando el látigo por la motisierra y la billetera, en el mejor de los casos, por un monedero.

Todas las preguntas que dispara el grito de los gobernadores

Guillermo Francos llamó este jueves a esperar el mensaje de las urnas que se abrirán a las 8 de la mañana del 26 de octubre para medir el impacto de la sociedad federal.

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Si fuera un envión para los gobernadores, ¿se lanzarían a la aventura de poner un presidente en la Casa Rosada? Sería una rareza. Hay que mirar con lupa la historia argentina para encontrar uno.

Acaso lo más parecido sea Carlos Menem, que desde La Rioja, con su Facundo Quiroga style y aupado por el peronismo del interior, sacó de la cancha al bonaerense-centrista Antonio Cafiero, un cajetilla de San Isidro. "El peronismo de los gobernadores lo llora desde hace décadas, cautivo de un poder central que se asienta sobre el bastión del conurbano bonaerense y convierte a las provincias en un apéndice de una estrategia escrita en Buenos Aires", recordó Diego Genoud en un maravilloso perfil posmortem del patilludo que escribió para Letra P. En el andar de su gobierno de diez años, el caudillo federal desfinanciaría a las provincias con la transferencia sin recursos de los servicios de educación y salud. Nada es exactamente lo que parece.

Después llegaría, desde la otra punta del país, el pingüino Néstor Kirchner, pero como muleto designado por el bonaerense-centrista Eduardo Duahalde para bloquear el regreso de su enemigo íntimo en las elecciones de 2003.

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Quizá no convenga aguzar tanto la mirada, que para presidenciales falta un siglo. Por lo pronto, desesperados y presas, acaso, de una crisis existencial (¿Qué somos? ¿Opositores y dignos herederos de la Santa Federación o un rebaño de ovejas asustadas y sumisas?), cinco gobernadores pegaron un grito federal, que no es poco tomándolo como de quienes viene, líderes territoriales con votos propios que convierten al experimento en un ensayo de avenida del medio que, esta vez sí, tiene alto potencial de evolucionar hacia una opción política robusta.

¿Por qué gritan ahora? ¿Están dispuestos a gritar fuerte en el Congreso? ¿En qué medida la rebelión es tal cosa? ¿Quiénes más están dispuestos a gritar? ¿Radicales muy violetas como Alfredo Cornejo y Leandro Zdero, que ya sellaron un acuerdo con el Gobierno? ¿Macristas que cosen sociedades locales con La Libertad Avanza, como Rogelio Frigerio? ¿Gustavo Valdés, que dio el visto bueno pero se bajó de la foto?

¿Hasta dónde llegarán los ecos del grito que le da forma a esta suerte transversalidad federal de centro? ¿Que capacidad tiene para hacerle daño al Gobierno en el parlamento y en las urnas? ¿En qué lugar dejaría esta alianza, en caso de prosperar y crecer, a Axel Kicillof? ¿Cómo resolverían, los gritones, la contradicción de presentarse como una gesta federal y la necesidad de cualquier movimiento político que se precie de alternativa nacional de contar con una pata porteña y una bonaerense?

Ráfaga de preguntas. Las respuestas ya están llegando desde las corresponsalías de Letra P, que encaró un amplio abordaje multifocal de un hecho novedoso para la política argentina, que mueve la estantería. Conviene ir apretando F5.

Los gobernadores y Juan Schiaretti en el anuncio del frente electoral
Por ahora, la campaña en Corrientes, es la principal preocupación de Gustavo Valdés.

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