"No vine como ministro y me gustaría plantear qué definimos hacia adelante en términos de país. Pensar que la Argentina debate solo una elección entre personas es un error. Hay mucho más en juego", avisó Sergio Massa este jueves, recién arribado al país, a 18 minutos de haber comenzado su discurso ante la flor y nata del Círculo Rojo en el Consejo de las Américas. Como había señalado antes de viajar a Washington para asegurarse de que no saltara de la galera ningún conejo en la votación del acuerdo con la Argentina en el Directorio del FMI, el ministro de Economía daría pronto paso al candidato presidencial.
"Está claro que hay dos caminos, no hay tres", arrancó con la mira bien enfocada en el riesgo que supone la plataforma de Javier Milei, levantando la voz, haciendo pausas y remarcando frases a través del recurso de separar las sílabas.
Enseguida, la arenga se hizo desafiante. "Lo que les pido es que a la hora de discutir el futuro del país hagan la cuenta del almacenero, porque vienen y les dice 'dolarización', 'rompemos con Brasil', 'rompemos con China', 'rompemos con India'… ¿Y a quién le vamos a vender? ¿Ustedes conocen quiénes encabezan la balanza comercial de las exportaciones argentinas? Por favor, les pido por lo menos la defensa de sus propias actividades, de sus mercados (…). Lo que viene es la destrucción de su propio capital". Bajo un posible gobierno de Milei, claro.
Sergio Massa | Consejo de las Américas
Un diagnóstico, una estrategia
Cerrado el capítulo con el Fondo Monetario Internacional, asegurados los 7.500 millones de dólares necesarios para no caer en incumplimientos, con algo de margen financiero para intervenir en los tipos de cambio negociados en bolsa y hasta con el colchón extra que Joe Biden le proveyó en el Banco Mundial y en el BID, el jefe del Palacio de Hacienda se lanza a la campaña.
Reverso de 2001, cuando el FMI le cortó el chorro a Fernando de la Rúa, si un saldo político dejó la gira de Massa fue la certeza de que la Casa Blanca no es impasible ante un posible estallido de la Argentina.
Claro que no va a poner 45.000 millones de dólares, como hizo Donald Trump para que Mauricio Macri impidiera el retorno del populismo, y que jugará solo hasta donde tenga margen para tender el "puente" prometido en su momento hasta el otro lado de la sequía. Con Horacio Rodríguez Larreta fuera de juego, con Patricia Bullrich desdibujada al menos en el inicio de la carrera al 22-O y con un Milei que preocupa de mil modos, Washington se aseguró de que Massa tenga, al menos precariamente, de dónde agarrarse. Mientras espera por la candidata de Juntos por el Cambio.
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Massa, por su parte, cree que Bullrich correrá de atrás, que Macri juega a dos puntas, apoyando a su delfina, claro, pero también ofreciéndose como un dador de gobernabilidad a un eventual presidente Milei que, si llegara al gobierno, lo haría con unas 40 bancas en la Cámara de Diputados, alrededor de ocho en el Senado, nulo peso territorial y un programa tan maximalista que no podría sino chocar contra el muro de la gobernabilidad. Como señaló, está convencido de que "hay dos caminos, no hay tres".
Claramente, abordará la relación con el electorado de un modo menos admonitorio que el que usó con el Círculo Rojo. Habrá advertencias sobre lo que está en juego, incluso en términos de vigencia de la democracia, pero también alivios ante lo que sabe que provocó en el tejido social el salto del 22% del dólar oficial al día siguiente de las PASO. Ahora, se anticipa que en lo inmediato, viene el tiempo de la reapertura de paritarias, el otorgamiento de sumas fijas, los refuerzos de jubilaciones y planes sociales, y hasta el anuncio de créditos blandos. Con la lupa antisalarios del Fondo fuera del país hasta después del eventual ballotage, lo que viene es un juego de campaña a todo o nada, no sin riesgos, algo inevitable en la Argentina de la inflación del ciento y pico.
Esto último explica también el tono duro frente al empresariado. Que quienes dirigen las principales compañías pretendan trasladar a precios cualquier mejora de los ingresos laborales sería un acto imperdonable después del modo en que muchas de ellas han recompuesto márgenes, en un contexto en que el único de los costos que se les ha reducido es, justamente, el salarial.
Un poco de futuro
No todo puede ser alarma, claro. Cualquier candidato debe sembrar esperanza, especialmente en tiempos difíciles. Así, al hablarles a los hombres y las mujeres de negocios en el Council of the Americas, Massa auguró un 2024 en el que el superávit comercial será "30.000 o 40.000 millones de dólares" y hasta aventuró la promesa de avanzar hacia una simplificación cambiaria, paso previo, se supone, a una posible unificación.
Lo contrario, el camino dolarizador que entrevé como la alternativa que se dirime en las elecciones, supondría una hiperinflación o, como volvió a advertir no sin osadía, "un plan Bonex". Los dos serían caminos alternativos hacia la pulverización final de los ingresos populares y, algo que le importaba aun más a la audiencia del Council, "de su propio capital".
Murmullos en la platea
Massa no jugó allí de local, aunque tampoco totalmente de visitante. Como pocas veces, el empresariado se muestra dividido sobre cuál debería ser su apuesta. Como se dijo, el jefe de Gobierno porteño fue eliminado en la primera gala de nominación y Bullrich –la actual preferida – sigue enredada en tratar de ordenar su propia tropa, algo que se suponía debía ocurrir en la misma noche del 13-A. Pasó que Macri se tentó con el jugueteo de los swingers.
La presidenciable de Juntos por el Cambio juntó ayer a su plana mayor para darle una charla motivadora. "Hay que ganar", le dijo, al estilo de Serafín Dengra. "No seamos boludos. Nosotros no le regalamos el poder a nadie para que esté dos meses y regrese el peronismo", dijo en alusión a la invialibilidad política, no electoral, que le atribuye al proyecto paleolibertario.