La agresividad institucionalizada por Javier Milei alienta una industria de la provocación y el cachetazo. ¿Putear sí, pegar no? ¿Debate o simulacro?
Eduardo Belliboni, al ataque sobre Fran Fijap. María Julia Oliván, en rol de árbitra.
En un rincón, Eduardo Belliboni, alias "Boludo". En el otro, Fran "Correcaminos" Fijap. La pelea de pesados de la nueva grieta que protagonizaron el piquetero trotskista y el agitador libertario en el ring de una señal de streaming dispara unas cuantas preguntas.
Primero, los hechos.
Un programa de la señal Border, que conduce la periodista María Julia Oliván, reúne a Belliboni, líder del Polo Obrero y de Unidad Piquetera, la organización de movimientos sociales desplazados de la calle a palos y gases por el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich, con Fijap, el provocador digital que ganó fama más allá de las redes cuando terminó refugiado en una casa de empanadas tras ser corrido por manifestantes en una protesta a la que se había presentado para hacer su negocio de la provocación.
El debate (o algo así) escala y escala hasta que... shit!, llega a su pico de tensión cuando el ultraderechista le lanza un messiano "bobo" y un más eficaz "boludo" al dirigente social, que se para y se le va encima a su contendiente, hasta ese momento verbal.
Sigue, como en el memorable ciclo tinelliano Deportes en el recuerdo, de Pachu Peña y Pablo Granados, la hectombe: una sucesión de hechos bochornosos que incluye golpes y empujones y hace las delicias de la platea virtual sedienta de piña va, piña viene. Los muchachos se entretienen.
Después de la velada boxística, frente a Luis Majul y Esteban Trebuck, periodistas de LN+ consternados por la violencia trotskista, Fijap acusó a Belliboni de ponerse "violento y agresivo" y de esperarlo afuera del estudio de Border para "matarlo", ni más ni menos.
Este viernes, en un contacto telefónico con IP Noticias, el dirigente social ratificó que va a pelear a cualquiera que lo insulte como lo hizo el agitador libertario, que le dijo "bobo" y "boludo". La conductora de ese segmento del canal de noticias, Mariana Verón, planteó que la provocación verbal no justifica, en ningún caso, la agresión física. Su colega Agustina Kämpfer, en el pase hacia el segmento Mañanas Picantes, introdujo una mirada diferente al señalar que "las violencias no son solamente físicas" y que "hay otro tipo de violencias, como la verbal que antecedió a los golpes".
Ahora, las preguntas:
En la Argentina de Javier Milei, un presidente que ejerce, alienta y, entonces, legitima la violencia medio siglo después de la última vez que en el país fue utilizada como instrumento de praxis política, ¿es una pretensión razonable generar un debate constructivo entre representantes de los polos de una grieta cada vez más incandescente?
¿No es apenas un simulacro de diálogo, en el mejor de los casos?
¿A qué va Fran Fijap a un debate con Belliboni, un hombre reconocido por su carácter de leche hervida, si no a provocarlo para sacarlo de las casillas en busca de la piña que legitima el relato de la violencia en el ojo ajeno?
¿A qué va Belliboni a un debate con Fijap si no a sacarse las ganas de cagar a palos a un libertario?
De mínima, ¿no sabe Belliboni, cuando acepta el convite, que la cosa puede terminar mal?
¿El negocio de la provocación libertaria, que acumula episodios calcados en los últimos meses, no necesita la piña para tener éxito -nótese una sonrisa de satisfacción en el rostro de Fijap en un break de la refriega con Belliboni-?
¿El insulto es menos violento que la trompada?
¿Hay una diferencia de calidad o solo de grado entre uno y la otra?
¿Uno no es violencia y la otra sí?
Si la provocación es una invitación planificada a la piña, ¿la palabra y el puño no son engranajes de una misma maquinaria?
¿No saben, quienes producen estos encuentros, que sus estudios pueden terminar convertidos en rings para la pelea de gallitos de uno y otro lado de la grieta?
¿No saben que la cosa puede terminar como termina, que puede parecer mal pero en realidad es como lo planearon?
¿No serán, Belliboni y Fijap, payasos conscientes de un circo perfectamente guionado?
Si con Milei volvió el espíritu de Carlos Menem y volvieron los 90, ¿no es lógico que a la industria de la televisión, ahora presentada en sus raros envases nuevos, vuelva el circo de Mauro Viale, aquel que dominó los mediodías de esa década carnavalesca con Samantha, Yayo, Jacobo, la Momia y toda esa galería de freaks estelarizando un festival grotesco de gritos y sopapos?