Juan Schiaretti se siente a gusto con el traje de gobernador y dentro de las fronteras del cordobesismo anclado en el “hacer”. Exportar el “modelo Córdoba ” era un deseo de José Manuel de la Sota, anterior, incluso, al desembarco del peronismo en la conducción de la provincia en 1999. Sin embargo, el contador nacido en barrio Talleres de la capital lanzará su ambición en un coqueto hotel de la ciudad de Buenos Aires, este jueves por la tarde.
El periplo del gobernador que quiere ser presidente no puede desagregarse de un plan colectivo del PJ local, pero también particular: se impuso sentar en su silla a Martín Llaryora, pero sin atravesar el síndrome del pato rengo. Dispuso la piedra basal de su apuesta, exactamente, el 10 de enero, con el arranque del año electoral.
Comenzó a caminar el sendero presidencial, despacio y por las piedras -como recomiendan los baqueanos cruzar los ríos serranos- de la mano de un viejo socio de la angosta avenida del medio. En Buenos Aires, después de un almuerzo con el salteño Juan Manuel Urtubey, anunciaron la puesta en marcha de “un armado antigrieta superador”.
Tan solo tres días después, Schiaretti recibió en el amplio e iluminado despacho del Panal a su par de San Luis, Alberto Rodríguez Saá. Una conversación a solas y una declaración de apoyo coronó el encuentro al que se sumarían los ministros de Gobierno de ambos y uno de los hombres de extrema confianza del cordobés, Carlos Gutiérrez. El diputado, junto a la senadora Alejandra Vigo, iniciaron ese día las operaciones de un armado que enfrentaría dificultades crecientes.
En concreto, el contacto con el puntano comenzaba a mostrar la apuesta por las referencias provinciales que emergerían de las elecciones durante el primer semestre. En San Luis, ganó Juntos por el Cambio. El sanjuanino Sergio Uñac cruzó una línea de fuego con su ambición reeleccionista, que lo alejaría del frente antikichnerista que comenzó a diseñar Schiaretti ese tórrido enero. Este plan de la liga de gobernadores murió antes de nacer.
Ese mismo mes, el 28, y en el mismo despacho, el gobernador dio la bienvenida a la presidenta del Partido Socialista, Mónica Fein. Allí acordaron extender al ámbito nacional la sociedad que ambos espacios tienen en Córdoba. La promesa se mantuvo. De la mano de los hombres y las mujeres que se identifican con la rosa, el cordobés pudo armar en distritos insoslayables, como Santa Fe, por ejemplo.
Febrero fue intenso. Schiaretti eligió el mes del amor para tender puentes con el peronismo no kirchnerista y marcar las diferencias con una jugada de alto impacto en el Congreso. El 2, el gobernador regresó a Buenos Aires para encontrarse con el expresidente Eduardo Duhalde. Intercambiaron su visión de la situación del país y, por supuesto, del PJ. El tenor real de la conversación se confirmaría meses más tarde con la candidatura de Chiche Duhalde como primera diputada por Hacemos por Nuestro País en territorio bonaerense.
La campaña del simposio
El 8 de febrero, Schiaretti -que no develaba su intención de competir en las PASO- inició su campaña de simposios. El debut fue en la CAME. Desmenuzó su “modelo Córdoba” y cerró la jornada con una reunión con el referente del gremio mercantil, Armando Cavallieri.
El 22 de febrero, Vigo y cuatro colegas de la Cámara alta patearon el tablero. Una senadora y tres senadores se desprendieron del bloque Frente de Todos y armaron Unidad Federal. Le quitaron a Cristina Fernández de Kirchner el cuórum y la mayoría automática del Senado. Plantaron desde allí el señuelo para atraer al peronismo no alineado con la Casa Rosada, aunque la jugada no estuvo exenta de entredichos, incluso, entre quienes protagonizaron la fractura.
Aprontes de marzo
El 2 marzo, quien sería confirmado al filo del cierre de listas como su compañero de fórmula, Florencio Randazzo, arrancó formalmente el operativo de engorde de la base peronista de este armado antigrieta. Schiaretti paseó su previsibilidad y orden en la Fundación Mediterránea, el 6. Almorzó con el directorio de ADEBA dos días después. Fue un trabajo a dos bandas.
El jueves 30 Schiaretti retomó el frustrado lazo con Roberto Lavagna a través de sus alfiles. La revinculación se oficializó tras un encuentro encabezado por el presidente del interbloque Federal, Alejandro Topo Rodríguez, con dirigentes y cuadros técnicos del economista.
Nombres de abril
En abril apareció en escena el extitular de ANSES Diego Bossio. El miércoles 12, en la nueva sede ubicada en Perón y Callao, el líder de los Judiciales, Julio Piumato, compartió una velada con Vigo, Gutiérrez y el excristinista, quien coordinaría en adelante el armado. Durante la mañana de ese día, Schiaretti disertó en la Sociedad Rural de Palermo ante un auditorio de 750 personas, entre ellas, 250 referencias del ruralismo de todo el país.
El 24 de abril, Schiaretti apoyó la candidatura a sucederlo de Llaryora, su delfín, en el anuncio de Hacemos por Córdoba que, con la incorporación de radicales y macristas, agregaría la palabra “Unidos”. El 27, el Partido Demócrata Cristiano, que respaldó las incursiones presidenciales de De la Sota, lo haría en adelante con el otro cofundador del cordobesismo.
El anuncio y el frente de frentes
Con un cronograma electoral atravesado por el cierre de listas nacionales un día antes de los comicios cordobeses, Schiaretti anunció el 2 de mayo en San Francisco que sería candidato presidencial de un frente antigrieta.
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Mientras aguardaba los resultados en las provincias donde tenía apuntados potenciales socios, el gobernador habló por primera vez de un “frente de frentes”, en las instalaciones de la Unión Industrial Argentina. Ese mismo 11 de mayo se fotografiaba con Roberto Lavagna.
El jueves 18 Schiaretti reiteró ante la cúpula de IDEA que será candidato a presidente por un espacio “de la producción y el trabajo para lograr una Argentina normal”. El último día de mayo mantuvo un encuentro con la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), representada por su presidente Claudio Cesario y parte de la comisión directiva. Allí expresó que es necesaria la independencia del Banco Central.
A esta altura, el lanzamiento que no llegaba habilitó todo tipo de especulaciones que se extienden hasta el presente: ¿hasta dónde está dispuesto a llevar su juego con un dos o tres por ciento de intención de voto? ¿Con qué fuerza competidora está dispuesta acordar después de las PASO? ¿Cabe la posibilidad de una declinación de último momento?
Golpe de efecto
Con junio, Schiaretti logró espabilar (por un rato) aquellas dudas, logró centralidad en la escena y complejizó la campaña cordobesa por la gobernación. Tras su anuncio del “frente de frentes”, estuvo en boca de todos ante el intento de Horacio Rodríguez Larreta y Gerardo Morales de sumarlo a Juntos por el Cambio.
El idilio duró menos de una semana. En Río Cuarto, Schiaretti puso final a una discusión que no pudo empezar. El 6 de junio dijo: "No pertenezco ni voy a pertenecer a Juntos por el Cambio”. Sin embargo, los coqueteos tuvieron sus costos, porque perdió a Urtubey, que salió hablando de incapacidad electoral de esta apuesta. Las listas del 24 de junio se presentaron con absoluto hermetismo, pero confirmaron el camino separado con la principal coalición opositora.
Junto a Randazzo, el escenario del triunfo provincial del 25 de junio serviría de plataforma para hablarle al país. No ocurrió así por la demora del escrutinio. La presentación fue por carta y en Twitter.
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Schiaretti se lanza este jueves con los socios con los que siempre contó -por falta de expectativas, reveses electorales en las provincias o internas foráneas- y con el objetivo de siempre: mantener su influencia en el Congreso. Se lanza con más dudas que certezas sobre el objetivo real de su juego y con la confianza de que Córdoba le permitirá dejar el poder provincial por la puerta grande, como ocurrió con De la Sota, el gobernador que sí quería ser presidente.