COMPARACIONES ODIOSAS

Demócratas y peronismo, Obama y CFK: parecidos y una diferencia clave

Estados Unidos 2024 versus Argentina 2023. La influencia del norteamericano y la sombra de Cristina. Una enmienda constitucional que lo cambia todo.

Esta nota propone un juego no apto para personas quisquillosas. Quienes quieran jugar deberán poder aceptar las obvias diferencias de sus protagonistas y aceptar puntos en común que les parecerán exagerados o, al menos, el resultado de simplificaciones. En esta esquina, el Partido Demócrata (el “progresismo” estadounidense) y su líder espiritual, Barack Obama; en esta otra, el peronismo en su versión de los últimos 20 años, mayoritariamente kirchnerista (el “progresismo” argentino), y su figura más influyente, Cristina Fernández de Kirchner.

El chiste de esta nota es encontrar los parecidos de esas fuerzas políticas, de sus principales referentes y de sus últimas performances electorales, por un lado, y detectar las diferencias, por el otro, pero sobre todo una, que asoma clave, determinante.

El peronismo en su laberinto

Reunido desde 2019 en el Frente de Todos, en 2022 el peronismo gobernante comenzó a presionar al entonces presidente, Alberto Fernández, para que renunciara a sus aspiraciones reeleccionistas, lo que el mandatario hizo en abril de 2023: su figura, jaqueada por los malos resultados de su gestión económica, un par de escándalos de alto impacto en la opinión pública y una interna feroz, no reunía el más mínimo respaldo.

Al año siguiente, cuando la alianza oficialista, rota en mil pedazos, se encaminaba a una competencia interna para definir su fórmula presidencial, un acuerdo sellado entre cuatro paredes al filo del vencimiento del plazo para la presentación de las candidaturas alumbró un binomio encabezado por Sergio Massa, quien conducía la gestión económica desde hacía diez meses y hacía malabares, sin éxito, para domar el caballo desbocado de la inflación.

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Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner, el 26 de junio de 2023, dos días después de que el ministro se convirtiera oficialmente en precandidato. (Foto: NA)

Sergio Massa y Cristina Fernández de Kirchner, el 26 de junio de 2023, dos días después de que el ministro se convirtiera oficialmente en precandidato. (Foto: NA)

El acuerdo de última hora fue escrito en el despacho que ocupaba CFK en el Senado, con, por supuesto, influencia decisiva de la entonces vicepresidenta.

En los meses siguientes, La Jefa del peronismo en su versión K, la más notable oradora que dio la democracia recuperada en 1983 después del reinado de Raúl Alfonsín en ese terreno, casi no participaría de la campaña. Lideresa indiscutida de la facción mayoritaria del movimiento, su figura no era, sin embargo, garantía de unidad genuina. Además, generaba un fuerte rechazo en los amplios sectores conservadores antiperonistas del electorado, caldo de cultivo de la ultraderecha que, con Javier Milei en el papel del Guasón, se encaminaba a dar el gran batacazo, a lo Donald Trump 2016.

El espejo demócrata

Hace apenas 32 días, con sólo cuatro meses por delante para las elecciones presidenciales fijadas para el 5 de noviembre, una fuerte presión ejercida por las principales figuras del Partido Demócrata dobló el brazo del presidente Joe Biden, que, ya consagrado como candidato del oficlialismo y sumergido de lleno en la campaña, tomó una decisión inédita en la política estadounidense: se retiró de la contienda.

No había cuestionamientos severos a la administración que había liderado desde enero de 2021 ni a su figura ni a su liderazgo. Más bien lo contrario. Sin embargo, una actuación desastrosa en un debate que había sostenido con Trump había disparado al infinito las dudas preexistentes sobre su salud y su capacidad para bancarse la pelea electoral y, más aún, un segundo mandato que iniciaría a los 81 años. Biden marchaba abajo en las encuestas, de hecho.

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Joe Biden respalda a Kamala Harris.

Joe Biden respalda a Kamala Harris.

La urgencia por definir un reemplazo para el presidente puso al Partido Demócrata ante un desafío histórico que resolvió con una poderosa demostración de consenso y unidad que catapultó a la vicepresidenta, Kamala Harris, al primer término de una boleta cocinada a fuego máximo.

Las dos grandes celebridades demócratas fueron clave para darle un impulso decisivo a la consagración de Harris, que este jueves aceptará la nominación en el cierre de la Convención Nacional que se desarrolla desde el lunes en Chicago: el propio Biden, que demoró apenas un puñado de minutos en proponerla después de anunciar su retirada, y Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos (2009-2017), que demoró unos días en pronunciarse a favor de la VP pero, cuando lo hizo, no se guardó nada.

Este martes por la noche, Obama, con lugar al menos en el podio de los más brillantes oradores de la historia política estadounidense, nominó a Harris con un discurso de 34 minutos -¿podría haberlo pronunciado Cristina?- que estremeció a una platea que lo veneró como lo había hecho en cada una de sus presentaciones anteriores en esa tribuna, desde la primera, en 2004, hace 20 años (casi la misma edad del kirchnerismo), cuando irrumpió como un rayo para nominar a John Kerry.

Embed - 2024 DNC: Barack Obama’s full speech at Democratic National Convention | KTVU

Obama y CFK

Figuras magnéticas, oradores extraordinarios, líderes de inmensa ascendencia en las bases de sus fuerzas políticas, que representan espacios ideológicos comparables en los sistemas políticos que integran, el estadounidense y la argentina son, cada quien en su país, acaso las personalidades más influyentes de lo que va del siglo.

Con todo, hay una diferencia, entre todas las que podrían enumerarse, que ha marcado el derrotero de uno y de la otra después de ejercer contemporáneamente sus respectivos dos mandatos presidenciales: Obama no puede volver. Aunque quisiera, no podría postularse de nuevo para presidente. Se lo prohíbe la Constitución a partir de una enmienda que creó una tradición que limita decididamente la influencia de quienes ocupan el despacho oval de la Casa Blanca por ocho años. Nadie puede esperar que regrese a esa oficina. Nadie puede pedírselo. La sombra de Obama, entonces, es finita. Sus fans, el público, las bases demócratas deben, sí o sí, buscar, promover, encumbrar nuevos liderazgos. El Partido Demócrata debe proveerlos, debe arreglárselas para renovarse, para mantener en funcionamiento una maquinaria que le permita consagrar hombres y mujeres que pueden tomar las riendas sin el condicionamiento de patriarcas o matriarcas acechantes.

En Argentina, quienes ejercen la primera magistratura no pueden aspirar a más de dos mandatos consecutivos, pero solo es cuestión de que dejen pasar un turno para que estén otra vez en carrera -Juan Perón lo hizo, aunque debió esperar bastante más para volver por la proscripción que lo mantuvo en el exilio durante 18 años-.

Embed - En la Semana de Mayo, reflexiones y decisiones.

En este sistema, figuras como CFK no tienen fecha de vencimiento. La Jefa dejó la Casa Rosada en 2015 y quisieron jubilarla, pero sin ella no se podía, como demostró en 2017. Como con ella no alcanzaba, en 2019 se corrió y, de un dedazo, en la soledad de sus cálculos, nominó por Youtube a Alberto Fernández, pero se subió a la boleta y fue vicepresidenta de un gobierno inviable. Caído su muleto, en 2023 la hinchada volvió a pedir por ella: una más y no jodemos más. El peronismo gastó meses invaluables esperándola en vano. No jugó, pero volvió a decidir quién debía hacerlo. Ahora su tropa vuelve a ponerla en la cancha: Cristina Presidenta (del PJ), arenga por lo bajo. Otra vez la pelota a la calle.

Pasaron casi ocho años desde que Barack Obama abandonó la Casa Blanca. Bajo su influencia, su vicepresidente construyó un liderazgo por el que recibe ahora un baño de gratitud y la vice de su vice saca ventaja en la carrera hacia su consagración como la primera mujer (encima, negra y de ascendencia india) presidenta de Estados Unidos.

Pasaron, también, casi nueve años desde que Cristina Fernández de Kirchner salió de Balcarce 50. Bajo su sombra infinita, no ha florecido ni una flor.

Cristina Kirchner y Alberto Fernández
Alberto Fernández

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