El aspirante a gobernador del peronismo de la provincia, Martín Llaryora, anticipa con sus movimientos que no será una campaña fácil. Parece que no puede confiarse con el cobijo de más de 200 intendentes que empezarán a predicar en sus pueblos y ciudades que el “mejor candidato” está en las filas de Hacemos por Córdoba (HxC); tampoco con el horizonte de cuento que prometen las encuestas citadas por el jefe de campaña, Manuel Calvo, quien pronostica 10 puntos arriba de Juntos por el Cambio (JxC).
“La diferencia del triunfo será buena, pero se vienen semanas complejas”, deslizan en el búnker del elegido por el gobernador Juan Schiaretti para pelear la continuidad en el poder. Sucede que hay varios cabos sueltos, cuya resolución es clave para tener una foto lo más cercana posible a lo que hoy asoma como el deseo de un triunfo cómodo por parte del oficialismo.
Si el libertario Javier Milei tendrá postulante a la gobernación es un punto para atender. En el PJ aseguran que rascaría de la canasta cambiemista. Otro que disputa el electorado opositor es el vecinalista Aurelio García Elorrio, que teje acuerdos por goteo con JxC en el interior. Sin embargo, en lo que atañe directamente al justicialista, los campañistas de Llaryora esperan definiciones en el Frente de Todos (FdT).
El jefe de la Municipalidad de Córdoba logró escamotearle a su par de Villa María, Martín Gill, y una veintena de intendentes que le responden directamente, pero el universo no termina allí porque el exsenador Carlos Caserio pone sobre la mesa su expertise de armador del peronismo para plantar un juego que, de máxima, permita al espacio conservar el voto duro en el distrito, que rondaría los 10 puntos.
En la mesa de la pata albertista de la coalición nacional, que en la provincia se llama Frente Peronista Cordobés y lidera el vicepresidente del Banco Nación, tienen encuestas de cosecha propia. A ese escenario clásico lo alcanzan con una fórmula compuesta con el intendente delasotista (alejado de HxC) Federico Alesandri en dupla con la diputada camporista Gabriela Estévez. Lograrían así empardar la fuga del villamariense que, hasta hace poco, se desempeñaba en la cartera de Obras Públicas de la Nación.
Los números devuelven a Caserio la esperanza ante el presunto relato del cordobesismo que minimiza las posibilidades del universo frentetodista, con el viso de verosimilitud que aporta el masivo comportamiento antikirchnerista del electorado cordobés. El candidato de este núcleo es Alesandri y no está claro qué harán el sector que responde directamente a Cristina Fernández y Máximo Kircher, que expresa Estévez; el gremialista Pablo Carro y el aliado del Partido Solidario, Eduardo Fernández.
Si hay dos listas de integrantes del FdT se diluyen las posibilidades de engordar la representación en la Legislatura de quienes responden al oficialismo nacional, pero el contexto anima a varios a aprovechar. El albertismo local entiende que ya no se repetirá la ola de ingresos peronistas en el Ejecutivo que ocurrió con el triunfo histórico de Schiaretti en 2019. Por lo tanto, Caserio plantea a su tropa que recuperar el poder en el recinto legislativo de la provincia es importante para funcionar como lo hace el jefe de HxC con su bloque Córdoba Federal en Diputados. Termina oficiando de árbitro de las discusiones.
Hay motivos conocidos para encorsetar el plan de Caserio y su espacio en la vieja disputa que mantiene con Schiaretti. Sin embargo, el mensaje también viaja hacia la cúspide de la pirámide de poder del FdT. “Cristina y Máximo no pueden, esta vez, no jugar en Córdoba”, repiten distintas voces del albertismo cordobés, sin necesidad de explicar el contexto complicado que atraviesa el peronismo a nivel nacional.
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Este también es un mensaje hacia adentro para apurar las definiciones, porque conoce de memoria los guarismos que hace el llaryorismo. ¿HxC necesita una lista del Frente de Todos? Claro, pero no cualquier lista.
En el oficialismo provincial prenden velas para que Carro o Estévez encabecen y expresen ese kirchnerismo duro que le ahorraría dolores de cabeza porque, ante las acusaciones previsibles de JxC, podrán decir “los K están ahí” y blindarse de los dardos que llegarán de Luis Juez y Rodrigo de Loredo, dispuestos a mezclar para la tribuna las distintas vertientes del FdT local. El aporte de Gill será valioso para el oficialismo provincial, pero no está exento de complicaciones.
En el Instituto Patria de Córdoba alguna vez deslizaron la necesidad de la unidad del peronismo con Llaryora a la cabeza y el llaryorismo volvió a agitar esa zanahoria. Caserio prefiere verlo andar, mientras hace esfuerzos para lograr la unidad del espacio el 25 de junio, día señalado para asistir a las urnas.
La lista de Alesandri perdería potencia sin la otra pata del FdT que expresaría Estévez, pero HxC no subestima el daño potencial. Es curioso porque es el aliancismo donde ya cuantificaron el aporte indirecto con la participación del delasotista del Valle de Calamuchita.
“De 25 municipios, sólo cinco pegan su elección municipal a la general. Tres son gobernados por radicales y dos del PJ”, eligen desde JxC presentar el caso, en contraste con la cuenta por cantidad de votantes que hace el peronismo.
El encono con el poder de daño de Caserio en el edificio municipal es permanente. El llaryorismo cuenta que el extitular del PJ provincial habla con frecuencia con altos dirigentes de JxC, como el jefe del Frente Cívico, Ernesto Martínez. Y en esas canteras no lo desmienten.