El triunfo del diputado Claudio Poggi en San Luis es la segunda victoria opositora de las 11 elecciones ejecutivas provinciales que se disputaron desde comienzos de este año. La otra fue el batacazo que el hijo descarriado del Movimiento Popular Neuquino (MPN), Rolando Figueroa, facturó el 16 de abril, cuando terminó con el invicto de 60 años del partido fundado por Felipe Sapag. En ambos casos, los ganadores surgieron de las entrañas de dos oficialismos con rasgos propios, alejados de las coaliciones nacionales dominantes.
Llamarlos oposición en sus provincias es una verdad a medias. El neuquino, que fue vicegobernador por el MPN, jugó una interna abierta por fuera de la estructura del oficialismo patagónico, pero en la noche del triunfo dijo ser “un hombre del partido” y hoy, como gobernador electo, teje alianzas para las elecciones municipales con sectores emepenistas, entre ellos el petrolero que conduce Guillermo Pereyra.
Poggi es el único mandatario electo de San Luis desde 1983 que no lleva el apellido Rodríguez Saá. Gobernó entre 2011 y 2015 como aliado de los hermanos que hegemonizaron el poder puntano y este domingo consiguió volver a la gobernación como representante de Juntos por el Cambio (JxC), pero con la ayuda inestimable de Adolfo Rodríguez Saá, enfrentado en una pelea fraticida con el Alberto.
La dinámica de “enemigos íntimos”, sin embargo, trascendió este domingo los límites de San Luis. Si se posa la mirada en las PASO de Mendoza, el radical Alfredo Cornejo no solo debió trajinar más de lo esperado para superar a su correligionario Luis Petri en la interna de Cambia Mendoza, sino que Omar De Marchi, el retador del PRO que jugó por afuera y desafió el liderazgo del senador, se ubicó en segundo lugar, superando al PJ. La performance del diputado amarillo se suma al daño que ya le había infringido al exgobernador, cuando su desafío obligó a Cornejo a jugar en la provincia y dejar de lado la chance de ser compañero de fórmula de Patricia Bullrich.
Hasta en Tucumán, donde el peronismo celebró jubiloso la victoria este domingo, la pax armada que construyeron en defensa propia Juan Manzur y Osvaldo Jaldo llegó tras cuerearse en público en las PASO de 2021. Recompusieron a los golpes para integrar una fórmula que la Corte Suprema desbarató el mes pasado. El futuro dirá cómo sigue caminando esa dupla. Por lo pronto, hay quienes no olvidan que la tarde en que el máximo tribunal le bajó el pulgar al médico sanitarista, Jaldo dijo que siguió durmiendo la siesta sin problemas.
Estas inquinas internas provinciales se amplifican al extremo con solo observar de lejos la situación del Frente de Todos y de JxC a nivel nacional. ¿Acaso el fuego amigo que arrecia en las carpas de Horacio Rodríguez Larreta y Bullrich no es más virulento que los cruces con el oficialismo? Solo mencionar la interna muda y helada del presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner alcanza para ejemplificar cómo pega dormir con el enemigo en el peronismo.
Diversidad creativa
Si este domingo de votación puso negro sobre blanco que, como reza una máxima de la política, el palo fuerte siempre viene de adentro, también expuso la diversidad creativa de los sistemas electorales provinciales. Mendoza celebró primarias. San Luis fue a las urnas con ley de Lemas. Tucumán votó con el endiablado sistema de acoples. Inclusive los comicios legislativos de Corrientes aportaron la modalidad de las colectoras. A diferencia de las PASO, los otros tres esquemas son trillizos separados al nacer a los que los rasgos de familia se les notan a la legua. Acoples, lemas y colectoras cosechan votos desde abajo para tributar a la fórmula ejecutiva. "Casi una estafa piramidal", dijo un republicanista de pura cepa.
Vilipendiados tanto en la Tucumán peronista como en la radicalísima Corrientes, estos sistemas tienen, sin embargo, un antídoto del que carecen las PASO. Las primarias no pueden ser acusadas de clientelismo ni de confundir al electorado con listas espejo o dobles candidaturas, pero le clavan un puñal de incertidumbre a la política con una pregunta que reversiona la histórica frase de Ricardo Balbín: el que gana corona y el que pierde, ¿acompaña?
En esa duda anida la certeza de que no hay peor oposición que la del mismo palo.