Los datos abundan. Todos los diagnósticos nos muestran que Argentina está en un momento sumamente complejo. Hay encuestas de diversas procedencias y mediciones diarias del ámbito político, empresarial y organizacional que expresan un panorama sumamente difícil para nuestro país.
Esto no sólo se percibe en los números que exhiben las consultoras, sino que cada ciudadano hace su propio escrutinio instantáneo al ir al supermercado, al pagar los impuestos, al subirse al colectivo para ir al trabajo y a la farmacia.
Lo percibirá, también, cuando comience la etapa preescolar y las familias se vean en la obligación y la necesidad de que sus hijos e hijas asistan a clase con todos los elementos necesarios. No hay margen. Los datos son sumamente acuciantes, al igual que la incertidumbre. Lo que sí está claro es que el rumbo que tome la República Argentina, en cierta forma, dependerá del tipo de liderazgo que se ejerza desde los ámbitos de toma de decisiones y de entender que la campaña concluyó hace tiempo.
La comunicación y el diálogo
Los especialistas en comunicación política señalan que el proceso electoral y el de gobierno son dos instancias comunicativas sumamente distintas. El presidente Javier Milei llegó al poder tras interpretar la fuerte necesidad de cambio que exigían los argentinos y representó el hartazgo ciudadano. Ahora, la responsabilidad de gobernar es otra cosa, porque la campaña concluyó y no solo tiene que hablarle a su electorado, sino a todos los argentinos: a aquellos que lo votaron y a quienes no escogieron su boleta en el cuarto oscuro.
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El respeto a las instituciones de la República y la toma de decisiones en favor de las mayorías tiene que ser el único desvelo de la nueva gestión. La prepotencia, los empujones y la violencia verbal nunca pueden ser el camino; pero, menos que menos, en un momento de extrema debilidad y fatiga social en la que vivimos los argentinos.
Estamos de acuerdo en que debemos tener el coraje de encarar reformas estructurales para revertir esta situación. También, podemos coincidir en que hace tiempo quedó demostrado que las viejas recetas del pasado ya no funcionan. No se puede tropezar dos veces con la misma piedra. Vivir en un país democrático exige el respeto irrestricto al rol del Congreso de la Nación y a las jurisdicciones provinciales y locales.
Nada de piñas
No nos pueden hacer creer que las amenazas y extorsiones de las que son objeto los gobernadores y los intendentes por parte del Presidente no afectan directamente a la ciudadanía. Un líder que cuida las instituciones republicanas y federales debe entender que a los gobernadores, los intendentes, los diputados y senadores de la Nación también los eligió la gente a través del voto.
Respetar al Congreso implica someterse a la Constitución y a sus reglamentos internos. No puede ser que se adhiera o se descarten sus articulados a instancias de las pretensiones de un gobernante. La Ley debe ser Ley para todos, sin excepciones de ningún tipo. Sumado a ello, en un contexto sin mayorías parlamentarias automáticas, la herramienta del diálogo y la búsqueda de consensos se vuelven cruciales.
Acá nadie tiene el monopolio de la verdad y se vuelven fundamentales las discusiones en el Congreso de la Nación, cuyos diputados representan los intereses del pueblo y los senadores, los de las provincias. La ciudadanía eligió. Quienes gobiernan y toman decisiones tienen la responsabilidad indeclinable de representar, de respetar las normas y de buscar un presente y un futuro promisorio para cada argentino.
Argentina que viene
El resultado dependerá de una infinidad de factores. Lo que no podemos negar es que la buena política se hace desde el diálogo, el debate de ideas y la búsqueda de consensos. Posiblemente, estemos de acuerdo en que necesitamos grandes reformas; pero también lo estaremos en que no hay margen para liderazgos que se construyen desde el miedo, el odio y la resignación.
El pueblo argentino espera con ansias un tiempo mejor y está atento a cada movimiento. “Democracia es vigencia de la libertad y los derechos, pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza”, dijo alguna vez Raúl Alfonsín, sintetizando la idea de libertad que necesitamos en nuestro país.