OPINIÓN

Redes sociales: ¿qué tienen los creadores digitales que los políticos y los medios no entienden?

El caso del podcaster más escuchado de México en Spotify pone en evidencia cómo las marcas personales están redefiniendo la comunicación.

El cambio en los hábitos de consumo de información y entretenimiento no es un fenómeno nuevo, pero su aceleración en los últimos años ha obligado a redes sociales, medios y comunicadores a adaptarse constantemente. En este contexto, el caso del mexicano Jacobo Wong, un creador de contenido que lidera los rankings de podcasts informativos en Spotify México, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre las transformaciones en la comunicación y lo que pueden aprender de ello quienes trabajamos en comunicación política.

Wong no es un periodista ni representa a un medio tradicional. Su contenido, originalmente pensado para YouTube, combina análisis de noticias, opinión y un estilo personal que conecta directamente con su audiencia. Sin seguir los manuales rígidos de los noticieros clásicos, su capacidad para interpretar la actualidad desde una narrativa desenfadada, cercana y visual lo ha posicionado por encima de programas creados específicamente para Spotify por medios establecidos como La Vanguardia o Bloomberg. Este logro es aún más significativo si consideramos que su material no estaba diseñado inicialmente para esa plataforma, lo que refuerza la idea de que el éxito no radica en el formato, sino en la capacidad de adaptación y conexión con el público.

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Desde la comunicación política, este caso ofrece aprendizajes valiosos. Primero, destaca la importancia de construir una comunidad fiel, más allá de las audiencias masivas. En un ecosistema de medios saturado, la eficacia de un mensaje no se mide solo en alcance, sino en la capacidad de generar interacción, lealtad y un sentido de pertenencia. Segundo, pone de manifiesto que el contenido informativo debe ir más allá de la simple transmisión de datos: es necesario interpretarlos, contextualizarlos y, en ocasiones, opinar sobre ellos para ofrecer una experiencia que el público perciba como relevante y significativa.

En el ámbito político, donde los liderazgos se enfrentan a una ciudadanía cada vez más desconfiada y dispersa, entender esta lógica de la personalización y la interacción emocional resulta crucial. Wong no solo informa; conversa con su público, apela a sus emociones y se posiciona como un igual que comparte sus inquietudes. Este modelo no es exclusivo de los creadores de contenido: también puede inspirar estrategias comunicativas más efectivas en líderes políticos que, muchas veces, se limitan a formatos unidireccionales que poco resuenan con las nuevas generaciones.

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Además, este fenómeno subraya la necesidad de revisar cómo se construyen los relatos en un entorno mediático donde lo visual, lo inmediato y lo fragmentado predominan. El ascenso de Wong en Spotify no es un accidente, sino el resultado de una adaptación constante a los hábitos de consumo de sus audiencias, quienes esperan una comunicación que fluya entre plataformas, formatos y estilos. En este sentido, las plataformas no solo deben ser vistas como canales de distribución, sino como espacios estratégicos donde el mensaje puede evolucionar para aprovechar al máximo sus dinámicas.

Para quienes trabajamos en comunicación política, este caso obliga a replantear nuestras estrategias y comprender que las audiencias no buscan solo datos o información técnica; quieren mensajes que les hablen directamente, que interpreten sus preocupaciones y que, sobre todo, les hagan sentir parte de algo más grande. El cambio no es una amenaza, sino una invitación a adaptarnos constantemente, entendiendo que las reglas de la comunicación —ya sea en plataformas como Spotify o en el discurso político— no son estáticas, sino que se reescriben día a día, al ritmo de las audiencias.

Así como Wong ha sabido interpretar esta nueva lógica para posicionarse como líder en su categoría, quienes nos dedicamos a la comunicación política debemos aprender a construir mensajes que no solo se adapten al entorno cambiante, sino que además resuenen con las emociones, aspiraciones y valores de las comunidades a las que buscamos llegar. El desafío es permanente, pero también lo son las oportunidades para innovar y conectar desde un lugar más auténtico y efectivo.

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