Lo peor que pueden hacer las sociedades democráticas es idolatrar a fundamentalistas políticos. El fundamentalismo tiene un origen religioso y la política ha tomado mucho de ello para hacer una visión cerrada en busca de uno o varios enemigos. De esta manera, justifica sus acciones. El eterno contraste, polarización o grieta.
Los fundamentalismos van contra el progreso y contra los avances que persiguen un mejor mañana. Este tipo de políticos se quedan encerrados en viejas teorías y conceptos, sin poder aggiornarse a los tiempos que pasan ni adaptarse al mundo cambiante y en, en ello, a un avance continuo.
En varias ocasiones, los líderes políticos no se abren ni se adaptan a los tiempos actuales por lo que generan interpretaciones incorrectas en las que muchas veces justifican acciones y decisiones que toman, son autócratas. Lo que genera que estos los líderes se queden con visiones obsoletas y que dañan, al igual que a los que enfrentan y critican, el sistema político y nuestra civilización.
El libro “El choque de las civilizaciones” de Samuel Huntington trata sobre los futuros conflictos a nivel mundial y algo que destaca es que los problemas serán religiosos. Pero en este momento de la historia no estamos viviendo un choque de civilizaciones, sino de fundamentalismos que provoca que muchas personas se involucren y se fanaticen. Es decir, el fanatismo exacerbado hace que las personas actúen como les plazca pensando que todo está justificado.
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Samuel Huntington, autor de “El choque de las civilizaciones”.
El caso Javier Milei: ¿fundamentalismo o estrategia?
El caso de Argentina y su actual gobierno se puede analizar desde los fundamentalismos políticos entendiendo que hay una estrategia para ganar tiempos. Javier Milei eligió presentarse en modo campaña. Está utilizando la misma estrategia que usó para ganar el ballotage pero gobernando. Prefiere enfrentar y contrastar ante esto que denomina “La Casta”, hablándole sólo a aquellos que lo idolatran, pero sin consenso político a nivel país.
El presidente no tiene una fuerza propia, tampoco mayoría en las Cámaras, y ahora se enfrenta a la pelea con los gobernadores, mientras le sigue hablando a esa gente que lo votó en la primera vuelta. Trata de construir un fenómeno nuevo en el modo de confrontar, pero es autócrata. Si bien encontró puntos del hartazgo de la sociedad hacia la política y, vale decir, que tanto daño le han hecho al país y a la política a nivel mundial, sigue manejando según la aprobación de sus fanáticos sin construir gobernabilidad.
Sin ir más lejos, la falta de diálogo, la falta de entendimientos y el enfrentamiento permanente, ¿no es también un poco más de lo mismo algunos de los que considera enemigos de la patria?
El contraste funciona para la política pero cuando una sociedad está agotada, ¿qué es lo que sucede? ¿Estos fundamentalismos políticos pueden perdurar en el tiempo?
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Hay que tener en cuenta que los fundamentalismos acabaron con miles y millones de personas a lo largo de la historia y en todo el mundo. Fueron el instrumento para su persecución en guerras tanto religiosas como políticas, enfrentando a unos y otros. Fueron producto de tremendos genocidios. Por ello la importancia de los liderazgos; pueden hacer que algo crezca o que algo cambie.
Estamos en una era en la que tenemos que convivir, colaborar, coincidiendo o no, pero buscando puntos de encuentro para generar un mayor progreso para el mundo, un mejor mañana. Estamos en una etapa bisagra en la que debemos cambiar muchas cosas y no podemos estar atados a fundamentalismos que atrasan, enceguecen, enfrentan y que terminan decapitando sociedades.