El 9 de enero de 2007 salió a la luz el primer smartphone de la historia, en manos de Steve Jobs, que abrió paso a la nueva era de la comunicación digital con una frase que quizás haya sido muy humilde para la relevancia que tuvo: “Apple reinventa el teléfono con iPhone”. Ese primer dispositivo representó un paso en la historia cuya dimensión aún hoy sigue en constante transformación.
Un año después, de la mano del artista Shepard Fairey, creador de uno de los afiches de la gráfica política universal más emblemáticos, la campaña de Barack Obama fue un paradigma en la modernidad por haber sido la primera en operar digitalmente. A través de su sitio web oficial y del innovador sitio “My.BarackObama.com”, existía un correlato en redes sociales por primera vez en una campaña política presidencial. Este blog de Obama, además de aumentar considerablemente en número de la recaudación de fondos, permitía enlazarse con diferentes redes sociales -sobre todo Facebook, MySpace y Twitter-, para que los partidarios demócratas difundieran en el entorno digital sus pancartas, del mismo modo que lo hacía el afiche “Hope” de Fairey en las calles.
De ahí en adelante, nuestro presente. Pareciera que en estos 16 años, una avalancha atravesó completamente nuestras formas de entendernos, comunicarnos, percibir y decidir. Sucedieron tantas cosas en materia de comunicación y uso de tecnología que sería necesario pensar otro artículo para abordar el tema: de Obama, al caso de Cambridge Analítica, el crecimiento exponencial de las fake news, hasta llegar a la IA generativa y los ejércitos de trolls en redes sociales.
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en la comunicación digital está transformando la industria de los medios a una velocidad sin precedentes. Mientras esta tecnología ofrece enormes beneficios en términos de eficiencia y personalización, también plantea serias preocupaciones sobre su impacto en la desinformación y la creación de fake news, un problema que ya era grave y que, con la IA, adquiere una nueva dimensión. En estas líneas, exploramos los aspectos positivos y negativos de la IA en la comunicación, con un enfoque en el papel creciente de las fake news.
La Inteligencia Artificial y su impacto en la creación y distribución de contenidos
La IA está revolucionando la forma en que muchos medios de comunicación crean y distribuyen contenido. Herramientas como ChatGPT, Bard y MidJourney han permitido automatizar la creación de artículos, análisis y otros tipos de contenido, ofreciendo a las empresas de medios la capacidad de producir material a una velocidad y escala que antes era inimaginable. Según Pere Buhigas, director del Observatorio de la Inteligencia Artificial y las Nuevas Tecnologías de la UIC Barcelona, la IA permite a los medios personalizar la oferta de contenido, adaptándola al perfil de los usuarios, lo que mejora la eficiencia y la relevancia de la información.
Sin embargo, la IA también ha traído consigo nuevos desafíos. Según Andrés Todesca, la automatización de la creación de textos y contenido visual ha facilitado la proliferación de noticias falsas, las famosas fake news, como ya hemos visto en reiteradas ocasiones. Estas pueden ser tan verosímiles que resulta cada vez más difícil para el público discernir entre lo real y lo falso.
El problema de las fake news: un riesgo amplificado por la IA
La preocupación por la creación de fake news con IA es especialmente grave en un entorno digital ya saturado de desinformación. Según una encuesta publicada por Statista, el 89% de la población en la Unión Europea afirmó estar expuesta a noticias falsas, y el 30% aseguró que esto ocurría de manera "frecuente" o "muy frecuente". La IA ha amplificado este problema al hacer posible la generación masiva y automatizada de contenido falso, utilizando modelos como ChatGPT para escribir noticias falsas de manera convincente.
El estudio de NewsGuard, una organización dedicada a rastrear la desinformación, reveló que en el 80% de los casos, las versiones 3.5 y 4 de IA como ChatGPT generaron afirmaciones falsas o engañosas sobre temas sensibles como el COVID-19, la guerra en Ucrania y los tiroteos en escuelas. Este tipo de información falsa se distribuye fácilmente a través de plataformas digitales, a través de la viralización instantánea y masiva, lo que pone en riesgo la credibilidad de los medios y la confianza del público en las fuentes de información.
Además, la IA ha demostrado ser igualmente problemática en la creación de imágenes falsas. Casos como la foto del papa Francisco vistiendo una campera de Balenciaga, generada por MidJourney, o las imágenes falsas de la detención del expresidente Donald Trump, son ejemplos de cómo la IA está transformando no solo el texto, sino también el contenido visual.
¿Qué pasa con la supervisión humana?
A pesar de los avances en la IA, lejos estamos del reemplazo de la humanidad, que sigue siendo fundamental en su intervención para garantizar la veracidad de la información. Si bien es notable la utilidad de automatizar ciertas tareas, no es posible reemplazar completamente el criterio y juicio humano. El riesgo de confiar ciegamente en sistemas de IA para generar contenido periodístico es alto, especialmente cuando se trata de temas que requieren precisión y sensibilidad.
El periodista Paul Adepoju, del Centro Internacional de Periodismo (ICFJ), advirtió que aunque ChatGPT puede ser útil para tareas simples, su capacidad para manejar temas complejos y científicos aún es limitada, lo que puede llevar a la difusión de información incorrecta. Esta dependencia de la IA para la creación de contenido sin suficiente supervisión puede agravar aún más el problema de las fake news.
Fact-Checking: el último dique de contención
En un escenario donde las fake news generadas por IA se vuelven cada vez más sofisticadas, el fact-checking emerge como una herramienta esencial para combatir la desinformación. Organizaciones como la Red Internacional de Verificación de Datos (IFCN) promueven buenas prácticas para detectar y combatir la desinformación. Sin embargo, como bien explica Olivia Sohr, periodista y socióloga argentina especializada en verificación de datos, la lucha contra las fake news no es sencilla, ya que estas suelen ser diseñadas para captar atención y viralizarse rápidamente.
Una de las dificultades del fact-checking es que, aunque puede reducir la difusión de noticias falsas, nunca será tan viral como la propia desinformación. El ritmo de propagación de las fakes news es desproporcionadamente mayor que el de la rectificación de las mismas. Aun así, la práctica del fact-checking tiene un efecto positivo al reducir la velocidad de propagación de las fake news, evitando que estas lleguen a más personas.
La IA como doble filo: oportunidades y desafíos
A pesar de los riesgos, la IA sigue ofreciendo enormes oportunidades para los medios de comunicación. Su capacidad para automatizar tareas repetitivas permite a los periodistas centrarse en el aspecto creativo y analítico de su trabajo, optimizando los procesos de producción de contenido. Empresas como Globant han desarrollado soluciones basadas en IA, como GeneXus y Augoor, que mejoran la productividad en la creación y distribución de contenido digital.
Sin embargo, es crucial que la industria de los medios mantenga una supervisión estricta sobre cómo se utiliza esta tecnología. La IA puede ser una herramienta poderosa para mejorar la eficiencia, pero también puede ser un arma de doble filo si se utiliza para difundir información falsa o manipular la opinión pública. Como concluye Todesca, el futuro de la comunicación global está en juego, y la línea entre lo real y lo falso es cada vez más borrosa.
Hace 16 años era difícil pensar en medio de la innovadora campaña de Obama y con los primeros dispositivos smartphone en nuestro dominio que más pronto que tarde nos encontraríamos en el contexto en el que nos encontramos. El salto exponencial de esta nueva revolución tecnológica con, la inteligencia artificial a la cabeza, ha llegado para quedarse y continuará transformando la industria de la comunicación en los próximos años. Pero su impacto no está exento de riesgos. La proliferación de fake news y la manipulación de imágenes y textos son problemas reales que requieren una vigilancia constante y una colaboración estrecha entre periodistas, tecnólogos y organismos de fact-checking.
El desafío radica en encontrar un equilibrio entre aprovechar los beneficios de la IA y mitigar sus riesgos. Para que la IA sea una herramienta verdaderamente transformadora en la comunicación, es esencial garantizar la supervisión humana, fomentar la transparencia y priorizar la ética en el uso de esta tecnología. Solo así podremos evitar que lo real sucumba a mentiras cada vez más inteligentes.