OPINIÓN

¿Hasta dónde nos puede llevar la rabia?

Milei propone hacer desaparecer el sistema educativo. La paradoja extraña de quienes hablan del futuro, pero piensan en mandar a la escuela al medioevo.

La semana pasada escuché asombrado que Javier Milei, en su rabia contra todo, propone hacer desaparecer el sistema educativo e imponer una política de vouchers, con una escuela optativa. De inmediato pensé que estábamos por entrar en esa distopía que imaginó Shyamalan en La aldea, en la cual un grupo de personas decidían vivir como en el siglo XVI en pleno siglo XXI.

Me pregunté entonces cuál era la misión de la escuela. La respuesta fue sencilla: transmitir la cultura. ¿Y qué es la cultura? La cultura es el conjunto de herramientas que las sociedades crean para sobrevivir, para enfrentar los peligros y las amenazas del mundo desde que la humanidad pisa la tierra. Desde los abrigos de pieles que utilizaron los primeros homo sapiens hasta la ingeniería hidráulica; por supuesto todas las creencias religiosas o seculares; las técnicas de cómo prender un fueguito hasta enviar un cohete al espacio; la cultura es todo eso y a lo largo del tiempo ha construido un inmenso acervo de conocimientos. Stanley Kubrick y Arthur Clarke lo describieron con una economía envidiable cuando, en 2001 Odisea en el espacio, el fémur de un gliptodonte lanzado por un homínido se convierte, en un salto de tiempo, en una nave espacial que surca el universo.

Desde entonces se han diseñado diferentes artefactos para realizar esa función. Si en la antigüedad los relatos orales de las leyendas alrededor de fogones cumplían ese cometido, a mitad del siglo XVI -siguiendo antecedentes antiguos como las academias griegas o las abadías monásticas-, se crearon las escuelas. Hubo diseños particulares como los normales napoleónicos, los campus universitarios norteamericanos o los internados de las élites que todavía vemos en seriales televisivas.

Hoy, las escuelas contemporáneas son dispositivos complejos que intentan abarcar la totalidad del saber humano. Desde la primera infancia (pensemos que la obligatoriedad de este primer ciclo es reciente), hasta la edad adulta, la escuela brinda esas herramientas imprescindibles sin las cuales sería difícil enfrentar la vida: competencias sociales, cognitivas, culturales, científicas. Así, la escuela pasó de ser una institución para minorías a volverse universal, integrando la formación básica (común, la llamaba Domingo Faustino Sarmiento) hasta la profesional, desde los cuatro años hasta más allá de la juventud. En ese mapa, podemos contar con las diferentes modalidades educativas, la formación agraria, técnica, los bachilleratos, la universitaria. No hace mucho tiempo comenzaron a evaluarse. Pruebas, investigaciones, rankings y recomendaciones internacionales, como las de Naciones Unidas. El sistema adquirió así una complejidad difícil de abarcar para los no expertos. Por eso, cuando se le pregunta a la gente por la calidad del sistema quizás muchos hablen pestes, pero rescatan a la maestra o el profesor de sus hijos.

Para Milei llegó la hora de cerrarla y eliminar de cuajo este inmenso acervo histórico, para dar paso un sistema comercial que ofrecería servicios de instrucción a quienes los demanden, con el solo objeto de hacer un negocio, sometido a la ley de la oferta y la demanda. Así, el Estado dejaría de regular la educación, diseñando las modalidades y las etapas, evaluado las trayectorias de los aprendizajes y acreditando competencias, y todo quedaría en manos de una mano invisible. Suena extraño ante los inmensos desafíos del mundo contemporáneo que dejemos librado a un desconocido el cambio climático, la cuarta revolución tecnológica, el inmenso peligro de los fascismos y las corrientes anticientíficas. De este modo, los libertarios nos enviarían de nuevo a un fogón, sólo que ahora manejado por un algoritmo.

Sin embargo, la rabia de los libertarios tiene un fundamento. El sistema educativo enfrenta otra encrucijada: el avance de la técnica digital, que, como sugiere Carlos Scolari, es nuestro ambiente, la nueva naturaleza que habitamos. Desde la desinstitucionalización que produjo internet en la distribución del conocimiento, hasta las tecnologías que facilitan el trabajo o las nuevas formas de la Inteligencia Artificial, todo eso desafía a la escuela. Por supuesto que en esa larga historia de las formas de transmisión de la cultura los medios fueron cambiando. Si antes usábamos una escritura manual sobre papiros, luego vino la imprenta, más tarde los medios de la cultura de masas (la radio o el cine, pero también la televisión), hoy las computadoras. Cada uno de esos medios potenció a los otros, los reubicó en series diferentes, y mutaron también, como las especies.

Ahora bien, las tecnologías como ChatGPT habilitan una pregunta: ¿Qué necesitan saber las nuevas generaciones? En primer lugar, sugeriría que dejemos de ver a las máquinas o las técnicas como algo exterior a la vida humana. En línea con la corriente que impulsan hoy los filósofos de la técnica, en gran parte seguidores del pensador francés Gilbert Simondon - autor, entre otros, de El modo de existencia de los objetos técnicos-, la cultura debe dejar de ver a la técnica como un adversario. Tenemos que integrar a nuestra mirada cultural a las tecnologías, porque, en realidad, los seres humanos somos impensables sin ellas. Poner al mismo nivel el pensamiento sobre la técnica, con el pensamiento religioso o estético ha sido una de las grandes provocaciones de Simondon.

Como sugiere Pablo Manolo Rodríguez -uno de los más interesantes exponentes argentinos de esta corriente- estamos ante las puertas de una nueva episteme. El desafío entonces de la escuela es abrirse a este mundo nuevo, pero eso no implica solamente incorporar computadoras (por supuesto, que “los fierros” son imprescindibles, nada más alejado de Simondon volver dicotómica esta relación), sino incorporar también una mirada sobre la técnica diferente. Ni alienación, ni subordinación, en la técnica, vale recordarlo, hay humanidad; pero para alcanzar ese objetivo tenemos que saber cómo funciona. En parte ese es el desafío de la escuela. Resulta entonces una paradoja que los que hablan del futuro piensen mandar a la escuela al medioevo. Por el contrario, nosotros debemos pensar de nuevo el futuro. Y eso implica necesariamente cambiar, adaptarnos, porque, finalmente, también somos especies.

esperamos una inflacion de 120 a 130 por ciento este ano
Ghione, Granata y Mayoraz (a la derecha de la imagen) armaron cada uno por su lado. 

Las Más Leídas

También te puede interesar