OPINIÓN

¿Es invencible el PRO? El escenario político-electoral y el futuro en la Ciudad

La victoria de Juntos por el Cambio (JxC) fue contundente en octubre, pero hay matices que permiten una mirada un poco más compleja de esos resultados.

Las últimas elecciones generales en la Ciudad de Buenos Aires dejaron un triunfo contundente de Juntos por el Cambio (JxC) y del PRO en particular. El actual oficialismo obtuvo el 49,7% de los votos afirmativos, lejos del 32,2% de Unión por la Patria (UP) - que rehusó participar del ballotage - y también apareció un tercer actor, La Libertad Avanza (LLA), que obtuvo el 13,8% de los votos afirmativos y pisó con fuerza en la zona sur de la ciudad. En términos legislativos, la alianza gobernante perdió la mayoría absoluta en la legislatura, al caer de 32 a 30 bancas, un escaño por debajo del quórum propio.

Parecería entonces que no hay grandes novedades en la Ciudad frente a escenarios anteriores ya que, a diferencia de lo que ocurrió en la votación nacional, en la que se impuso, LLA no tuvo un desempeño destacado en el distrito porteño. La victoria de la alianza cambiemista fue contundente en octubre, de eso no hay dudas, pero hay matices que permiten una mirada un poco más compleja de esos resultados.

1) En octubre, el oficialismo perdió más de 6 puntos porcentuales en relación al 55,9% obtenido por Horacio Rodríguez Larreta en 2019.

2) A pesar del descrédito del gobierno nacional, los votos a Leandro Santoro, candidato de Unión por la Patria, no se alejaron tanto de los resultados de Matías Lammens, de ese mismo espacio, en 2019 (32% contra 35,1%).

3) La emergencia de una tercera fuerza competitiva como LLA más que duplicó el desempeño de la tercera fuerza de 2019, Consenso Federal (5,4%).

Si nos detenemos a analizar los resultados de las PASO, sin embargo, queda claro que existe un espacio para la construcción de un espacio progresista en la Ciudad de Buenos Aires:

1) Las elecciones primarias marcaron una paridad inédita: el candidato del PRO, Jorge Macri, triunfó por poco más de un punto porcentual (28,7% a 27,2%) ante una coalición informal en torno a Martín Lousteau. Este último tenía el apoyo de la UCR, CC, GEN, Confianza Pública y el PS, partidos que históricamente agruparon una parte importante del voto no peronista, particularmente fuerte en el denominado “eje Rivadavia” (en relación a la avenida que cruza el territorio porteño). El único antecedente registrado fue en 2015, cuando Rodríguez Larreta se impuso a Gabriela Michetti por un margen relativamente holgado: 28 a 19%.

2) La distribución geográfica de ese resultado muestra que Lousteau ganó en 35 de los 48 barrios porteños y Macri en 13. El hombre del PRO se hizo particularmente fuerte en la franja norte de la ciudad y en Villa Devoto. Allí obtuvo diferencias sustantivas (de hasta 25 puntos) que, dado el peso demográfico de esos barrios, le permitieron imponerse en el resultado general. La distribución del voto macrista fue muy desigual: del 11,6% (Villa Soldati) hasta el 48,7% (Puerto Madero).

Lousteau, en cambio, tuvo un desempeño más equitativo (piso de 20,9% y techo de 30,5%), con su mejor resultado en Caballito (30,5%) -el núcleo del “eje Rivadavia”-, Villa Crespo (29,7%), Villa Urquiza (29,6%) y Agronomía (29,6%). En toda la franja central se impuso con diferencias de hasta 4 puntos. El sur -comunas 4 y 8- fue también un territorio ampliamente favorable a Lousteau en la interna: en Villa Soldati se impuso por 12 puntos, en Villa Lugano por 8, en Nueva Pompeya por más de 6 y en La Boca el margen fue superior a 5pp. Como es sabido, se trata de zonas de la ciudad que presentan problemas que las gestiones PRO no han resuelto en tantos años de gobierno.

¿Es invencible el PRO? La respuesta, casi con certeza, es no. Frente a la presencia de un núcleo duro macrista nada desdeñable (casi el 29% del electorado, al que habría que interpelar sobre sus motivaciones - ¿una vuelta al PRO puro?), existió una porción bastante similar de votantes que se inclinaron por una opción menos “dura”, autoproclamada progresista, dentro del no-peronismo. Esto no implica olvidar que hubo un porcentaje de votantes habituales del peronismo que acompañó a Lousteau en un “voto táctico” contra Macri y el PRO, pero su volumen no redujo el apoyo de Leandro Santoro en las primarias (22%), donde no se alejó de los valores promedio del peronismo desde 2007.

El resultado que cosechó Santoro en las elecciones generales de octubre -y su distribución geográfica- permite inferir que captó una parte importante del voto de “sensibilidad progresista”, como Lammens en 2019. Es posible asociar esto tanto a su origen en el radicalismo alfonsinista como a su posicionamiento como referente de “centroizquierda” en la coalición panperonista, y a los rasgos específicos de la campaña.

Esas dos candidaturas, Lousteau y Santoro, tuvieron perfiles similares en sus narrativas de campaña, con acento en la movilidad, la integración urbana, denuncias sobre el estado de la educación y salud públicas y, lo que no es menor, la seguridad, un tema que para un sector del progresismo siempre fue considerado tabú. En particular, y con diferentes énfasis, recuperaron demandas históricas en la ciudad como el régimen de alquileres o la extensión de la red de subtes. También la escasez de oferta educativa pública en zonas específicas de la Ciudad, así como el problema de la falta de vacantes desde el nivel inicial hasta el secundario, un problema que, según la Defensoría del Pueblo, afecta particularmente a los habitantes de la zona sur de la Ciudad, donde se concentran los reclamos presentados en esa dependencia.

En ambos casos, los resultados electorales han sido auspiciosos. De todo lo dicho se puede concluir que hay un espacio fértil para construir una alternativa progresista competitiva y con vocación de poder.

En cuanto a la dinámica legislativa que comienza, tal como se ha indicado al principio, es posible avizorar un escenario novedoso. Juntos por el Cambio ya no cuenta con quórum propio y deberá negociar sí o sí con el peronismo (18 legisladores) o LLA (9 legisladores) para poder sesionar. Al desagregar el interbloque de JxC en sus distintos componentes, se evidencia que el horizonte es aún más complejo. Macri cuenta con 20 votos “propios”, en tanto los otros 10 corresponden a socios de la alianza gobernante: 7 del radicalismo (perdió 1), 2 de Republicanos Unidos (ganados en 2021) y 1 del Partido Socialista (perdió 1). ¿Qué opciones tiene el macrismo? Si PRO se recuesta sobre LLA, puede generar cortocircuitos con algunos de sus -hasta ahora- socios. El socialismo y el radicalismo porteño se han mostrado reacios a cualquier tipo de acercamiento con los libertarios. En caso de que algunos proyectos de ley lleguen a la legislatura a partir de acuerdos con LLA, que necesariamente van a contener concesiones a las demandas de la ultraderecha, ¿los votos de radicales y socialistas estarán garantizados? En esta situación muy posiblemente el sistema político porteño vaya a un reordenamiento que habilite el surgimiento de nuevas alianzas, pero arriesgar una respuesta sobre el rumbo que pueda tomar sería hoy hacer futurología.

Del escenario electoral porteño se puede extraer una conclusión fundamental: hay avidez por una propuesta diferente, de una ciudad más justa, con un enfoque en la ampliación de derechos, con una inversión real en movilidad, que promueva la integración norte-sur e impulse el desarrollo en los barrios más allá del Metrobús y las reformas cosméticas que no atacan las causas estructurales de los problemas. La tarea no será fácil, pero es necesario iniciarla.

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La Corte Suprema
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