La ceremonia de los premios Oscar dejó sus ganadores, sus sorpresas y sus olvidos. Entre ellos, el cortometraje Anuja, nominado en su categoría, no se llevó la estatuilla dorada, pero sí algo quizás más importante: la capacidad de conmover y dejar huella en quien lo ve.
Con una duración de solo 20 minutos (disponible en Netflix), Anuja logra abrir puertas a la reflexión, provocar preguntas y desafiar lo establecido. Y señala a la educación como la herramienta más poderosa para romper los ciclos de pobreza.
Sobre el cortometraje
"Anuja" es un cortometraje indio, nominado en la categoría de Mejor Cortometraje de Acción en Vivo. Nos sumerge en la historia de Anuja, una niña de nueve años con un talento excepcional, atrapada en la rutina agotadora de una fábrica textil en Nueva Delhi a la cual se le ofrece la oportunidad de ir a la escuela, su mundo—y el de su hermana Palak—se enfrenta a una encrucijada.
Tras verla, las preguntas emergen solas: infancia, talento, explotación, comercio, educación, desigualdad, el rol de la mujer… Podríamos detenernos en cualquiera de estos temas y abrir un universo de debate. Pero hoy quiero enfocarme en uno en particular: el poder transformador de la educación.
"Anuja" nos pone frente a una realidad incómoda: la educación no es un simple servicio, es un acto profundamente político y transformador. Por eso, en la película, el patrón—esa figura que simboliza el poder, basado en un sistema que se sostiene en estructuras rígidas —percibe la educación como una amenaza.
No porque sea un riesgo en sí misma, sino porque tiene el potencial de cambiar las reglas del juego liberando a la niña en este caso de su destino inevitable. Una niña que aprende a pensar tiene más herramientas para elegir su camino, para cuestionar lo dado y para construir una vida con más opciones.
¿Por qué la educación es vista como una amenaza?
He sostenido siempre que la escuela es el mejor lugar para niños y jóvenes, pero eso nos obliga a preguntarnos: ¿qué escuela? ¿qué educación?
Pero no se trata solo de Anuja y su talento especial. Seguramente muchas de las niñas del taller tienen un enorme potencial, aunque sin oportunidades, ese potencial permanezca invisible. La educación no es solo un derecho, es la llave que abre caminos antes impensados.
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¿Vamos a seguir replicando modelos educativos que perpetúan desigualdades?
La educación es un acto de emancipación. No puede reducirse a la enseñanza de habilidades básicas ni a la transmisión de información útil. Como decía Paulo Freire, es una práctica de la libertad, una herramienta para cuestionar, comprender y transformar la realidad. Y sí, quizás en estos tiempos de inteligencia artificial y pragmatismo utilitario, hablar de educación como un acto de emancipación suene casi anacrónico. Pero es precisamente por eso que debemos insistir.
Lo decía también Emilia Ferreiro: aprender a leer no es solo decodificar letras, formar sílabas y luego palabras, sino descubrir que el lenguaje es una llave para interpretar el mundo y que el niño es el constructor y actor de ese conocimiento. Aprender a leer y escribir en la escuela es importante, porque es importante para la vida.
Las escuelas no pueden ser meros espacios de instrucción. Deben ser territorios donde cada niño descubra su voz, su poder y su derecho a imaginar y construir una vida más digna. "Anuja" nos recuerda que la educación es la herramienta más poderosa para romper los ciclos de pobreza, y que la ausencia de oportunidades educativas es, en sí misma, una forma de injusticia que no podemos aceptar.