LA PLATA (Corresponsalía Buenos Aires) Si había algo que no podía ponerse en duda allá por los primeros meses de gestión del Frente de Todos (FdT) era el kirchnerismo en sangre que portaba el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, mandamás en “la cuna de la resistencia K” durante los años de Mauricio Macri en la Casa Rosada y vicepresidente del Instituto Patria. Pero su mirada y acción comenzaron a cambiar con el correr de los meses, tras ser convocado por Alberto Fernández para reemplazar a María Eugenia Bielsa en el ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Eran otros tiempos, la pandemia hacía estragos en todo el mundo, el país encabezaba las negociaciones en la región para traer la vacuna contra el Covid-19 y el Presidente arañaba el 80 por ciento de imagen positiva. Y entonces lanzó al Presidente a la reelección. Pero nada es para siempre: dos años y una derrota electoral después, Ferraresi abandonó el Gobierno y regresó al útero kirchnerista.
En el epílogo de 2019, con el tercer mandato en el bolsillo tras arrasar en las urnas con el 60 por ciento los votos que le dieron otra reelección, Ferraresi volvió ratificar su pertenencia y ADN K. Frente a la dirigencia en el Concejo Deliberante juró por “la lealtad a Cristina”, pero tiempo después, una vez en el gabinete nacional y ante la mirada desconfiada del kirchnerismo duro que ya comenzaba a lanzar críticas a la gestión de Fernández, Ferraresi empezó a desplazarse a las huestes de un albertismo que nunca terminó de nacer. En ese grupo se alineaban sus pares ministros/intendentes Juan Zabaleta y Gabriel Katopodis.
Fue en agosto de 2021 cuando sorprendió a propios y extraños al ser el primero en postular al Presidente a la reelección: “Los procesos de la Argentina son de ocho años, así que ese será nuestro proceso, ocho años de Alberto (Fernández) y ocho años de Axel (Kicillof) en la provincia de Buenos Aires”, dijo. Era algo que hacía meses venía predicando en privado.
Pero la negativa de Fernández a armar ese albertismo que lo empoderara, su falta de conducción política y los reiterados errores que plagaron su gestión, sumado a la falta de resultados económicos y la lluvia de piedras provenientes de La Cámpora hicieron que Ferraresi recalculara y volviera a golpear la puerta del Instituto Patria para reconstruir su relación con la vicepresidenta y su núcleo duro. Lo logró.
Cristina Fernández volvió a elegir Avellaneda como cuna de la resistencia, ahora contra el Presidente que ella misma engendró. Fue desde allí donde, en un acto de la CTA, lanzó dardos contra el Movimiento Evita, la agrupación conducida por Emilio Pérsico que en ese entonces todavía era el sostén territorial de Fernández. Allí cuestionó al gobierno por el “festival de importaciones”.
También fue el lugar que la vicepresidenta eligió para cerrar el año y hablar en público por primera vez luego de su condena en la causa “Vialidad”. En esa ocasión, al lado de Ferrareri, pero sin nombrar a su compañero de fórmula, habló de la “agrupación política amague y recule”.
El aumento de kirchnerismo en sangre de Ferraresi lo puso en los últimos días en la ruta del reclamo a la administración central para que ponga en funcionamiento una mesa política del Frente de Todos. Además, insiste con la candidatura de CFK pese a que ella misma ratificara que no va a ser “candidata a nada”, del mismo modo que promociona la reelección de Kicillof en la provincia, el candidato del “95 por ciento de los votos” en cualquier interna.
“No descarto que Cristina sea candidata”, repite e insiste: “Me quedo con la frase de Cristina ‘voy a hacer lo que tenga que hacer’”. Para la provincia, el gobernador: “Nadie está en mejores condiciones que Kicillof para aportar la mayor cantidad de votos al proyecto nacional. Es el mejor candidato que tenemos en la provincia”.