Tras su tour presidencial por la Patagonia, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, realizó una serie de cambios en su estrategia de campaña para 2023. En las próximas semanas, estará más abocado a los temas domésticos para mostrarse como un “gestor”, faceta que le ha dado buenos frutos en su carrera, y menos a sus recorridas proselitistas. El nuevo maquillaje a su estructura también incluye el análisis de los movimientos de sus principales rivales en la interna amarilla, la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, y el exmandatario Mauricio Macri.
Los cálculos que hace el alcalde porteño son simples. La responsabilidad de gestión le quita tiempo para hacer política de cara a la carrera presidencial. En cambio, Bullrich y Macri tienen más horas libres para planificar meticulosamente sus visitas y sus discursos ante el electorado de cada rincón del país. Lejos de ponerle un alto a su actividad proselitista, Larreta decidió reorganizar las actividades de su equipo de trabajo.
“Sabe que le tiene que dedicar más tiempo a la política, pero su principal atributo como dirigente hoy es la gestión. Esa característica puede convertirse en una deficiencia si no actúa en consecuencia”, resumió uno de los ministros que más tiempo pasa con Larreta. En las últimas semanas, el alcalde fue centro de críticas por estar más abocado a la campaña que a su rol de jefe de Gobierno porteño.
Las últimas encuestas que llegaron a Uspallata dan cuenta de una caída en la valoración de la gestión de Larreta. Según los sondeos, existe una merma de 15 puntos porcentuales con respecto a los registros de 2019. Sin estar en niveles "peligrosos", esos números marcan la encrucijada de la que busca salir el jefe de Gobierno: se ajustan las tuercas en la gestión o se corre el riesgo de que se fracture el principal cimiento de su candidatura presidencial.
Lejos de las alarmas rojas, el larretismo cree que todavía la sociedad, y sobre todo el electorado porteño, tiene una buena ponderación de la gestión, pero no por méritos propios sino por una "nivelación para abajo" de todos los Ejecutivos como consecuencia de la pandemia del covid-19. Eso quedó evidenciado en las dificultades que los oficialismos tuvieron en las elecciones posteriores a febrero de 2020.
Larreta no quiere que predomine ese “golpe de suerte” y una de las primeras piezas que movió fue la del secretario de Asuntos Estratégicos, Eduardo Macchiavelli, quien pondrá un stop al armado político del alcalde para ser el encargado de controlar la gestión de la administración porteña. Estará focalizado en el espacio público.
Asimismo, el jefe de Gobierno decidió que, por un tiempo que todavía no está definido, hará notar más su presencia en temas de coyuntura diaria. La decisión no es pensada exclusivamente en clave electoral sino también para calmar algunas voces internas que le reclaman mayor "volumen político" en su gabinete. Esas quejas, se basan en el impacto que tuvo el ingreso de Jorge Macri, quien oficia como vocero del alcalde.
En el tercer piso de Uspallata también analizan que la pandemia logró convertir a dos de las áreas más criticadas en la gestión del PRO en “los caballitos de batalla” del PRO. Educación y Salud, carteras a cargo de Soledad Acuña y Fernán Quirós respectivamente, pasaron de tener que defenderse todo el tiempo por acusaciones de recortes a liderar la ofensiva contra el Frente de Todos (FdT). De hecho, ambas figuras se anotaron en la lista de sucesores de Larreta.
Con una alta exposición pública, Larreta, quien la semana pasada habló ante el Círculo Rojo en el hotel Alvear y dio pistas sobre su proyecto económico, también se transformó en el centro de las críticas del Frente de Todos que lo eligió como principal rival de cara a las elecciones de 2023 por encima de Macri y Bullrich.