ROSARIO (Corresponsalía Santa Fe) La socióloga e investigadora del Conicet Mariana Geré es una orgullosa reivindicadora de la rosca política, ese submundo de toma y daca donde se tejen acuerdos y se negocian apoyos, las bambalinas del arte de lo posible.
En diálogo con Letra P previo a su participación en un nuevo conversatorio de Comunidad de Ideas, la autora del libro “La rosca política” rescata el trabajo de los “políticos profesionales” y lo contrapone con el discurso antipolítica de Javier Milei y su concepto de casta. “Si quiere ser presidente, la va a necesitar”, desafía.
-¿Es este contexto histórico uno de los peores en la consideración pública para la rosca política?
-Históricamente no tiene buena imágen ni buena prensa; es algo que ocurre, y con razones, en la trastienda porque son acuerdos que requieren discreción. No diría que este es el peor momento sino que la excepción es cuando esta rosca es reivindicada. Un ejemplo de eso fue en 2019, cuando dos expertos en armado del poder como Alberto Fernández y Miguel Ángel Pichetto fueron candidatos como muestra de que las dos coaliciones más importantes tenían razones para presentar algo que se parecía a una autocrítica, una necesidad de conseguir una base de sustentación más amplia.
-¿Dónde está roto el hilo entre la opinión pública y el armado político?
-Hay algo de las escenas de la política que están llamadas a ser comunicadas, como los debates televisivos, que son una parte chiquita pero la más visible para el público. La rosca como diálogo entre pares, negociaciones y concesiones es el abc de la política, los acuerdos que muchas veces sostienen los planes de gobierno, pero es lo menos agradable de mostrar hacia afuera.
-¿En una democracia parlamentaria es más aceptada que en una presidencialista?
-Sí, es parte de las reglas de una democracia parlamentaria; la idea de repartir puestos que supone apoyos parlamentarios para las iniciativas de gobierno. Eso está mucho más institucionalizado. En Argentina la rosca no está institucionalizada y por eso corre por canales semi secretos. Y como todo lo semi secreto, tiene un halo de misterio.
-¿El concepto de casta que utiliza Javier Milei es enemigo del de rosca?
-Sí. Supone la idea de establishment de políticos profesionales y, sin duda, el mundo de los rosqueros es el de los políticos profesionales, gente que tiene mucha trayectoria política, que entiende sus lenguajes y sus códigos. Y hay un saber específico ahí que es importante, que igualmente siempre a muchos políticos, no solo a Milei, les sirve presentarse como outsiders y lo siguen haciendo aún cuando ya tienen trayectorias políticas nutridas. Eso siempre sirve en términos discursivos y performativos, y sin embargo hay mucho trabajo político que debe ser hecho para organizar elecciones, repartir espacios en las listas, fiscalizar, organizar actos y después, eventualmente si se gobierna ni hablar. Parte de esos saberes son muy necesarios, con lo cual no puede prescindir de parte de esa política profesional. Si Milei quiere ser presidente va a necesitar de la casta, de políticos que sepan de política. Y probablemente su encanto frente a la ciudadanía siga siendo no mostrarlos demasiado.
-¿Esta caída en su imagen puede estar relacionada con el desprecio al armado político profesional?
-Es muy pronto para hablar de qué va a pasar con el crecimiento de Milei de acá al año que viene, más allá de que puede faltarle expertise político lo cierto es que es muy dependiente del escenario político en el que está. Capitaliza muy fuertemente la indignación y el hartazgo de parte de la sociedad y las peleas en las principales coaliciones. Hay muchas cosas que lo fortalecen en una crisis política y económica; pero si todo eso desapareciera, tiene una debilidad estructural y de liderazgo.