ROSARIO (Corresponsalía Santa Fe) Como los conductores de TV cuando ven encenderse la luz roja de la cámara, Martín Redrado hace lo mismo cuando escucha la palabra "economía": empieza a hablar. Y también quiere conducir un programa, pero no en la televisión sino uno económico para, así, de una vez por todas, poder comandar un ministerio de peso desde donde dar órdenes y dictar medidas. A eso parece jugar de nuevo, aunque lo oculte. Truncada por ahora la chance que lo llegó a imaginar como posible reemplazo de Martín Guzmán, el economista asesora a cuanta figura presidencial lo consulte. Propone leyes para bajar la inflación y un programa de estabilidad y crecimiento para el próximo gobierno “sea cual sea”, aclara sobre el color político. No exagera: reconoce que habla con distintos sectores, con un vocabulario en el que la grieta no existe.
Esta amplitud no asombra, su vínculo con la política es resbaloso desde siempre y parece sentirse cómodo en ese lugar de consultor sin terminar de meter las patas en el barro; al menos hasta que se le dé el premio mayor. Ni bien bajó del avión después de una gira por Asia donde dio clases en un doctorado, desembarcó en un lujoso hotel céntrico de Rosario donde 500 personas, invitadas por la Federación Gremial de Comercio e Industria, llenaron un salón para escucharlo. Se cambió el traje, acomodó la sonrisa y desplegó todo un repertorio de su manual para presidenciables con un programa para que quien triunfe en 2023 no la choque de entrada y ponga cimientos.
“Para el éxito hay tres condiciones: equipo económico o ministerio integral, capacidad de implementación con un programa de estabilización y crecimiento, y leyes que respalden por más que cambien los gobiernos”, sostuvo. ¿Cartel 2023 colgado? Puede ser. Por ahora, le dijo a Letra P que lo consultan de diferentes espacios. “Por suerte sí, tratamos de dar opiniones para todos, más allá de la grieta”, aclaró.
Nunca estuvo en claro si el acercamiento con Cristina Fernández de Kirchner se concretó después de que en 2010 resistió durante casi un mes el desalojo del despacho del Banco Central (BCRA), auspiciado por el kirchnerismo, con judicialización mediante. La causa del dólar futuro que involucró a la actual vicepresidenta lo puso en primer plano. Hoy recuerda aquellos años intensos como una temporada para sacar pecho: “Defendí la independencia del Central con mi libertad. Cuando me enfrenté al poder político, enfrenté seis causas penales. Por suerte hay una Justicia independiente y me restituyó al cargo”.
Redrado ya sonó un par de veces para suplir a Guzmán, valiéndose de su vínculo tanto con Alberto Fernández como con Sergio Massa, como en octubre de 2020 cuando el Banco Central obligó a una reestructuración de deuda en dólares en momentos en que la brecha cambiaria no se contenía. Entonces, se paseó por el directorio de una empresa grande con el saco de ministro puesto mientras hacía su trabajo de asesor. Ahora se acercó al alcalde porteño Horacio Rodríguez Larreta para aconsejarlo y alertarlo de las recetas ortodoxas de los halcones PRO que prometen dolarizar la economía e impulsar un shock estabilizador. Respecto a la implementación de este tipo de medidas de choque, cree que la aplicación “depende del contenido del shock”, pero, aclaró, lo necesario es “un plan integral de estabilización fiscal, monetaria e impositiva que dé previsibilidad al sector privado”.
Con esa lógica, descartó que la dolarización planteada, por ejemplo, por Javier Milei y repetida por Patricia Bullrich, sea posible e ironizó al respecto: “Hay sólo 4.000 millones de reservas netas. Lo que hay que preguntarles a los que quieren dolarizar es a qué dólar. Si tomás los dólares y el circulante de pesos, tenemos un tipo de cambio por cada dólar de 600 pesos. ¿Se aguanta semejante devaluación la pobreza? Yo estoy convencido de que no”.
El ex-golden boy retomó la cuestión de las reservas, un tema en el que mueve como pez en el agua por su paso por el Central. Hace unos días disparó con todo al decir que los dólares se escurren como agua entre las manos. "¿Qué pasará, entonces, con las metas del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI)?", se lo consultó en una ronda de prensa. “Hasta ahora, la política del gobierno fue encepar más. Puede pasar que el Fondo brinde perdones a las metas de acumulación de reservas y que se pongan más restricciones”, sostuvo a Letra P. A esa misma hora el board del organismo confirmaba la aprobación de la meta del acuerdo.
Luego, Redrado completó con un tono más político: “Se ve una mirada del Fondo de patear los problemas y esperar al próximo gobierno en 2023, sea cual sea el color político, con un horizonte a mayor largo plazo”. Estirar y esperar a diciembre de 2023, es la cuestión; y juega a eso.
Ante el auditorio, el economista repitió la necesidad de mezclar una receta heterodoxa desde un punto de vista social. Larreta coquetea con esas ideas, al igual que el radical Facundo Manes, otro presidenciable al que se le adjudica cercanía con Redrado. “Muchos colegas piensan como estabilizar la economía y después se preocupan por los focos sociales. Hay que tener una visión política y pensar de manera integral, cómo se crece con integración social, con movilidad social ascendiente”. Política transversal: para los pobres, la clase media y las empresas.
Para eso, dice, se debe atacar a la inflación, un problema al que plantea como primordialmente monetario. Por lo que propone tres leyes: la primera en materia monetaria, que dar "previsibilidad a la cantidad de dinero que tenga que emitir el Banco Central y que el directorio rinda cuenta cada tres meses de cuánto se está emitiendo”; la segunda, una noma de independencia “instrumental” del BCRA; y la tercera, para desindexar el gasto público.
“La tercera ley la tomo de una idea de Juan Sourrouille ahora que está de moda Diario de una temporada en el quinto piso, de Juan Carlos Torre. No toquemos los contratos privados, ya se han tocado bastante, pero sí el gasto público”. Lo que evitó aclarar es si cree que la situación económica actual se compara con aquel incendio durante el alfonsinismo. Ese libro es que el que Cristina Kirchner le regaló al Presidente para su último cumpleaños. No se lo dedicó.