La participación del Movimiento Evita en el piquetazo que organizaciones sociales opositoras y oficialistas llevaron a cabo este viernes en el centro porteño para protestar contra la baja de planes del programa Potenciar Trabajo dispuestas por la ministra de Desarrollo Social, Victoria Tolosa Paz, dio cuenta de cómo la funcionaria terminó de quebrar el albertismo, la corriente política que nunca llegó a nacer pero que, en el amanecer de la gestión del presidente Alberto Fernández, amagó con jugar en la interna del Frente de Todos.
La organización social que lidera Emili Pérsico fue, desde el inicio de esta etapa y, más que nunca, durante los momentos más tensos de la relación entre el Presidente y el cristinismo, el sostén más voluminoso del jefe de Estado.
Eso fue así a pesar de las tensiones que siempre marcaron la relación del Evita con los titulares de la cartera que administra los programas de asistencia. Con Daniel Arroyo primero y con Juan Zabaleta después, la convivencia en un ministerio hiperparcelado no fue un lecho de rosas, pero la sangre no llegó al río. Con Tolosa Paz, la bomba estalló.
La lupa que la ministra posó sobre el Programa Potenciar Trabajo detonó el vínculo con los movimientos sociales oficialistas, que en las últimas semanas fueron dibujando una parábola que los llevó a distanciarse de la defensa cerrada del Presidente para acercarse al kirchnerismo, como fue relatando Letra P.
La conducción nacional de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), que incluye también a la Corriente Clasista y Combativa (CCC), al Movimiento Somos Barrios de Pie y al Frente Popular Darío Santillán (FPDS), se movilizó para exigir "soluciones para los más pobres" y rechazó el "ajuste económico y la estigmatización" de los sectores sociales más vulnerables; una declaración de altísimo voltaje para una organización que, como se dijo, fue el principal soporte político del Presidente en la interna oficialista.
Bajo fuego
Tolosa paz nunca la pasó bien en el despacho principal del Ministerio de Desarrollo Social, al que llegó en octubre con las urgencias propias de un área siempre al rojo vivo y con el desafío de gestionar en medio de un organigrama loteado entre distintos sectores, desde el Evita a La Cámpora, pasando por el massismo, los intendentes y el espacio de Juan Grabois.
Dos meses después de ese desembarco, estalló el fuego amigo con la difusión de un informe de la AFIP, el organismo conducido por Carlos Castagneto, kirchnerista premium que guardaba para la ministra una pila de facturas acumuladas durante años de tensiones en la interna platense- que revelaba que 250 mil personas beneficiarias de planes sociales habían comprado dólares o habían pagado impuesto a los Bienes Personales.
El paper-bomba derivó en una investigación abierta por el fiscal federal Guillermo Marijuan, que, según informó Clarín, denunció penalmente a la ministra tras tomarles declaración testimonial al titular de la AFIP y a su jefe de Gabinete. El funcionario judicial cuestiona, según el diario, que de los 253.000 planes presuntamente irregulares sólo se hayan suspendido 2.243.
El albertismo nunca fue tal cosa. En gran medida, por decisión o incapacidad de liderazgo del Presidente. Como contó Letra P, de ese sector ya no quedaba prácticamente nada: el kirchnerismo se lo fue comiendo y, hoy, sus principales figuras se acercan al calor del clamor por CFK 2023.
La movilización de este viernes de las organizaciones sociales oficialistas y las filosas demandas que portaron acaso haya sido el golpe de gracia para terminar de quebrar el albertismo nonato. Tolosa Paz lo hizo.