El segundo tiempo que Mauricio Macri desea tener en la Presidencia –ya sea comojugador/candidato o como técnico/elector– también incluye al club que lo formó y lo posicionó hace más de dos décadas para dar el salto definitivo a la arena política. Quizás por haber amasado su poder ahí, entre el lujo y el barro de la pelota, al expresidente de Boca el fútbol nunca le resulta un tema secundario. Su caso personal amerita darle importancia.
Macri lo evidenció nuevamente esta semana, cuando en una entrevista con el canal TN habló un largo rato sobre el proyecto que dice ayudar; pero que en realidad diseñó en primera persona desde las sombras: la candidatura de su amigo Andrés Ibarra, exministro de Modernización tanto en la Ciudad como en la Casa Rosada.
"Que el club esté por arriba de todas las personas y que haya una forma de funcionamiento. Hoy hay mucho personalismo en el club. Las cosas que escucho me llevan a preocuparme”, declaró Macri, casi como invitando a Juan Román Riquelme a actualizar su legendaria versión del Topo Gigio. Macri esta vez se cuidó mucho más que a principios de año, cuando en la Feria Expoagro lanzó sin saber que lo grababan: “Riquelme nos está arruinando. Una cosa es saber poner la pelota y otra es dirigir un club como Boca”.
Macri ya eligió a Ibarra y desde hace algunos meses, su candidatura empieza a trabajarse en distintos ámbitos de la vida política xeneize. La relación entre ambos acumula décadas, empresas y mandatos de gobierno. Ibarra aterrizó en el Grupo Socma, una de las principales empresas de la familia Macri, cuando tenía apenas 22 años. Fue gerente de control de gestión de la constructora Sideco S.A., director financiero y comercial en Autopistas del Sol, y director comercial y de marketing de Correo Argentino.
En 2004, Macri lo designó gerente general de Boca y, cuando llegó a la Ciudad y a la Nación, ministro de Modernización. Era, junto a algunos otros funcionarios, quienes invitaban a la reconversión cuando el empresariado pyme llevaba sus demandas y dificultades.
Sociedades no tan anónimas
Aquel diagnóstico –reconversión o ajuste hasta que duela para luego iniciar un camino de crecimiento– es el que Macri esboza en su nuevo libro Para qué y el que también aplica al negocio del fútbol nacional. Es, acaso, una de sus históricas cuentas pendientes, cuya primera aproximación formal se remonta a 1998.
En aquel año, en una reunión presidida por Julio Grondona en el predio de Ezeiza, el entonces presidente de Boca habló durante 15 minutos de lo bueno que sería que capitales privados aterrizaran en los clubes que estaban mal económicamente. Cuando Grondona pidió votar, 24 dirigentes levantaron la mano por el No. Sólo Macri la levantó por el Sí. Ahí, el viejo patriarca de Sarandí verbalizó una de sus frases más recordadas: “Perdimo’, Mauricio”. Macri nunca olvidó esa derrota.
Al lado de Ibarra está Javier Medin, otro gran amigo de Macri desde los tiempos de Socma. Medin es el alter ego de Macri en cuestiones de fútbol desde que arribó como vicepresidente del Comité Normalizador de la AFA durante su gobierno. En ese tiempo, aunque no estaba en el primer plano del mundo dirigencial, era el secretario de Asuntos Legales e Institucionales en la gestión de Daniel Angelici, con quien se enfrentó más de una vez.
Ibarra y Medin sumaron a la mesa de trabajo a otros viejos conocidos del mundo xeneize, algunos con cargos en las altas esferas del poder político, como el vicepresidente primero del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires, Francisco Quintana; el empresario y conocedor de todo el mapa de peñas en las provincias Royco Ferrari, y Rómulo Zemborain. Todos comparten una premisa: hay que intentar desterrar al riquelmismo en 2023.
¿Estará Angelici en esa mesa? Casi nadie lo descarta, aunque también deslizan que deberá encolumnarse detrás del candidato ya elegido porque “su tiempo ya pasó”. Lo mismo aseguran sobre algunas personas que mandan a hacer gigantografias para posicionarse y vender más caro su apellido en la inminente carrera electoral. Jorge Reale -dicen en el club- es uno de los tantos ejemplos que vendrán.
En el angelicismo hablan de unidad, lo que habilita a poner condiciones o apellidos para una futura fórmula. En la ronda de nombres aparecen Quintana, el empresario camionero y exvice del club José Beraldi; y hasta Mario Pergolini, el primer desencantado de la gestión Ameal-Riquelme. Todos los nombres, reconocen, van a mejorar la desabrida candidatura de Christian Gribaudo en 2019.
Tomando en cuenta el reciente antecedente de las elecciones en Independiente y sabiendo que con Macri de un lado, la identificación partidaria es inevitable, el ala macrista de Boca intenta diluir el aura amarilla de la candidatura de Ibarra, diferenciándolo: “Ritondo quiere ser gobernador, Grindetti es intendente. Ibarra ya estuvo en cargos públicos y privados, ahora está de vuelta: solo quiere ser presidente de Boca”. Un cargo que, como comparó un histórico dirigente en 2019, es mucho más influyente que cualquier ministerio o gobernación en el país.