SEGUNDO TIEMPO

La sucesión de Llaryora, el otro debate en el peronismo cordobés

El intendente capitalino no descarta pelear por la Gobernación y acomoda las piezas para su eventual salida. La danza de nombre para competir por su cargo.

El mundillo político cordobés tiene su mirada centrada en la elección que marcará el fin del ciclo de Juan Schiaretti al frente del gobierno provincial en 2023. Sin embargo, otro debate comenzó a tomar temperatura en el último tiempo ante la posibilidad de que el intendente capitalino, Martín Llaryoradecida ser candidato a gobernador. De concretarse, el peronismo cordobés ya comienza a analizar quién será la mejor opción para sucederlo. En la lista de posibles candidatos ya están anotados dos nombres: el viceintendente, Daniel Passerini, y el Secretario de Gobierno, Miguel Siciliano.
 

En la previa a la confirmación de Llaryora como candidato a ocupar el espacio que hoy ostenta, Passerini y Siciliano se presentaban como los contrincantes con mayores posibilidades de encabezar la boleta del peronismo capitalino. De hecho, cuando el nombre del exvicegobernador empezó a ganar terreno, hubo resistencias que se fueron diluyendo a fuerza de tiempo, conversaciones y encuestas.  

 

Desde hace tiempo, Passerini viene manifestando su intención de convertirse en intendente de Córdoba. Ya tuvo su experiencia en el Ejecutivo de Cruz Alta, su ciudad natal, la cual gobernó entre 1999 y 2005. Luego, se sumó al gabinete de su máximo referente político José Manuel De la Sota.

 

Tras dos años como ministro de Solidaridad de la provincia, fue elegido legislador provincial por el departamento Marcos Juárez. Desde ese lugar, se convirtió en un hombre clave en el universo parlamentario provincial. Siempre combinó ese perfil con un destacado trabajo territorial, una de las características más fuertes de su militancia política. “No son muchos los políticos que, ocupando lugares de referencia, bajan al territorio con la naturalidad que él lo hace”, dicen a Letra P desde su entorno, que se caracteriza por contener a la mayor parte de las vertientes del peronismo mediterráneo. Estrategia de armado que comparte con el llaryorismo.

 

El reconocimiento a ese trabajo en el territorio lo convirtieron en ministro de Desarrollo Social durante la última gobernación de De la Sota (2011-2015), desde donde partió a un nuevo mandato como legislador. En ese momento, se hizo cargo de la vicepresidencia de la Cámara.

 

Médico de profesión, estuvo a punto de forzar una interna con Llaryora, amparado en los referentes delasotistas de la capital, principalmente en su relación con la hoy diputada nacional; Natalia De la Sota. Eso no sucedió y la fórmula que terminó nucleando a los sectores más fuertes del peronismo cordobés resultó victoriosa obteniendo más del 40% de los votos en septiembre del 2019.

 

Una de las características que tuvo la elección municipal celebrada en 2019 fue la reconstrucción de la unidad en el peronismo cordobés. Algo que no sucedía desde finales del siglo pasado.

 

Una de las figuras fundamentales para comprender esas peleas personales y políticas, que se sucedieron con el paso de los años es la de Olga Riutort. La primera Secretaria General de la Gobernación de la historia cordobesista rompió lanzas con el partido cuando, tras divorciarse de De la Sota, quiso ser candidata a intendenta en 2007. Perdió la interna, denunció fraude, se fue del PJ y presentó su propia lista. En ese proceso comenzó a tomar relevancia pública la figura de Miguel Siciliano, uno de sus principales laderos políticos.

 

Si bien ya venía de ocupar cargos claves desde la Secretaría General de la Gobernación, su rol como concejal lo empezó a proyectar, a partir de ese 2007, como uno de los referentes parlamentarios que encabezó la discusión con las gestiones de Daniel Giacomino, primero, y de Ramón Mestre, después. Cuando Riutort aceptó ser candidata a vice de Luis Juez y perdió la elección del 2015, Siciliano, ya sin banca en el Concejo, emprendió su vuelta al justicialismo.

 

Ese regreso se formalizó en 2017, cuando comenzó a trabajar en el Ministerio de Gobierno de Schiaretti y, tras la creación de su propia fundación, empezó a pensar en su proyección en la ciudad. Ameno en su trato cotidiano con la población, la oposición, el periodismo, el sector empresarial y los gremios del centro del país, Siciliano siempre supo que 2019 no era su momento. Tensionó la situación hasta que decidió dar un paso adelante y se convirtió en uno de los jefes de la campaña de Llaryora y se ganó su confianza.

 

Más allá de su alto perfil público, que se profundizó durante la pandemia, en su entorno lo reconocen paciente. Sabe que su futuro depende de solucionar algunas cuita internas en el partido en el que todavía hay sectores que le facturan sus años con Riutort pero no se desespera ni entra con facilidad en esa discusión que, reconoce, juega en su contra.

 

Los últimos cambios en el gabinete municipal, anunciados sobre el filo del fin de año, potenciaron el grupo interno del intendente y recortaron su poder de injerencia, aunque eso no parece desvelarlo. “Si no es 2023, será más adelante, pero Miguel no va a jugar desesperado”, advierte uno de los hombres cercanos a su núcleo interno al ser consultado por la proyección del actual Secretario de Gobierno.

 

El secretario de Gobierno Miguel Siciliano, con vecinas

Mientras todo eso sucede, Llaryora se concentra en una gestión que tendrá que convertirse en su plataforma de lanzamiento. De resultar exitosa, también será plataforma de quien aspire a sucederlo.

 

El sanfrancisqueño aparece como número puesto entre los aspirantes a la gobernación, pero él sabe que el desafío es mayúsculo y que la carrera no será en soledad. En ese marco, la Municipalidad de Córdoba aparece como trampolín y refugio. “No se va a arriesgar a perderlo todo. Si ve que pierde, se queda en la Muni”, arriesgan desde el peronismo capitalino mientras buscan bajarle la espuma a la discusión que, por abajo, empieza a hacerse cada vez más pública en torno a la posible sucesión en el Palacio 6 de Julio; en la que nadie descarta un cisne negro y en la que también jugará un papel central la jefa territorial del schiarettismo capitalino, la senadora Alejandra Vigo.

 

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