En momentos en que ejerce la presidencia pro tempore del Mercosur, el gobierno de Brasil decidió pisar el acelerador de las reformas flexibilizadoras que quiere imponerle al bloque, lo que vuelve a tensar la relación con la Argentina. Retomando el desafío de Alberto Fernández al oriental Luis Lacalle Pou cuando el uruguayo trató a nuestro país de "lastre" en su intento de cambiar de prepo las reglas de juego que rigen el club desde su fundación, el miembro más liberal del bolsonarismo, el ministro de Economía, Paulo Guedes, "invitó" a la Argentina simplemente a acatar su visión o marcharse.
"Si el Mercosur no ofrece una plataforma de integración, los que se sientan incómodos que se retiren, porque lo vamos a modernizar. Argentina dijo 'que se retiren los que se sientan incómodos'. Ahora le devolvemos eso y le decimos que el que se sienta incómodo que se retire", disparó el lunes durante un seminario de la Cámara Internacional de Comercio (ICC).
"Entendemos que Argentina no pueda abrir ahora, por su economía complicada, pero le dijimos que le damos el waiver para volver en dos o tres años para que esto no nos impida avanzar. Esa es nuestra posición en esta presidencia semestral", reveló.
La postura –anticipada por Guedes en diversas ocasiones, pero que esta vez adquirió mayor agresividad dado que los tiempos se acortan hasta el fin de la presidencia brasileña– desata la primera crisis para el nuevo canciller, Santiago Cafiero.
Acaso pensando en aprovechar que las posiciones en Brasil no son unívocas al respecto –especialistas de Itamaraty se oponen a violentar los estatutos del Mercosur y sostienen que los acuerdos comerciales y cualquier decisión reformista deben adoptarse por consenso, a la vez que los industriales no quieren sufrir la competencia de países capaces de borrarlos del mapa–, en la Cancillería tratan de bajar la espuma.
"Argentina va a seguir trabajando de manera amistosa y a favor de los sectores productivos y el empleo regionales con los gobiernos de Brasil, Uruguay y Paraguay", le dijo a Letra P una fuente de La Casa. "El diálogo y el consenso son las herramientas características del Mercosur. Preservar la unidad del bloque regional es una política de Estado para la Argentina. Nuestros equipos técnicos y de los ministerios involucrados están trabajando porque el Mercosur sigue siendo una instancia estratégica para la integración y el desarrollo económico", añadió. El país no se va ni cede.
De hecho, la referencia de Guedes –un hombre conocido por sus modo prepotentes y hostiles a nuestro país– sorprendió por haberse producido cuando hay avances en torno a la reducción del arancel externo común (AEC) que impulsa Brasil.
«“La ruptura de la unión aduanera haría que las empresas de los países miembros pierdan la reserva de mercado en el Mercosur. Así, pasarían a competir com competidores extrazona de escala incomparable”.»
"Esa negociación va bien, solamente quedan detalles. Un acuerdo es cuestión de semanas nada más", le dijo a este medio otra fuente diplomática, familiarizada con esa gestión. "El número final será un punto intermedio entre lo que quiere Brasil y lo que aceptaba Argentina. Las dos partes deberían salir satisfechas", enfatizó.
En efecto, habrá una reducción del 10% del AEC –la barrera que protege al bloque de la competencia de países de mucha mayor potencia industrial–, pero esta no alcanzará a la totalidad del universo del nomenclador, como pretenden el país vecino y Uruguay, ni solo al 75% menos sensible, como desea la Argentina. Sin embargo, eso no sería una paz definitiva: Guedes adelantó que en 2022 irá a la carga por oro recorte del 10%.
Para el ministro brasileño, el Mercosur debe dejar de ser una unión aduanera y convertirse en una simple zona de libre comercio, algo que supondría una reforma de los tratados constitutivos. Sin embargo, ante la negativa argentina –y al parecer paraguaya–, busca usar la titularidad rotativa de Brasil para avanzar de facto antes de fin de año, sobre todo en momentos en que hace tándem con Uruguay y su iniciativa de negociar el tratado de libre comercio más disruptivo para la industria regional: con China.
Lacalle Pou ya anunció el inicio de ese proceso. Aunque Cafiero dijo, según Infobae, confiar en que “China no va a oficializar un acuerdo que pueda complicar la relación bilateral con Argentina", el embajador de Pekín en Montevideo, Wang Gang, aclaró hace una semana que, "para China, es una negociación bilateral. Es un estudio de factibilidad entre China y Uruguay (…). China tiene 19 tratados de libre comercio con 26 países y regiones. Esperamos que Uruguay pueda incorporarse cuanto antes".
Para Brasil, lo de China y Uruguay es el punto inicial de una reforma que permita a cada país firmar sus acuerdos de libre comercio en soledad. Para la Argentina y, muy importante, para el grueso del sector industrial de Brasil, la ruptura de la unión aduanera implicaría la pérdida de la reserva de mercado dentro del bloque. En tal escenario, las empresas de todos los países miembros pasarían a encontrarse com competidores extrazona de escala incomparable y acceso al crédito más fácil –cuando no subsidiado–, lo que podría desalojarlas.
Guedes y Bolsonaro deploran el tipo de tratados de libre comercio que Argentina promueve dentro del Mercosur, para lo que citan los casos de El Salvador y República Dominicana, que describen como irrelevantes. Lo que no dicen es que, en su breve gestión, Cafiero acaba de designar a Canadá como un candidato privilegiado para entablar tratativas.
“Más allá de su retórica, la cuestión de la flexibilización de las negociaciones comerciales durmió durante el gobierno de Mauricio Macri”.
Además, hay que recordar que el acuerdo con la Unión Europea (UE) está cajoneado, pero no por voluntad de la Argentina sino de la contraparte. Aunque puede sospecharse que la causa de eso es la resistencia de muchos países a abrir sus mercados agrícolas a la única producción en la que el Mercosur es realmente competitivo, la argumentación apunta a las pésimas políticas ambientales… de Bolsonaro.
Sin embargo, Guedes bate el parche con la idea de aplicar ese tratado y apunta a firmar con Corea del Sur, Estados Unidos o Japón. Si el primero –también una amenaza para la industria local– es inocultablemente indeseado por la Argentina, el segundo no es ni una hipótesis para el demócrata Joe Biden. Japón sí negociaría gustoso.
Más allá de su retórica aperturista, la cuestión de la flexibilización de las negociaciones comerciales –planteada desde hace añares por Uruguay, incluso en tiempos del frenteamplista Tabaré Vázquez– durmió durante el gobierno de Mauricio Macri.
Liberales somos todos, pero no todos masticamos vidrio.