Tal como surge de la cobertura especial de Letra P desde Europa, la agenda del presidente Alberto Fernández no pasa solamente por el pedido de apoyo para la delicada negociación de la deuda que la Argentina mantiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI), llave, a su vez, para destrabar la refinanciación de la existente con el Club de París. La búsqueda incesante de vacunas contra el nuevo coronavirus –un objetivo a la vez sanitario, económico y hasta político-electoral– también forma parte del temario de las reuniones y cuenta con objetivos bien definidos.
El tema estuvo presente en el encuentro que Fernández mantuvo con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, y tendrá continuidad en los próximos tramos del viaje: España, Italia, el Vaticano y Francia.
El Presidente busca, así, anticiparse a las ofensivas de países de todo el mundo tanto o más necesitados de inmunizantes que la Argentina que podrían encontrar en Europa una fuente muy importante y no prevista hasta ahora.
Eso es así porque, por un lado, las campañas de vacunación por fin han cobrado velocidad en la Unión Europea (UE), algo que, de persistir, podría generar sobrantes antes de la llegada del invierno al hemisferio sur. En ese escenario, la posibilidad de que estos se exporten quedaría abierta, al revés de lo que ocurre hoy.
En segundo lugar, la UE está a punto de discontinuar el contrato de provisión de vacunas con el laboratorio británico AstraZeneca tras su vencimiento el mes que viene. Así lo sugirió el domingo el comisario (ministro) europeo de Mercado Interior, Thierry Breton. "No hemos renovado el contrato para después de junio; veremos qué pasa", anunció.
Aunque el funcionario francés no llegó a confirmar la cancelación definitiva del acuerdo, fuentes del bloque confirmaron que eso es exactamente lo que ocurrirá, de modo de hacer descansar la provisión más pesadamente en Pfizer-BioNTech –empresas de Estados Unidos y Alemania, respectivamente– y otros proveedores.
La UE ya ha llevado al plano judicial las demoras de AstraZeneca en la entrega de las vacunas prometidas y le reprocha que haya priorizado de manera radical al Reino Unido, país escindido del bloque recientemente. Además de eso, el trasfondo de esa disputa está hecho de operaciones de lobby y competencia comercial entre farmacéuticas de diferentes países y hasta de denuncias sobre posibles efectos adversos de los productos.
En el caso del de AstraZeneca, desarrollado en cooperación con la Universidad de Oxford, se lo ha ligado a la aparición de coágulos peligrosos en una ínfima cantidad de pacientes –sobre todo mujeres y personas jóvenes– lo que llevó a varios países primero a poner en pausa su aplicación y luego a limitarla a la población más añosa o, como en el caso de Dinamarca, directamente a abandonar su uso.
Más allá de que la generación de trombos no está plenamente probada como un posible efecto adverso, que los beneficios potenciales del producto superan largamente los posibles efectos indeseables y que aquellos casos resultan excepcionales, hay que destacar que no solo la vacuna de AstraZeneca presenta aparentes problemas. También la de Johnson&Johnson y hasta la de Pfizer-BioNTech. En el primer caso, también se ha hablado de trombos y en el segundo, de hinchazón de rostro y, en Israel, hasta de miocarditis, sin que ese producto haya recibido en la UE el mismo tipo de crítica que el de AstraZeneca. Una vez más, la tirria con el Reino Unido y la competencia comercial deben ser tenidas en cuenta.
Así las cosas, si el contrato europeo con ese laboratorio no se renueva, las plantas que este tiene en Bélgica, los Países Bajos e Italia quedarían con una capacidad productiva que debería buscar nuevos clientes, algo para lo que se anota la Argentina. Para eso, sería necesario que la UE destrabara las regulaciones a la exportación de esos productos. He ahí una fuente potencial de inmunizantes capaz de compensar la demora que ha sufrido la producción nacional de esa vacuna junto a México, país que no contó con los filtros necesarios para su envasado y debió enviar lo producido en Argentina a Estados Unidos, donde eso quedó varado.
Hay, asimismo, una tercera cuestión que centra la gira europea de Fernández en la cuestión de las vacunas: la posibilidad de que la Organización Mundial de Comercio (OMC) levante las patentes de los laboratorios productores para acelerar la producción de las mismas en todo el mundo.
Como se sabe, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, sorprendió la semana pasada al respaldar ese reclamo, presentado por India y Sudáfrica y respaldado, entre otros países, por la Argentina. En Europa, esa postura es seguida por los gobiernos de Italia y Francia, entre otros, pero no por el de Alemania.
Angela Merkel ha hecho suya la posición de las farmacéuticas, esto es, que la suspensión de los derechos de propiedad intelectual desincentivará la investigación privada de vacunas y la adecuación de las existentes a las nuevas cepas, que tienen el potencial de volver obsoletos los productos conocidos. Así, la acción de jefes de gobierno como los que visita Fernández en su gira es parte de una ofensiva internacional de persuasión sobre una UE cruzada por esa divergencia y que prometió buscar una respuesta común en las próximas semanas.
Las decisiones de la OMC se toman por consenso, así que basta con que un solo país miembro se oponga a una moción para que esta sea desechada. Así, para la Argentina y decenas de países del mundo desesperados por las nuevas olas de la pandemia, es crucial superar el veto de Berlín, para lo cual resulta imprescindible contar con la comprensión y la intermediación de otros países importantes de la UE.