Los últimos dos días, que pasó en Europa rosqueando en pos de un acuerdo favorable con el Fondo Monetario Internacional (FMI), le dieron a Martín Guzmán la pizca de certeza que le faltaba: está bajo fuego, tanto enemigo como amigo. Los rumores sobre su posible renuncia recorrieron ciertos nichos del mercado financiero, portales informativos de escasa reputación y las redes sociales. La calidad de esas fuentes impidió que la operación tomara vuelo, aunque esta sí captó un momento de debilidad del ministro de Economía. Él se declara dispuesto a dar pelea en la interna y hacia afuera, discutir y persuadir, pero traza la línea roja de su permanencia: las presiones políticas en un año electoral pueden flexibilizar el Presupuesto, su plan económico para el año, pero no desfigurarlo.
El ministro se reunió el domingo con el ministro de Asuntos de Economía y Energía de Alemania, Peter Altmaier, y este martes tenía agendado un encuentro con el secretario del Ministerio de Finanzas, Wolfgang Schmidt. El miércoles visitará en Roma al ministro de Economía y Finanzas de Italia, Daniele Franco, y aprovechará la estadía en esa ciudad para encontrarse con el papa Francisco.
En esas reuniones, busca apoyo para flexibilizar las condiciones de la renegociación de la deuda que el país mantiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y no, como se informó, para volver a la Argentina con un acuerdo por la que se mantiene con el Club de París, que algunos plantearon como una condición imprescindible para su permanencia en el gabinete. Esa especie no tiene sustento: por un lado, porque los duros del cristinismo, que lo miran de reojo, no le hacen demasiado asco a un default en las actuales condiciones; además porque ese grupo de gobiernos establece, como una de las condiciones de cualquier refinanciación, un entendimiento previo con el Fondo. Ese y no otro es el quid de la cuestión.
El nivel de las versiones sobre su renuncia le hace pensar a Guzmán que, en las últimas 48 horas, el fuego fue enemigo y vinculado a sectores de las finanzas internacionales que siguen entrampados en pesos después del deseo y decepción del macrismo, que empezó con una cuenta de capitales convertida en autopista y terminó en el piquete del cepo. Al respecto, en el Palacio de Hacienda mencionan –una coincidencia, seguramente– un artículo de La Nación que señaló que "en los últimos tres años hubo una salida fuerte de fondos de inversión extranjeros, pero todavía hay dos que mantienen inversiones locales y podrían generar presión sobre el tipo de cambio financiero en caso de que decidieran comprar dólares y partir del país.
Son Templeton y Pimco, que tienen entre los dos 3.500 millones de dólares de los principales títulos públicos en pesos.
Esa ofensiva no encontró mayor eco desestabilizador en el mercado, notan en Economía. Ocurre que, si bien la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca, fue mencionada como eventual reemplazante y que esta, sin ser una ortodoxa, tiene buena reputación técnica, muchos agentes se preguntan por la caja de Pandora que podría abrir un alejamiento de Guzmán. "Si todo esto se desencadenara en buena medida por las presiones de kirchnerismo, ¿quién garantizaría que lo que viniera no fuera peor", le dijo, desde su propio paladar ideológico, un trader a Letra P.
Otro frente de fuego externo fueron las declaraciones del director del FMI para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, quien aludió a "diferencias de opinión significativas dentro de la alianza política del presidente (Alberto) Fernández sobre qué dirección deben tomar". Sin embargo, el organismo también tiene su interna: Julie Kozac, número dos de aquel y la mujer que Kristalina Georgieva puso al frente del caso argentino para facilitar las negociaciones, se comunicó poco después con Guzmán para bajar el tono de aquellos dichos y tranquilizar al ministro: todo lo hablado en su reciente paso por Washington permanece vigente.
El fuego amigo es otra cosa, pero Guzmán observa que no se expresa en operaciones en medios o redes sino a la luz del sol.
A lo ya señalado por Letra P respecto de algún funcionario de tercer orden en el organigrama del Ministerio de Economía, adscripto al cristinismo y que actúa como un librepensador, se sumaron el lunes declaraciones de Federico Bernal, interventor del Enargas –un ente autárquico– sobre las tarifas de gas. Según él, subirán el mes que viene entre 6 y 7 por ciento para usuarios residenciales y hasta 4% para pequeñas y medianas empresas. Las subas corresponden solo a los tramos de transporte y distribución, explicó, y "no se prevén nuevos aumentos en 2021" en dichos rubros.
El Presupuesto 2021 establece un incremento de tarifas de gas, luz, agua y transporte equivalente en promedio a la inflación, de modo que permanezcan constantes en 1,7% del producto bruto interno (PBI). Persuadido por Máximo Kirchner, Guzmán entiende que deberá flexibilizar ese ítem en el contexto preelectoral, pero lo anunciado por Bernal es mucho más que una flexibilización: es una provocación, dicen en su entorno.
Consciente de que buscan rodearle la manzana, el ministro está dispuesto a dar la pelea dialéctica dentro del vestuario e insistir con su argumento de la inconsistencia de que esos subsidios alcancen a tantos argentinos y tantas argentinas de clase alta y media que, para peor, jamás votarán al Frente de Todos. También reiterará el sinsentido de que los mismos, solo en energía, superan toda la inversión en obra pública. Su esperanza es que, luego de los comicios, algún retoque extra haga que lo que se está doblando no se rompa.
Otro francotirador, Juan Grabois, que viene de destratarlo, tendrá una respuesta gestual potente este miércoles, cuando Francisco, gran referente de aquel, reciba al ministro en el Vaticano. Seguramente no lo hará para decirle que gestiona desde "determinadas planillas de cálculo" y que "le falta calle y formación política".
Sin embargo, si la segunda ola del nuevo coronavirus se desmadrara y obligara, como el año pasado, a volcar a las familias y las empresas una ayuda que solo podría financiarse con emisión monetaria, el funcionario entendería otra vez la necesidad de rendirse a la emergencia. La calamidad podría, así, imponer una tregua en la guerra entre los defensores del gasto a ultranza y el ministro que los irrita con sus resquemores fiscales.
“No vinimos a aguantar la economía", dijo Guzmán hace seis meses. Mientras perciba que hay margen para seguir adelante con la idea de tranquilizarla y estabilizarla de manera gradual, dará pelea. Si no, encontrará su límite.