Marzo de 2020 marcó la llegada de la pandemia y, sobre llovido, mojado, el mismo mes de este año llega a Paraguay con una conjunción de crisis sanitaria, política e institucional. Con un sistema sanitario colapsado y protestas diarias que exigen la renuncia del presidente, Mario Abdo Benítez, el modelo paraguayo, que dio buenos resultados durante la primera ola de covid-19, es solo un recuerdo. Como muestra la historia del país, el tercer mes del año provoca otra vez tumultos de consecuencias imprevisibles, otra vez con un mandatario que intenta evitar el juicio político.
Lo que ya se conoce como “el tercer marzo paraguayo” comenzó el último viernes con una masiva manifestación en Asunción por el colapso sanitario. El “modelo paraguayo” del año pasado quedó en el recuerdo en medio de denuncias de corrupción, falta de camas de terapia intensiva y medicamentos y un proceso de vacunación deficitario que solo consiguió la llegada de 4.000 dosis de Sputnik V. Aquella jornada dejó dos víctimas. Una en el gobierno, con la renuncia del ministro de Salud y exestrella nacional Julio Mazzoleni para “generar paz”; otra en la población, por la muerte de un hombre de 32 años en un contexto de represión.
Con un presidente que intentó ocultar la crisis, la tempestad le estalló al gobernante Partido Colorado de improviso, igual que ocurrió con la aparición del covid-19 en Wuhan. Con las denuncias de corrupción, la crisis sanitaria y la represión, la oposición, encolumnada detrás del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Frente Guasú del expresidente Fernando Lugo, avanzó con un pedido de un juicio político que tendrá en los próximos días momentos de definición ante el juego de cintura de un presidente que busca negociar con sus aliados y adversarios partidarios para evitarlo y llegar con vida al final del mandato en 2023.
En diálogo con Letra P, la exministra de Salud de Lugo y actual senadora nacional Esperanza Martínez recordó que el Poder Legislativo aprobó al comienzo de la pandemia un préstamo de 1.600 millones de dólares para preparar al sistema sanitario, pero que hasta el momento solamente se ejecutó el 36% del mismo y que “prácticamente el 90% de las compras realizadas tuvieron que ser devueltas o suspendidas por direccionamiento o sobrecostos”. “Es una gestión ineficiente porque hemos tenido recursos y no los hemos ejecutado, mientras que aquello que se ejecutó tuvo una fuerte corrupción”, agregó.
El primer "marzo paraguayo" ocurrió en 1999, cuando fue asesinado el vicepresidente Luis María Argaña y la crisis nacional llevó al entonces jefe de Estado, Raúl Cubas, a renunciar. El segundo fue en 2017, cuando manifestantes incendiaron el Congreso ante los intentos del entonces presidente, Horacio Cartes, de modificar la Constitución para habilitar su reelección. Ahora, “Marito” Benítez, hijo de su padre homónimo, que trabajó como secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, intenta sortear la maldición con el sacrificio de ministros y negociaciones con el hombre fuerte de la política: el propio Cartes. El anuncio de recambio de algunos de sus funcionarios es parte de un juego de ajedrez con el expresidente para evitar su destitución. El PLRA, por su parte, anunció que presentará el pedido de juicio político que, para prosperar, necesita 53 votos en la Cámara de Diputados que la oposición no tiene y que debería buscar en los congresistas que responden al propio Cartes.
“Cartes ha jugado a este juego de extorsión, de apoyo y de oposición con su propio gobierno desde el inicio”, afirmó la senadora Martínez, quien añadió: “Lo sostiene, le crea crisis y después termina siendo la solución exigiendo cupos y espacios de poder como medidas extorsivas”. A pesar de que Benítez y Cartes pertenecen al histórico Partido Colorado que gobernó Paraguay durante más de 70 años de forma interrumpida, ambos pertenecen a corrientes internas diferentes que se disputan el poder. En 2019 el exmandatario, amigo del expresidente argentino Mauricio Macri, ya salvó a su sucesor de otro juicio político y en estos momentos vuelve a encontrarse en la misma posición. Su fortuna personal, de dudosa y cuestionada procedencia, su influencia política y sus fieles legisladores le permiten dominar el péndulo de la política nacional a pesar de haber abandonado las funciones en 2018.
De esta manera, los designios del país se disputan entre el círculo cerrado del Partido Colorado y la masividad de las protestas que desde la semana pasada llenan las calles de la capital. Nuevamente se evidencia la debilidad Abdo Benítez, un presidente que nunca logró superar ni quitarse de encima la figura de su antecesor y que vuelve a quedar a merced de su voluntad. Al mismo tiempo, el propio partido atraviesa el desafío de sostener o no al mandatario. “El dilema de los colorados es que la indignación da poca viabilidad para sostener a Benítez, quien no demostró capacidad de conducir un barco en el medio de la tormenta”, explicó Martínez.
Los interrogantes no son solo presentes, también involucran el futuro. La crisis sanitaria no se resolverá en el corto plazo, el proceso de vacunación será lento, la salida de la pandemia será duro y supondrá fuertes consecuencias sociales y económicas. En ese contexto, el golpe personal y político para el presidente puede ser demasiado contundente como para llegar con vida a 2023, tras el paso por las elecciones municipales convocadas para octubre próximo. “Esta crisis se puede repetir”, anticipó la senadora del Frente Guasú: “Es muy complicado tratar de conducir un país con un presidente ausente, incapaz, inepto y que prácticamente ha perdido todo su liderazgo político”, completó.
El futuro de Paraguay es frágil y se resolverá en los próximos días entre las disputas en la calle, la presión social y el opaco interés corporativo del Partido Colorado. Si Abdo Benítez vuelve a sobrevivir a una crisis, lo hará con una mayor debilidad. Si no lo logra, el país enfrentará una profundización de la crisis. El "tercer marzo paraguayo" está en pleno movimiento.