“Bajar la inflación es una prioridad”. El ministro de Economía, Martín Guzmán, hablaba así hace un año, en diciembre de 2020, cuando defendía un Presupuesto con una pauta de 29% anual en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este lunes, al defender el proyecto de Presupuesto 2022, Guzmán atribuyó la escalada inflacionaria a la dinámica internacional y a efectos monetarios, pero mantuvo la proyección de 33% para el año próximo, algo que, para las consultoras privadas y el Fondo Monetario Internacional (FMI), suena insostenible y luce contradictorio con el mantra de no dinamitar el proceso de recuperación económica. El ministro repitió este lunes: “Es un objetivo central de esta política económica atacar el problema inflacionario”.
Guzmán repitió la consigna de priorizar la baja de la inflación durante el primer trimestre, hasta que la expectativa oficial se hizo añicos. El Gobierno, entonces, ensayó una justificación: al fenómeno de la inflación global, se sumaba la poca voluntad de las empresas, que no acompañaron las intenciones oficiales, como sí lo hicieron algunos gremios que acordaron pautas salariales en torno a esa cifra, luego actualizadas hasta dos veces.
Este martes, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) informará un Índice de Precios al Consumidor (IPC) que, según estimaciones privadas, rondará el 3%. Para el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, un número debajo de esa cifra sería un logro de gestión. Con acuerdo de precios para productos de consumo masivo, tarifas ancladas y tipo de cambio oficial contenido, los economistas que participan del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central coinciden en que este dato será el más bajo del próximo cuatrimestre. En diciembre comienza la “temporada caliente” de los precios, que se extenderá hasta marzo o abril. Anticipan, para 2022, una inflación promedio de 52,1%, casi 20 puntos superior a la marcada en el Presupuesto.
El FMI ya puso sobre la mesa su menú para bajar la alta inflación: menor déficit fiscal, menor emisión monetaria y política monetaria con tasas reales positivas. No hay, juran en Gobierno, reclamo de devaluación brusca, pero sí la expectativa de que el dólar se mueva al compás de los otros precios de la economía y no sea un ancla. Suena inevitable, además, un aumento en las tarifas que recaliente el IPC.
Guzmán recogió algunos de esos planteos en su exposición de este lunes, ante la comisión de Presupuesto y Hacienda de Diputados. En ese ámbito, adujo que el Gobierno esperaba que en 2021 hubiera una mayor demanda de instrumentos en pesos que sostuvieran el valor de la moneda doméstica y anticipó para 2022 un tope al crecimiento de la base monetaria: crecerá al ritmo de la actividad económica.
El cóctel oficial incluye también acuerdos de precios y salarios para moderar expectativas, algo que no funcionó este año. “Este esquema también supone que está la posibilidad a partir del 7 de enero de avanzar sobre la base de un acuerdo de precios con el sector privado. Este ha sido un elemento que ha sido parte de lo que son las negociaciones con el FMI en la construcción de un programa plurianual que nos permita refinanciar la enorme cantidad de vencimientos de deuda en los años 2022, 2023 y 2024”, dijo el ministro.
Hacia allí se dirigieron las principales críticas de la oposición este lunes. Luciano Laspina, vicepresidente de la comisión de Presupuesto y Hacienda, marcó las inconsistencias de un programa que promete reducir el financiamiento del déficit con emisión a través de mayor endeudamiento con organismos multilaterales y acuerdos bilaterales, por 1,1 punto del PBI. El Gobierno busca, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, casi U$S13.000 millones en este ámbito.
Ahí apuntó, también, Carlos Melconian, en diálogo con radio Mitre. “Si terminás el año con una inflación arriba de 50% y decís que la inflación va a ser 33%, seguís emitiendo, inventás dólares que no tenés, buscás un mercado de capitales que no existe y no tocás las tarifas, es una monografía de escuela secundaria”, dijo.
La ambiciosa proyección oficial choca contra las propias expectativas de Guzmán, que apunta a un programa con el Fondo que no obstruya el crecimiento. El ministro sabe que una baja de casi 20 puntos en la inflación puede atentar contra la actividad. Hace dos meses, al hablar ante la Cámara Argentina de la Construcción, fue menos contundente: “Esperamos que siga bajando la tasa de inflación inercial a la velocidad que se pueda en función de que se vayan reduciendo los otros desequilibrios”.
Dicho de otra forma: es imposible suponer una caída tan abrupta de la inflación sin un ajuste en el gasto público que no está presupuestado y, además, es imposible de digerir socialmente, en una administración que destina dos tercios de sus recursos a pagar salarios, jubilaciones y asistencia social.