LA REUNIFICACIÓN

La CGT, a imagen y semejanza (con delay) del Frente de Todos

La unidad tardía de las tribus sindicales. Un piso que no es garantía ni cierra todas las heridas. El apoyo con condiciones al Presidente en una hora crítica.

 

El camino hacia el nuevo escenario unidad se asemeja mucho al recorrido que las principales tribus del peronismo partidario hicieron durante 2019, que desembocó en la construcción del Frente de Todos y en el triunfo presidencial. Es más, parece ser el mismo proceso pero con un delay importante que no va a tardar en demostrar si los representantes de la clase trabajadora tomaron nota de los aprendizajes de los últimos dos años. Si la unidad como activo político le permitió a la coalición peronista ganar las elecciones, también demostró que es una condición necesaria pero no suficiente para ejercer el poder.

 

La distribución -sobre todo, la ampliación- de los cargos en el Consejo Directivo cegeteista parece, otra vez, un reflejo de cómo se conformaron ministerios y organismos nacionales y abre una gran incógnita sobre cómo volverá a ser, no ya la gobernabilidad, sino la convivencia de los sectores internos que se conocen de memoria y que no perdieron nunca sus mañas y sus modus operandis. Quienes hegemonizaron la conducción de la central tras la salida del moyanismo, en febrero de 2018, trabajaron para incorporar a la constelación que orienta Camioneros condicionada, sin poder de fuego real, cosa que finalmente no ocurrió. Los Moyano, a la vez, no abandonaron los antiguos vicios de apoyar (y financiar) subterráneamente toda lista opositora dentro de los gremios adversarios. El mercantil Armando Cavalieri y el colectivero Roberto Fernández pueden dar fe de eso.

 

Digresión aparte, el nuevo Consejo Directivo, después de las últimas movilizaciones sindicales que clamaban por "la producción y el trabajo", dejó fuera del triunvirato a los metalúrgicos de la UOM y a los mecánicos del SMATA, los principales exponentes de los (¿ex?) poderosos gremios de la industria.

 

El dispositivo de unidad, de todas maneras, dejó en el camino la aspiración de Alberto Fernández, que, cuando aún era candidato, pedía la integración de la CTA y de los movimiento sociales a la conducción cegetista. Nada de eso ocurrió. Es más, los gremios afines al kirchnerismo, a excepción de La Bancaria, la organización que conduce Sergio Palazzo, quedaron relegados a lugares marginales, como lo expresan las vocalías a las que fueron confinados los gremios de la Corriente Federal de los Trabajadores. Por lo bajo, algunos miembros de la nueva conducción negaban que se tratase de un movimiento de castigo por su identidad política y, en cambio, se la adjudicaban a que "ya habían cobrado" en el cierre de listas del Frente de Todos, donde encontraron más cabida que en la organización obrera.

 

Lo cierto es que estas gestualidades y rencillas ocurren en momentos en que los principales dirigentes de la CGT decidieron salir a jugar fuerte en la interna del Gobierno. Si hasta hace unas semanas los pedidos de correcciones al Gobierno y de inclusión de la opinión sindical eran tímidas y se limitaban al off the record, la derrota electoral de septiembe y los malos presagios para este domingo aceleraron los tiempos. "Queremos sentarnos en la mesa de las decisiones políticas", dispararon Andrés Rodríguez (UPCN) y Héctor Daer(Sanidad) con un semana de diferencia, frente al propio Presidente, en el caso del dirigente estatal, y ante los más de 1.700 congresales el reelecto cosecretario general de la CGT.

 

El posicionamiento para incidir en el rumbo del Gobierno como contraposición al kirchnerismo ya tuvo sus primeros hitos. Uno fue el respaldo a la negociación con el Fondo Monetario Internacional, justo cuando el entorno de la vicepresidenta y La Campora empezaron a transmitir reparos sobre los términos del eventual acuerdo por las consecuencias políticas y sociales que podría acarrear. El segundo aún no ocurrió: será el próximo miércoles, cuando los resultados electorales estén sobre la mesa y la CGT se movilice a Plaza de Mayo junto al Movimiento Evita para ratificar, como si hiciera falta, su apoyo al Presidente. No al Gobierno.

 

Martín Llaryora, gobernador de Córdoba. 
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