En la Casa Gris, el gobernador de Santa Fe Omar Perotti simuló a aquellos directores técnicos que llegan a un club y llevan consigo a un jugador que supo rendirle en otro equipo. En este caso, fichó a su viejo colaborador Marcos Corach como ministro de Gestión Pública y lo acomodó en la zaga central junto al nuevo titular de Gobierno, Roberto Sukerman. Tienen una orden directa del DT: cuidar el arco, cuerpear con los delanteros rivales y construir la identidad del equipo desde atrás para adelante.
Se trata de la nueva columna vertebral del Gabinete que venía rengo desde octubre cuando Esteban Borgonovo renunció a la cartera de Gobierno. El momento elegido de la renovación, criticado por las demoras, coincide con una suerte de relanzamiento de la gestión. “Tiene que ser el año de la recuperación”, se convencieron con Perotti el sábado en una reunión junto a Sukerman. Allí el gobernador les bajó línea: Estado y funcionarios cercanos a los problemas.
Esto, por contraste, sugiere que hasta ahora ese objetivo no se había logrado. Menos palacio y más política fue un comentario que se repitió entre espacios aliados al perottismo. Corach viene a sumar en ese sentido con un perfil aguerrido: mayor volumen político y de discusión con la mira puesta en la Legislatura. Es decir, que la oposición con su mayoría automática en Diputados y mayoría simple en el Senado no se lleve puestas las pretensiones del Ejecutivo.
Según definió a Letra P, “la oposición es un poco intransigente y hace sentir la mayoría”. “Son las reglas de la democracia. Pero cuando los acuerdos entre las Cámaras te imponen la mayoría, en definitiva, no perjudican al Gobierno sino a los santafesinos y santafesinas”.
¿Cómo destrabar esas situaciones? Cintura, negociación; ceder a veces, endurecer en otras. Todas estas características que se le atribuyen tanto a Corach como a Sukerman aunque ahora deberán demostrarlas en la cancha y en un ámbito santafesino que se enciende con cualquier chispa. Ambos parecen coincidir en que mantener la guardia alta es un modo para sobrevivir y llevar la delantera de un Ejecutivo, algo que se destacó en la última década en la política nacional.
Viejos conocidos
Con el gobernador se conocen desde los ‘90, cuando el mandatario era intendente de Rafaela. Repartió volantes para sus campañas y hasta llegó a jefe de gabinete municipal. A mediados de 2020 lo llevó a la gestión como segundo del ministro de Gestión Pública, Ruben Michlig, quien ahora dará un paso al costado aunque podría colaborar asesorando. “El gobernador reafirma la confianza que me tiene desde hace años. Me pidió un rol de coordinación, y mi compromiso es fortalecer la gestión activa desde todas las áreas”, definió. Así, Perotti se asegura un leal de pura cepa dentro del universo minúsculo en el que toma decisiones.
Cuando se fue Borgonovo y la cartera de Gobierno pasó a Gestión Pública, Corach tomó la posta con bastante éxito en el toma y daca del Presupuesto 2021 y, luego, en la ley impositiva que le dejó un sabor amargo. Arrancó con algo de exposición, confrontando en Twitter con el arco opositor, pero luego bajó el perfil e hizo silencio. Hasta ahora.
Corach le da otra interpretación a la manera casi unipersonal de gestionar por parte del gobernador y los riesgos a la hora de tomar las decisiones de ese modo. “Al gobernador lo obsesionan el trabajo y todos los temas. Gobierna con prepotencia de trabajo, está arriba de todos los temas. Hasta no tener certezas de que se resolvió algo, no afloja. No tiene horarios. A algunos le puede gustar más o menos, pero es así”.
La oposición sostiene que las nuevas espadas de Perotti son contradictorias cuando hablan de mejorar el diálogo pero lanzan críticas a la Legislatura. Corach respondió: “Reniego cuando dicen que hay falta de diálogo. Trabajamos mucho, hablamos menos en algún momento, pero dialogamos siempre. El propio gobernador habla cara a cara, sin intermediarios. Que no tengamos charlas con determinados legisladores no significa que seamos un gobierno sin diálogo”.