En el año 1988, en un contexto de convulsión por la desintegración de la Unión Soviética, la República Soviética Socialista de Armenia buscó aprovechar estas circunstancias e intensificó su objetivo expansionista para apropiarse de la región de Nagorno Karabaj de Azerbaiyán.
El pueblo azerbaiyano se expresó pacíficamente para rechazar las acciones de los armenios. En la capital Bakú, la gente acudió en masa a congregarse en la Plaza de la Independencia para protestar también, contra la política del gobierno soviético; tanto por la inactividad como por ignorar las crecientes demandas territoriales de los armenios.
Y la respuesta de Moscú fue de corte represivo. En la noche del 19 al 20 de enero, bajo instrucciones directas de Mikhail Gorbachev, el entonces Secretario General del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética; unidades militares del Ministerios de Defensa y del Interior, y del Comité de Seguridad del Estado de la URSS, entraron en Bakú y alrededores masacrando a la población civil. Utilizaron equipo militar y otras armas con la consigna de “establecer el orden institucional”. El ejército soviético atacó a la población civil, y esa noche 131 civiles fueron asesinados.
Además de haberse declarado el estado de emergencia, esta injerencia militar arrojó el saldo de 744 personas heridas y otras 400 detenidas. Todo fue con una crueldad sin precedentes; categóricamente, se trató de un acto que buscaba ser una señal para todas las demás repúblicas que formaban parte de la URSS. Esta represión fue violatoria de las normas del Derecho Internacional e incluso de la propia constitución soviética. Para la organización Human Rights Watch, la violencia usada por el ejército soviético contra los azerbaiyanos en la noche del 19 y madrugada del 20 de enero, fue un “castigo colectivo”.
Inmediatamente después de la tragedia, el 21 de enero de 1990, el líder nacional de Azerbaiyán, Heydar Aliyev junto con su familia visitó la oficina representación permanente de Azerbaiyán en Moscú. Expresó su solidaridad con su pueblo, condenó duramente al liderazgo soviético por cometer la sangrienta tragedia y exponer a quienes lideraron la operación.
El Parlamento de Azerbaiyán determinó específicamente quiénes fueron los autores de la tragedia del 20 de enero. Esta acción sangrienta fue considerada como una agresión militar y un crimen cometido por el régimen comunista totalitario con el fin de sofocar el movimiento de liberación nacional en Azerbaiyán, tanto para quebrantar la fe y la voluntad del pueblo.
La desintegración de la Unión Soviética es un fenómeno de las Relaciones Internacionales, un acontecimiento histórico que sigue siendo material de análisis y que es tomado como una fecha que marca un antes y un después en la política mundial. Muchos recuerdan y conocen de algunos de los eventos que fueron parte de este suceso, pero poco se conoce lo que ocurrió en Azerbaiyán.
El 20 de enero de 1990, los azerbaiyanos que sacrificaron sus vidas y fueron víctimas de esta masacre, lo hicieron en nombre de la protección de los intereses nacionales; ellos escribieron una nueva página en la heroica crónica de nuestro pueblo.
Este es un evento histórico en la restauración de la independencia estatal de Azerbaiyán, y fue un punto de inflexión. Después de esta tragedia, el movimiento de liberación nacional se convirtió en una realidad política y el pueblo se orientó a ver su futuro hacia un único camino, el de verse como un país independiente.
El objetivo de la independencia llegaría finalmente el 18 de octubre del año siguiente -en 1991-, y este sangriento episodio que es recordado como “Enero Negro”, sería un hecho clave que produjo un efecto en cadena que luego se desarrolló en todas las repúblicas que eran parte de la URSS.
Hoy, los mártires de la independencia descansan en el Parque Dagustu (localizado en el punto más alto de la ciudad), a ellos, cada 20 de enero, les rendimos homenaje.