La apertura de un cupo de exportación de maíz de 30.000 toneladas diarias que confirmó el Ministerio de Agricultura a las 00.00 del lunes, en el primer minuto del cese de comercialización por 72 horas lanzado por la Mesa de Enlace y sectores autoconvocados, no convenció a nadie. Ni a epresentantes de la prooducción y la dirigencia empresaria -ni a los halcones ni a las palomas- ni a funcionarios que, en medio de las internas palaciegas, tienen capacidades recortadas para negociar.
La comunicación oficial de la cartera que conduce Luis Basterra sostuvo que hubo "intensas negociaciones" con representantes del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) para asegurar la disponibilidad de la materia prima para la producción animal. "Se alcanzaron acuerdos entre los distintos actores de la cadena agroindustrial de esta materia prima y se verifica el compromiso de los oferentes al abastecimiento del mercado con fluidez hasta el empalme con la campaña 20/21", se lee. Sin embargo, Agricultura remarcó la preocupación del Estado por "el impacto de los precios de esta materia prima sobre las distintas cadenas de transformación en alimentos de la mesa de los argentinos y argentinas".
Esa tensión (disponibilidad de producto y precios internos descalzados de los internacionales) se lee al interior de la coalición gobernante. Como la cadena del maíz se comprometió a abastecer el producto a criadores y criadoras de animales -un abastecimiento que nunca estuvo en duda-, pero no se resolvió a qué precio, el Ministerio estableció el cupo de 30.000 toneladas diarias. Para Carlos Achetoni, presidente de Federación Agraria, esa cantidad representa "un buque chico" de exportación por día, algo insignificante.
Las conversaciones en toda la agroindustria continuaron, febriles, en la mañana de este lunes, mientras la Mesa de Enlace ratificaba el paro (dictaminado en un comunicado que Coninagro firmó en disidencia) y los sectores autoconvocados hacían cumplir la medida de fuerza y escrachaban a las cooperativas que no se plegaron. Las cámaras involucradas en la negociación -Maizar, las exportadoras de Ciara-CEC- parecían confundidas y buscaban más precisiones dentro del oficialismo "No tengo claro aun lo del Ministerio", decía, con algo de desazón, uno de los interlocutores del sector privado. "No cambió nada", agregaba otra fuente del sector agroexportador, que esperaba una nueva reunión con Basterra, este martes. Allí, según se informó, comenzarían a definirse mecanismos para disociar los precios internos de los internacionales -valores ya disímiles, por la retención del 12% que paga la exportación del cultivo.
La ecuación de la cadena del maíz es la siguiente. De los diez millones de toneladas maíz que quedan, el mercado interno necesita un millón y medio. Las 30.000 toneladas diarias habilitarán la exportación de otro millón y medio. Quedan siete millones en un limbo, en momentos en que el Gobierno necesita divisas y busca incentivar exportaciones. Por eso, nadie termina de entender la escalada del conflicto. "Siempre se habla de que la situación más grave es la de los polleros, pero necesitan 500.000 toneladas en dos meses", se quejó una fuente sectorial.
En Maizar y en las entidades de la mesa de enlace repiten que el cierre de exportaciones no va a bajar precios, sino que hará que quienes puedan aguantar se sienten sobre el maíz hasta que, en marzo, vuelva a levantarse la barrera. El cupo diario, agregan, remite a los ROE de Guillermo Moreno y compañía, un mecanismo para cuotear exportaciones que, en los hechos, terminó digitando quién podía vender al exterior y quién no. "Las intervenciones han llevado a un sistema de corrupción", se quejó el presidente de Confederaciones Rurales, Jorge Chemes.
El Gobierno decidió privilegiar al Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) como interlocutor por sobre la Mesa de Enlace, a la que considera un actor de la oposición política. Basterra aceleró conversaciones con la agroindustria, pero sin una definición concreta. El ministro es visto de reojo por sus pares: Gabriel Katopodis, el titular de Obras Públicas, fue el primero en marcarle la cancha política y Matías Kulfas, de Desarrollo Productivo, le reclama más celeridad para contener los precios de los insumos. No son, precisamente, exponentes de la pata cristinista de la alianza gobernante.
La Mesa de Enlace se recuesta sobre la presión de sus bases, que desconfían de todo lo que tenga olor a kirchnerismo, pero hacia adentro también se manifestaron diferencias, como la negativa de Coninagro de plegarse al paro.
En ese caldo, se cocina un conflicto en el que cada protagonista parece descolocado mientras la soja sube y pasa los 500 dólares.