Hugo Moyano, el principal referente opositor a la CGT, transita los días de aislamiento social recluido en su casa del barrio de Barracas, un poco por cuidado personal -con 76 años, es grupo de riesgo- y otro poco porque no le hace falta mostrarse mucho para seguir siendo un factor desequilibrante en el tablero de ajedrez del sindical argentino, que comienza a reordenarse de cara a la postergada renovación de la cúpula cegeteista.
Eso volvió a quedar en evidencia en la última semana de agosto, cuando fue recibido por el presidente Alberto Fernández en la Quinta de Olivos para un almuerzo que se extendió en una larga sobremesa y contó con la presencia de varios ministros, una deferencia que el Ejecutivo no tuvo con otros sindicalistas, al menos, públicamente. Algo similar había pasado a principios de abril, cuando un acuerdo con el gobernador bonaerense, Axel Kiccilof, le permitió destrabar años de cajoneo macrista y habilitar el Sanatorio Antártida, otra vez, acompañado por el jefe de Estado, que lo elevó a la categoría de dirigente modelo.
Grupo de riesgo. Fernández, Moyano y familias, en Olivos.
Esa predisposición, sin embargo, no impide que el jefe camionero mantenga viva la disputa de sentido con la conducción de la CGT desplegando batallas y disputas silenciosas en múltiples frentes, movimientos que toman relevancia en momentos en los que se vuelve a hablar de un nuevo Consejo Directivo. Todas esas iniciativas tienen como poleas de transmisión a dos de sus hijos: Hugo y Pablo.
La predisposición a no agitar internas innecesarias no impide que el jefe camionero mantenga viva la disputa de sentido con la conducción de la CGT desplegando batallas y disputas silenciosas en múltiples frentes,
El primero es el cerebro jurídico del clan y sonó como posible funcionario de los ministerios nacional y bonaerense, aunque opta por mantener un perfil bajo. Pablo, por el contrario, es el heredero gremial que se moldea en el arte de conducir el sindicato transportista y tensionar o distender, según la etapa, la relación con el Gobierno. Además, asumió el rol de bastonero en el armado de reagrupamientos políticos sindicales periféricos a la central obrera, una marca registrada del moyanismo desde los '90.
El círculo de dirigentes de mayor cercanía se completa con el docente Miguel Ángel Díaz y el canillita Omar Plaini, hoy senador bonaerense por el Frente de Todos.
LOS FRENTES DE BATALLA. Pese a la pérdida de volumen de su armado sindical, comparado con el que tenía hace una década, los Moyano mantienen intacto un diferencial indiscutible: Camioneros se mantiene en el reducido podio de organizaciones que ostenta mejoras en las condiciones de trabajo y salarios por encima de la inflación. Incluso en medio de una pandemia que promete transformarse en la peor crisis económica de la historia del país y donde apenas un 20% del universo de asalariados argentinos logró mejorar sus haberes, los Moyano consiguieron un aumento salarial del 30%.
Montado sobre ese capital simbólico, que se suma al haber sido una de las caras visibles del enfrentamiento al gobierno de Cambiemos a través, primero, del #21F, el conglomerado multisectorial que ganó la calle en febrero de 2018, y, después, con el Frente Sindical por un Modelo Nacional, donde reunió al conjunto de gremios opositores a la conducción de CGT, ahora Moyano mantiene latente la disputa por el control de espacios de poder de la central obrera.
Entre los planes iniciales, postergados por la pandemia, los Moyano apostaban un pleno a hacerse con la conducción en la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), una herramienta clave de poder sindical hoy en manos de Juan Carlos Schmid, que tenía agendada su renovación para mayo de este año.
Pese a haber abandonado en bloque la conducción de la central obrera en 2019, el moyanismo mantiene en la CATT a Omar "Manguera" Pérez, por Camioneros, y a Juan Pablo Brey, por el sindicato de Aeronavegantes. Cualquiera de esos dos dirigentes podría ser el próximo secretario general de los transportistas, aunque no se descarta una reaparición de Facundo Moyano, que prepara su regreso al mundo sindical.
La constelación Moyano se permite diferenciarse públicamente de mediados oficiales respaldadas o impulsadas por la cúpula de la CGT y, al mismo tiempo, sostener iniciativas que le caminan la cancha a la cúpula cegeteista.
Sin embargo, el movimiento que más preocupa a sus adversarios es el que ocurre en la Unión Tranviaria Automotor, que permanece en manos del colectivero Roberto Fernández pero bajo una crisis de representatividad. Tras el copamiento de la sede de la UTA en diciembre pasado y el avance de la crisis, la oposición interna nucleada en la agrupación Juan Manuel Palacios se fue robusteciendo y tiene chances de hacerse con el gremio.
Al frente de la ofensiva está Miguel Bustinduy, exintegrante de la conducción de ese sindicato que rompió con Fernández y tejió una relación con Moyano que quedó expuesta durante el paro general de gremios opositores de 2019, cuando garantizó la paralización de buena parte de los colectivos del área metropolitana. La vinculación entre ellos no es un secreto: como imagen de perfil de WhattsApp, el propio Bustinduy ostenta un foto con Pablo Moyano.
Mientras protagoniza conflictos de alto impacto político, como el bloqueo de centros de distribución de Mercado Libre, la constelación Moyano se permite diferenciarse públicamente de mediados oficiales respaldadas o impulsadas por la cúpula de la CGT y, al mismo tiempo, sostener iniciativas que le caminan la cancha a la cúpula cegeteista.
No es una casualidad que durante la movilización de trabajadores del Sindicato de Comercio enfrentados a la conducción de Armando Cavalieri estuviera presente la Juventud Sindical Nacional, el núcleo de dirigentes jóvenes que retuvieron el sello tras la fractura con los gremios alineados con la actual conducción de CGT.
Bajo la conducción del titular del gremio del Vidrio, Cristian Jerónimo, la agrupación moyanista cuenta con el plus fundamental de tener entre sus integrantes a varios secretarios generales de gremios confederados, en contraste con la Juventud Sindical reconocida por el Consejo Directivo cegeteista. Brey, Pablo Ganduglia, del Sindicato de Trabajadores Bursátiles; Sergio Toro, del Sindicato de Jaboneros; Ignacio Lonzieme, de la Unión Informática; Cristián López, del sindicato de Custodios, Sergio Sánchez, de Peajes, y Marcelo Pereita, de Mensajeros en Moto, le dan volumen institucional.
Desde ese sector apuntan a instalar una agenda dual que interpele a los trabajadores jóvenes formales e informales. Para estos últimos, preparan una campaña contra la tercerización laboral y el trabajo informal, como forma de contrarrestar los efectos de la crisis sanitaria. Según la lectura de esos dirigentes, producto de la emergencia, muchos sectores aplicaron reformas de hecho, cambios que representan una amenaza a los convenios y derechos adquiridos.
Cerca de Jerónimo anticipan que planean reflotar un viejo anhelo del sindicalismo que hace una década intentó convertir en ley el kirchnerismo a través de Héctor Recalde: una norma que incluya a los trabajadores en la distribución de las ganancias empresarias. La ecuación que levantan sostiene que, si se homologó un pacto para reducir salarios en sectores parados por la cuarentena, cuando la economía se ponga en marcha, los trabajadores tienen entonces derecho a reclamar que se compartan dividendos; un planteo que, por sencillo, no deja de ser rupturista.