En apenas 12 horas, los principales dirigentes de la CGT pasaron de la satisfacción al estupor. Ese fue el lapso que separó la publicación del decreto presidencial que prohibió despidos y suspensiones, un reclamo hecho por la central obrera, del acto de inauguración del Sanatario Antártida del Sindicato de Camioneros, en el que Alberto Fernández elevó a la categoría de "dirigente modelo" a Hugo Moyano, archirrival de "gordos" e "independientes", los sectores que hoy conducen la central obrera.
En la cúpula de la CGT consideraron las declaraciones de Fernández como "una decisión errada y un gesto desproporcionado", pero, sobre todo, "inentendible". El desconcierto radica en que, pese a la resistencia oficial para sumar al sindicalismo al Comité de Crisis, la totalidad de los gremios confederados puso a disposición del Gobierno toda su infraestructura sanitaria y hotelera para incorporarla al dispositivo de salud que armó Ginés González García para atender la crisis del coronavirus.
"Aportamos cinco mil camas en sanatorios y hoteles de todos el país, pero lo que celebra el Presidente es la apertura de una clínica de 300 camas que no cuenta con insumos médicos", criticó un sindicalista que asegura que ese fue el tono del cuestionamiento que desde lo más alto de la cúpula cegeteista se le hizo al jefe de Estado durante las últimas horas. Apurado por ese enojo, se agendó para este viernes un almuerzo con la mesa chica de la CGT.
¿Cómo fue entonces que el Presidente pasó de atender, casi al pie de la letra, los reclamos de la CGT que se volcaron en el decreto antidespidos a levantar a Moyano al estatus de héroe sindical?
La respuesta hay que buscarla no sólo en la interna gremial, sino en los múltiples mensajes que significó el movimiento de Fernández en pleno enfrentamiento con el empresariado y que también estuvo dirigido hacia el interior de su propio armado político.
Como punto de partida, es una realidad que, en época de campaña, Fernandez ya había mostrado su capacidad de juego e injerencia dentro del mundo sindical cuando priorizó mostrarse con los gremios moyanistas y de la Corriente Federal, todos ellos, opositores a la actual conducción.
Más acá en el tiempo, mientras consolidaba la relación institucional con la CGT, resolvió en relaciones bilaterales los desafíos que se fueron planteando en estos meses. Los gremios del transporte, los aeronáuticos y los bancarios son un testimonio de la relación radial con la que complementa la centralidad institucional de la CGT.
En la Casa Rosada, leen el gesto hacia Moyano como un reconocimiento al compromiso en una situación límite, en referencia a la crisis desatada por la pandemia de coronavirus. Al comando del sector estratégico para garantizar el abastecimiento de alimentos y combustibles y dotar de cierta normalidad a la cuarentena, el jefe camionero podría haber tensionado para conseguir aquello que no consiguió durante la definición de los integrantes del Ministerio de Transporte y Trabajo.
Sin embargo, nada de eso ocurrió y, con mano de hierro, garantizó el funcionamiento del transporte de carga. Sólo salió a exigir condiciones mínimas de seguridad para sus afiliados.
Al mismo tiempo y en un contexto en el que se recalienta la relación con el establishment empresario, Moyano tiene una cualidad diferencial: el ejercicio de la confrontación. Lejos de la tradición negociadora propia de "gordos" e "independientes", el camionera supo cultivar un perfil confrontativo que ejerció, incluso, contra un gobierno peronista, el de Cristina Fernández de Kirchner.
Tras la exaltación pública de sus cualidades sindicales, Fernández sabe que cuenta con esa fuerza organizada para desplegarla en la batalla contra "los pícaros" y "los miserables", en caso de ser necesario.
De paso, también le envía una señal al mundo sindical: ahí también es con todos. Una buena noticias para la CTA, que conduce Hugo Yasky, que apronta un documento para reclamar un default claro y abierto, y que se avance con nuevas medidas sobre el mundo patronal.
La inauguración de la clínica sindical también fortaleció a Fernandez en su rol de conductor de la crisis sanitaria. Por un lado, la gestión ante Horacio Rodríguez Larreta para que habilite la clínica consolidó la interlocución con la Ciudad y le arrebató, casi sin costo, la habilitación del centro sanitario que durante la última década le negaron a Moyano.
Al mismo tiempo, el movimiento de correr al Gobierno nacional del convenio y entregarle su manejo al gobierno de Axel Kicillof fue un mensaje hacia la interna del albertismo y, en especial, hacia los intendentes que mantienen una relación tirante con el gobernador bonaerense.