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Abusos en la Iglesia: una mujer para intentar correr el velo de la impunidad

María Inés Franck conduce un consejo del Episcopado creado para la prevención de la pedofilia. Asegura que la institución tiene voluntad de atacar el flagelo.

 

Es secretaria ejecutiva e integrante del Consejo Pastoral para la Protección de Menores y Adultos Vulnerables, de la Conferencia Episcopal Argentina, creado en mayo de 2017 ante el escándalo de los abusos sexuales perpetrados por clérigos y la orden del papa Francisco de “tolerancia cero” con curas pederastas.

 

Casos como los padecidos por niñas y niños hipoacúsicos del Próvolo pusieron en evidencia, además, que el "sistema de protección", denunciado por abogados de las víctimas, sigue vigente en algunas jurisdicciones eclesiásticas y en el interior de las congregaciones religiosas.

Las condenas contra el sacerdote Julio Grassi y los religiosos del Instituto Antonio Próvolo de Mendoza, entre otra veintena de condenados con sentencia firme y más de 50 denuncias consistentes de abuso sexual perpetrados por clérigos, demuestra que algo está cambiando, aunque la reacción tardía de las autoridades eclesiásticas no alcance a mitigar el dolor de las víctimas de este delito que clama al cielo, muchas veces sin respuestas terrenales.

 

Casos como los padecidos por niñas y niños hipoacúsicos del Próvolo pusieron en evidencia, además, que el "sistema de protección", denunciado por abogados de las víctimas, sigue vigente en algunas jurisdicciones eclesiásticas y en el interior de las congregaciones religiosas. También, que el programa de tutela de la infancia, que ideó el pontífice argentino, permitió un mejor acompañamiento psicológico y espiritual de menores de edad víctimas de abuso, pero no logró desactivar la red de complicidades eclesiásticas que, advierten las personas denunciantes, silencia estos delitos.

 

En los últimos tres o cuatro años, Franck se fue involucrando más en este delito, que continúa sacudiendo las entrañas de la institución, por lo que obispos le confiaron el diseño de procedimientos para que estos ataques sexuales y su encubrimiento finalmente sean desterrados.

 

“Claramente, siempre se puede hacer más. Lo que puedo decir es que se está haciendo todo lo que se puede y hay disposición a hacer todo lo que haga falta, pero uno de nuestros objetivos es ayudar para que nunca más ocurran abusos en ámbitos eclesiales”, aseveró en diálogo con Letra P.

 

BIO. Porteña, abogada y licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. También, en Derecho Canónico. Ha redactado protocolos para prevenir abusos en ambientes eclesiásticos y coordina la oficina de recepción de denuncias sobre posibles casos de clérigos pederastas en la arquidiócesis de Paraná.

Zoom. Frank, reunida en modo pandemia con el Consejo Pastoral para la Protección de Menores y Adultos Vulnerables.

 

 

-¿Por qué los obispos confiaron en una mujer para el cargo?

 

-No sé si estoy en ese cargo por ser mujer. Creo que se debió a que desde hace varios años estaba trabajando en la problemática de la prevención de abuso y ya era coordinadora de la Comisión para la Protección de los Menores de la arquidiócesis de Paraná, que había impulsado varias iniciativas. Entonces, a la hora de prestar un servicio ejecutivo y práctico desde el consejo episcopal, fue algo muy natural, simplemente debido a que ya manejaba el tema. De todas maneras, en este tema las mujeres tenemos mucho que aportar desde la mirada femenina y desde una forma de empatía particular. Además, creo que somos trabajadoras y, cuando algo nos parece importante, nos empeñamos a fondo para que salga lo mejor posible.

 

"En este tema las mujeres tenemos mucho que aportar desde la mirada femenina y desde una forma de empatía particular. Además, creo que somos trabajadoras y, cuando algo nos parece importante, nos empeñamos a fondo para que salga lo mejor posible."

-¿Los abusos perpetrados por clérigos deben ser investigados por mujeres, dado que no parecería conveniente que fueran resueltos entre varones?

 

-Es indiferente que los investiguen varones o mujeres. A lo mejor a algunas víctimas y denunciantes les cueste menos hablarlo con una mujer, pero eso no indica que deban ser investigados sólo por mujeres. Un trabajo en conjunto, mujeres y varones, es lo mejor en temas como éste.

 

-¿Estima que se han dado muchos casos en la Iglesia por tratarse de una institución dominada por hombres?

 

-Siempre se afirma que en general hay más abusos perpetrados por varones que por mujeres. En ese sentido, la respuesta es sólo estadística.

 

-¿Cuántas denuncias de abusos perpetrados por clérigos hay en Argentina? ¿Cuántas condenas canónicas y cuántas seculares? ¿Cuál es la máxima sanción eclesiástica?

 

-Es difícil establecer una cifra concreta de denuncias, ya que estamos hablando de la instancia estatal, pero también de la canónica. De todas maneras, estamos trabajando para tener una idea lo más acabada posible. Lo mismo, con las condenas. La máxima sanción canónica para un clérigo es la expulsión del estado clerical. Para obtener otro tipo de penas, es necesario acudir al ámbito estatal.

 

 

 

-¿Cómo y en qué ámbitos deben comenzar a prevenirse estos delitos aberrantes?

 

-Es una tarea que debe encararse en muchos ámbitos. Se habla de una prevención inespecífica, que tiende a fortalecer en los niños la autoestima, la capacidad de comunicación asertiva, la autonomía y otras habilidades positivas para la vida. Es decir, no se trata de una prevención que apunte específicamente a los abusos; pero, al fortalecer determinadas características de la personalidad, constituye una herramienta que, con el tiempo, ayuda a enfrentar todas las circunstancias adversas que puedan ocurrirles a los niños, niñas, adolescentes y adultos.

 

"En la Iglesia, la prevención puede comenzar en la selección y la formación de candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada."

-¿Y específicamente en la Iglesia?

 

-La prevención puede comenzar en la selección y formación de candidatos al sacerdocio y a la vida consagrada, agentes pastorales, dirigentes de grupos, etcétera. Y, posteriormente, en el acompañamiento específico a las personas que se dedican al servicio de la Iglesia. En el medio, hay toda una gama de posibles acciones preventivas que pueden llevarse a cabo: protocolos, manuales de buenas prácticas, evaluaciones periódicas, realización de psicodiagnósticos e instancias de capacitación, entre otras muchas.

 

-¿Por qué se requieren protocolos? ¿Cuáles utiliza la Iglesia?

 

-Los protocolos son documentos que establecen buenas prácticas para cualquier adulto que conozca o sospeche fundadamente sobre la ocurrencia de algún abuso. En lenguaje sencillo y entendible, deberían indicar cómo detectar y actuar en estas situaciones. Son muy útiles para espacios como la docencia, la catequesis, las actividades parroquiales, etcétera, donde interactúan adultos con niños, niñas y adolescentes. Hay protocolos de varios tipos, por otro lado: de detección, de actuación, de acompañamiento... La conferencia episcopal tiene unas líneas guía que, en algún sentido, constituyen un protocolo, pero también las diócesis están empezando a hacer los propios, en un camino que lleva a tomar cada vez mayor conciencia de la gravedad de este tipo de hechos y a impulsar un mayor compromiso colectivo para hacer de la Iglesia un ambiente cada vez más seguro.

 

 

 

-¿Cómo es ese acompañamiento a las víctimas?

 

-Es un camino artesanal, en el que deben respetarse tiempos y preferencias, pero también hay que estar cerca y disponible en todo momento. Vamos haciendo camino también en esto.

 

-¿Se está haciendo todo lo que debería hacerse para que esto no vuelva a suceder?

 

-Claramente, siempre se puede hacer más. Lo que puedo decir es que se está haciendo todo lo que se puede y hay disposición para hacer todo lo que haga falta, pero uno de nuestros objetivos es ayudar para que nunca ocurran abusos en ámbitos eclesiales.

 

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