Tras el #17A, internas recargadas y avenida del medio por la reforma judicial
El oficialismo busca tratar la ley antes de fin de mes, mientras las diferencias en la oposición se diluyen ante la tentación de generarle un revés a Fernández.
Uno de los puntos de acuerdo del expresidente Mauricio Macri y la titular del PRO, Patricia Bullrich, con el ala dialoguista del partido amarillo pasa por mantener una cerrada oposición al proyecto. Desde este lunes, la exministra de Seguridad podrá arrogarse una representación más estrecha del núcleo duro de sus votantes y proyectar esa acumulación simbólica hacia el interior de la alianza opositora. Será con pocas sombras, porque cada vez que una movilización pone a prueba la fortaleza del gobierno de Alberto Fernández, las diferencias internas entre duros y blandos se diluyen detrás de la oportunidad, con el objetivo de capitalizar las debilidades del adversario.
El rechazo a la reforma judicial no es unánime en la sociedad que comparten macristas, radicales y lilitos, pero el fruto de las movilizaciones organizadas contra el Gobierno los obliga a cerrar filas y, al menos, postergar la discusión lejos de la cuarentena y de la etapa de sesiones remotas en el Congreso. En esa contraofensiva también acuerda la fundadora de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. que apoyó la movilización siempre y cuando fuera "en defensa de la Constitución".
Dentro del Frente de Todos (FdT) insisten: las puertas para negociar están abiertas. El mensaje también está dirigido al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que no forma parte del grupo de detractores cerriles de la reforma. El texto promueve la transferencia a la Ciudad de una serie de competencias penales que quedaron truncas hace un lustro, además de la fusión de fueros, y sostiene que debe ser acompañado por los recursos correspondientes. Es un guiño que fue bien visto en Parque Patricios y también dentro del bloque de diputados del PRO que conduce Cristian Ritondo, aunque su par, el jefe de la bancada radical, Mario Negri, es uno de los principales impulsores de una rotunda negativa al texto.
En la medida que el debate se encapsule dentro del Congreso, los márgenes de presión del sector más duro de la oposición quedarán ajustados a la capacidad de volver a sacar a la calle a sus adherentes más antiperonistas. El poder de fuego de esa acumulación es variable y, por ahora, tiene una llegada acotada a los dos recintos, salvo por la certeza de los senadores macristas y radicales de transformar el debate en un combate definitivo, donde pondrán a prueba el vínculo con su sector más ortodoxo.