Será empate, en el mejor de los casos, o derrota digna: lo que sigue no es un comentario sobre un test match de Los Pumas sino los polos entre los que se dirimirá en lo sucesivo la suerte de los salarios. Después de la paliza que sufrieron en la segunda mitad de la gestión de Mauricio Macri, han quedado relegados en el tiempo reciente, pandemia mediante, en pos de un objetivo superior: la mayor preservación posible de fuentes de trabajo. Sin embargo, sin consumo no hay paraíso pospandemia y el Gobierno estudia alternativas para darles un empujón –modesto, viable– en la segunda mitad del año.
Si de salario real se habla, el futuro dependerá de lo que ocurra con la inflación, que, según supo Letra P, el Gobierno proyecta entre un 27% y un 30% en el año. El dato es sensiblemente menor que el promedio que surge del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) recogido en mayo y divulgado en junio por el Banco Central, que apunta a un índice de precios al consumidor del 40,7% interanual, dato que disminuye a 37,2% en los cálculos de los diez mejores pronosticadores de corto plazo de esa variable.
“Sabemos que esa es la expectativa privada y que esta viene a la baja, pero, si se miran los índices de los primeros meses del año, no vemos forma de que la inflación llegue al 40%”, le dijo a este medio una fuente del Gobierno. “Igual nadie se engaña: que la inflación baje no es un mérito, sino efecto de un consumo que está muy mal”, agregó.
Dado el hecho de que el consumo representa más de dos tercios de producto bruto interno (PBI) argentino, en el Ministerio de Economía saben que, sin una cierta recuperación de los salarios, no hay rebote pospandemia posible. Por eso, se buscan mecanismos para mejorar los salarios. “Mecanismos”, no “un mecanismo”: la respuesta será heterogénea, con incrementos salariales –vía negociaciones paritarias u otorgamiento de sumas fijas– para los sectores que hayan capeado mejor el temporal sanitario o a través de ATP (Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción) para los más golpeados.
“Eso se va a discutir dentro del pacto social, que se va a reflotar”, aseguró la fuente, en lo que representa un guiño a los jefes cegetistas Héctor Daer y Carlos Acuña. “Algunos sectores lograrán empatarle a la inflación, pero no todos”, advirtió, sin embargo.
Provocó alarma en el Gobierno el dato oficial de que, en abril –el peor mes de la cuarentena– los ingresos de los trabajadores en blanco del sector privado hayan registrado por primera vez desde que hay registros una caída nominal del 0,2%. Si se consideran, adicionalmente, los avances del 0,6% de los salarios de los empleados estatales y del 0,7% de los trabajadores no registrados, se mantiene el cuadro negativo, toda vez que la inflación de ese mes fue del 1,5%, lo que impuso un retroceso en términos reales.
Pese a la dureza del momento, se han registrado algunas presiones salariales de sindicatos vinculados a actividades que han sufrido menos por la emergencia sanitaria.
Uno es el de los aceiteros, que lograron un incremento del 25% con revisión en agosto. El otro es el de la salud, que apenas logró un reacomodamiento en abril, que expira en junio. Por ahora, nada más.
La moderación inflacionaria y de la puja distributiva llegó de la peor manera, con la economía cayendo como un piano por el balcón y con perspectivas de un desempleo que al final del túnel podría orillar el 15%.
Hubo, asimismo, espacio para un par de conflictos. Uno de ellos es que se planteó en el sector de la alimentación, que cedió por la declaración de la conciliación obligatoria y que sigue en etapa de negociaciones. Hasta ahora, se otorgó una suma fija de $1.000 retroactiva a los últimos tres meses, lo que da la pauta de lo estrecho de los márgenes que se manejan.
Los sindicalistas argumentan que el sector alimentario no estuvo afectado a la cuarentena y que, de hecho, el consumo de ese renglón tuvo un pico de demanda durante la misma. Por esa razón, no hubo allí ATP que valiera. En el Gobierno, sin embargo, señalan que, como todo sector, es demasiado heterogéneo y que no todos los renglones del mismo zafaron del desastre.
Otro sector que vela armas es el bancario, involucrado en el confinamiento de marzo y abril, pero liberado después.
La realidad, al menos, les ahorró a Alberto Fernández y a los ministros de Trabajo, Claudio Moroni, y Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, el costo de aplicar la idea inicial de buscar moderación en los aumentos salariales para reducir la nominalidad de la economía y ponerle un techo a la inflación heredada de la gestión macrista. La pandemia del nuevo coronavirus alteró todo el escenario económico y desvió la atención al objetivo de evitar la pérdida de puestos de trabajo, trocando las aspiraciones salariales en numerosas suspensiones negociadas bajo el amparo del artículo 223 bis de la Ley de Contrato de Trabajo. La moderación inflacionaria y de la puja distributiva llegó así de la peor manera, con la economía cayendo como un piano por el balcón y con perspectivas de un desempleo que, según proyecciones privadas, al final del túnel podría orillar el 15%.
Para lo que viene, cualquier forma de recuperación dependerá –otra vez– de la acción del Estado. Las empresas saldrán de la pandemia sin aire, los pobres, llevados al filo de la indigencia y la clase media trabajadora, al umbral de la pobreza. Además, la mayoría de las familias quedará con un elevado nivel de endeudamiento. La puesta en marcha de la rueda de la economía, tal la promesa de campaña de Fernández, comenzará desde mucho más atrás que lo esperado.
Un informe del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX) elaborado en base a datos del INDEC, señaló que “los ingresos de los ocupados cayeron 6,2% anual en el primer trimestre de 2020 y acumulan una retracción de 20% desde 2018. No incluye el efecto cuarentena, que se conocerá recién a fines de septiembre”.
“La economía necesita para crecer de ingresos fuertes. Pero recuperarlos dependerá de cuán rápido se pueda reactivar el sector productivo, mejorando al mismo tiempo su rentabilidad, lo que demandará en estas condiciones, bajar costos y mejorar la productividad”, añadió.