Medida en dólares constantes, la economía argentina debería aspirar el año próximo, si la pandemia se retirase y diese lugar a una reactivación, a recuperar con suerte su nivel de 2008, situación que da la pauta del nivel de retroceso que el país experimentó en los últimos años.
En efecto, entre 2011 y 2015 se sucedieron años de crecimiento y retracción que, en el saldo final del segundo mandato de Cristina Kirchner, arrojaron, punta a punta, un estancamiento. Ya con Mauricio Macri, la golondrina de crecimiento de 2017 no compensó ni por lejos las recesiones de 2016, 2018 y 2019, las que se transforman en una depresión en este 2020 de pandemia. Para peor, el peso sufrió megadevaluaciones a repetición en 2014, fines 2015, 2018 y 2019, reduciendo de manera adicional el producto bruto interno (PBI) medido en dólares.
Downsizing o reducción. Así se llama el estudio elaborado por la consultora Analytica, al que tuvo acceso Letra P. De acuerdo con el mismo, la sociedad argentina deberá acostumbrarse en lo sucesivo a vivir en el marco de una economía más pequeña en dólares, lo que supondrá una adecuación de expectativas en materia de salarios, consumo e inversión.
¿Por qué el trabajo usa como medida el producto en dólares, cuando se sabe que esa no es la mejor medida de la riqueza social dado que no involucra en poder de compra de los ingresos en pesos? Ricardo Delgado, socio y director de Analytica, le dio la explicación a este medio.
Según la consultora Analytica, la pospandemia no va a encontrar motores para una retomada veloz del crecimiento en el corto plazo, ni por el consumo ni por la inversión.
“El PBI en dólares es una medida usada usualmente en todo el mundo para comparar el tamaño de las economías de los diferentes países, ya sea en su totalidad o en términos per capita. En este caso, lo utilizamos para mirar hacia atrás, aunque corregido por la inflación de Estados Unidos para poder hablar de dólares constantes y realizar la comparación con años anteriores”.
“Además, medir el PBI en dólares en una economía endeudada y que tiene que reestructurarse permite utilizar ratios de deuda, ya sea en relación con el PBI o intereses contra reservas”, añadió.
La idea que subyace al trabajo de Analytica es que la pospandemia no va a encontrar motores para una retomada veloz del crecimiento en el corto plazo. No los habría, según el informe, ni por el lado del consumo ni de la inversión. El escenario no es alentador.
En lo que hace al consumo, el saldo de esas palizas sucesivas deja en la actualidad una masa salarial en dólares que es menos de la mitad que la de 2015.
“Una alternativa sería que los salarios crecieran en términos de dólares, pero tampoco se ven condiciones para una apreciación del peso. El Gobierno no quiere atrasar el tipo de cambio y, de hecho, el mes pasado vimos que el dólar oficial corrigió casi 3%, algo por encima de la inflación”, explicó Delgado.
El economista también señaló que “tampoco se ve un shock de financiamiento, ni a través de inversiones extranjeras directas ni de deuda”. Con todo, aclaró que “un buen arreglo con los acreedores es una condición necesaria para que el derrumbe no sea mayor”.
Un problema asociado al downsizing, de acuerdo con Delgado, es que “van a quedar empresas con una estructura pensada para 2020 pero frente a un PBI de 2008, lo que las va a llevar a aplicar una reducción de costos propia de ese año. Las empresas que sobrevivan (a la pandemia) van a achicar costos sobredimensionados, ya sea en capital, trabajo, oficinas o servicios conexos”.
El problema según Analytica es tan claro que hasta surge de las proyecciones presentadas por el ministro de Economía, Martín Guzmán, a los acreedores externos, según las cuales el país recién recuperaría en diez años el PBI per capita de 2018.
¿Alternativas? Las hay, aunque haya que buscarlas con lupa. De acuerdo con Delgado, una sería la aplicación de políticas activas del Estado para la atracción de la gran cantidad de dólares que permanecen fuera del sistema formal, no solo en el exterior sino, también, en cajas de seguridad en el país o, directamente, “en el colchón”. Ese dinero podría volcarse, entiende, a la promoción de inversiones en construcción, un sector con elevada capacidad dinamizadora y que saldrá de la crisis con costos en dólares muy favorables. La forma de hacerlo pasaría por el otorgamiento de estímulos fiscales para quienes están en blanco o por un blanqueo con ese fin determinado para quienes no lo estén, completó.