La tensión política creciente entre oficialismo y oposición en un contexto social cada vez más efervescente por el impacto de la crisis del coronavirus, encendió señales de alarma en la Iglesia y urgió a los obispos a proponer, una vez más, la constitución de una mesa de diálogo nacional.
La Iglesia desafía a la clase dirigente a sentarse a dialogar, discutir, consensuar y alcanzar “un gran acuerdo” político para poder afrontar la “pandemia del hambre y de la desocupación” que, asegura, se avecina.
Tal la exhortación que formuló el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Oscar Ojea (San Isidro), al advertir recientemente sobre un escenario de pospandemia signado por “la lucha por el poder” y acechado por “tentaciones” que conspiran contra la anhelada unidad nacional.
Es una hoja de ruta hacia la unidad en la diversidad que la Iglesia viene promoviendo con resultados más bien erráticos desde la crisis de 2001, que precipitó la caída de Fernando de la Rúa, y que ahora pretende reeditar mediante “Nadie se salva solo”, una suerte de plan propuesta -inspirado en la prédica del papa Francisco- para favorecer el diálogo político en procura de acuerdos que permitan hacer frente a las necesidades y urgencias de la pospandemia.
La pretensión de la Iglesia se sostiene sobre la base de las siete claves para el diálogo político que Bergoglio concibe poliédrico, en facetas: “No es fácil”, “necesita una base fundamental que es la identidad”, “exige buscar la cultura del encuentro”, “es para el bien común”, “no es negociar para sacar la propia tajada”, “la unidad es superior al conflicto” y “la base es que todos somos hermanos”.
Un primer intento light hacia ese objetivo de máxima lo dio la Universidad Católica Argentina (UCA) al convocar este martes a referentes del mundo académico, parlamentario, sindical, empresario y eclesiástico a un panel virtual sobre “La cultura del diálogo en la Laudato si’”, la encíclica en la que el pontífice argentino exhorta a la protección del planeta desde un punto de vista ambiental pero, también, de inclusión social en un modelo de desarrollo sustentable.
Dieron sus puntos de vista en este primer espacio de confrontación de ideas los senadores Dalmacio Mera (Alianza Frente para la Victoria – Catamarca) y Mario Fiad (Frente Jujeño Cambiemos), la diputada Graciela Camaño (Consenso Federal), José Urtubey (Unión Industrial Argentina), el dirigente sindical Juan Carlos Schmid (exsecretario general de la CGT) y Emilio Inzaurraga (Comisión Nacional Justicia y Paz de la CEA), entre otros.
La iniciativa de conformar una mesa de diálogo nacional comenzó a tomar forma después de que los principales referentes eclesiásticos advirtieran, tanto pública como informalmente, sobre situaciones que profundizan la “grieta” ya existentes entre los argentinos y echan por tierra el clima de convivencia, aunque sea por conveniencia, que primó en los primeros tiempos de la emergencia sanitaria.
Los obispos católicos consultados por
Letra P refieren, con preocupación, a las "desprolijidades del gobierno de Alberto Fernández en su idea de expropiar Vicentin y también a los banderazos de los "rompecuarente" gogoneados por el macrismo
. Los obispos católicos consultados por Letra P refieren, en voz baja, a las “desprolijidades” del gobierno de Alberto Fernández en su idea de expropiar la empresa Vicentín y también a los banderazos de los “rompecuarentena” fogoneados por el macrismo que se oponen a la intervención del Estado ante la debacle del gigante alimenticio, sin disimular preocupación, tampoco, por una posible reedición de la “guerra del campo” que tuvo en vilo a la sociedad en 2008.
Asimismo, ponen el foco en los “muros” que, según se especula, evalúan levantar la Ciudad y la provincia de uenos Aires para limitar la circulación de personas a fin de frenar la expansión del virus en la interconectada Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), en el “escándalo” por el espionaje ilegal de la AFI macrista que golpea a propios y extraños, en la carta de intelectuales que aseguran que el país vive una “infectadura” producto de las políticas de la Casa Rosada ante la pandemia, en las chicanas entre funcionarios y exfuncionarios del área de Salud y en un largo etcétera.
A estos hechos de coyuntura política, los hombres de Iglesia suman la incertidumbre en los barrios populares por el aumento de los contagios de Covid-19, entre ellos, los curas villeros, y las certezas escasas de que no haya desbordes sociales si se prolongase in eternum el confinamiento preventivo, se vuelve a Fase 1 o se instrumenta una cuarentena hard o con medidas “drásticas”, como analizan el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y su equipo.
“Nadie puede asegurar que, si la cuarentena se estira mucho más, la paz social esté garantizada”, alertó el obispo Eduardo García, de San Justo, en declaraciones a una emisora matancera.
Hasta ahora, el “clima” en el conurbano bonaerense, una de las zonas con más casos y muertes por coronavirus, sigue contenido gracias a una red solidaria conformada por iglesias, movimientos sociales y vecinos que distribuyen alimentos y elementos de higiene en los asentamientos periféricos. Pero, avisan, esto “no puede ser eterno”.