Reforma tributaria. Nueva coparticipación. Cambios en el sistema judicial y en los servicios de inteligencia. Los grandes temas irresueltos de la historia democrática argentina figuran en la agenda que el gobierno de Alberto Fernández sueña con imponer en el debate nacional cuando la cuarentena haya quedado atrás. Aun con ruidos internos, errores no forzados y una economía deteriorada, el Presidente cuenta para impulsar cambios con un capital construido sobre la propia crisis del coronavirus: una imagen positiva que en la Casa Rosada afirman que llega al 72%.
El lema del "ahora o nunca" sobrevuela los despachos oficiales, un poco por la necesidad de aprovechar el viento a favor de la imagen presidencial y otro tanto por la urgencia de imponer una agenda propia una vez que haya transcurrido el primer año de gobierno, entre coronavirus y renegociación de la deuda.
Las mesas de la Casa Rosada concentran el debate y tratan de imaginar el futuro trazando un paralelismo con los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner, cuando, con Fernández como jefe de Gabinete, el expresidente consiguió acumular apoyo social después de llegar a la Casa Rosada con apenas un 22% de los votos. Cuatro años después, reestructuración de la deuda, crecimiento económico y fuerte construcción política mediante, Cristina Fernández de Kirchner ganaba las elecciones presidenciales en primera vuelta. ¿Cuál será la renovación de la Corte Suprema de Fernández? ¿Cuál será el hito de su gestión, el gol simbólico con el que plantará la bandera de su gobierno?
La omnipresencia de Fernández en los medios es un arma de doble filo que, por el momento, arrojó resultados positivos, pese a los errores. En la Casa Rosada ya se acostumbraron a convivir con el desorden que impone el Presidente.
Las respuestas aparecen en el discurso del Presidente, que empieza a adelantar los tópicos que quiere poner sobre la mesa después de la pandemia para discutir "el nuevo contrato social" de la Argentina. "Es casi una refundación de la Argentina", se entusiasman en la Casa Rosada. "Si no discutimos esto ahora, ¿entonces cuándo?", se pregunta un ministro de diálogo cotidiano con el Presidente.
En su amplio despacho, el mismo funcionario remarca "el vínculo que Alberto logró establecer con la sociedad", ya en la campaña presidencial, pero que se profundizó mucho durante la pandemia y está directamente relacionado con la decisión de Cristina de "correrse de la centralidad de la escena para dejarle el protagonismo" al Presidente. "La gente está esperando su palabra, su definición sobre distintos temas. Este eje es central para gobernar", apunta.
La omnipresencia de Fernández en los medios es un arma de doble filo que, por el momento, arrojó resultados positivos, pese a los errores. Los responsables de comunicación de la Casa Rosada ya se acostumbraron a convivir con el desorden que impone el Presidente, con una agenda en cambio permanente, salidas espontáneas en radio y televisión, el uso de su cuenta de Twitter y reuniones armadas de manera informal.
Esa "desproliidad" en el sistema de trabajo presidencial y los roces internos que, de tanto en tanto quedan expuestos en el Frente de Todos, sin embargo, no se refleja en las encuestas que llegan a Balcarce 50 y que aseguran que el Presidente tiene una imagen positiva que llegó a estar en el 80% y ahora bajó al 72%. El número está asociado directamente al manejo que Fernández tuvo y tiene sobre la pandemia y, desde luego, puede cambiar si el coronavirus empieza a golpear fuerte. Aún así, la idea que se formó la sociedad sobre la responsabilidad presidencial frente a la pandemia "es muy difícil de desarmar", entienden en el albertismo.
En ese contexto, el Presidente trabaja en la agenda del día después en un círculo reducido del que participan el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz; la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra; el titular del programa Argentina Futura, Alejandro Grimson, y el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, que coordina las propuestas de todos los ministros. El plan maestro, fundamentalmente en manos de Beliz, está guardado bajo siete llaves y, dicen, excede las pistas que ya dio el Presidente.
En el ala cristinista hay expectativas de que el Presidente aproveche el envión. "El momento de hacer reformas estructurales es ahora", dice una voz camporista que asegura que no tiene dudas sobre las coincidencias entre el país que piensa el Presidente y el que sueña Cristina. "Sabemos lo que piensa Alberto. Puede haber discusiones sobre las oportunidades y los modos, pero los objetivos son los mismos", afirma el mismo interlocutor. En el mientras tanto, se perciben las diferencias. En la Casa Rosada hay quienes especulan con que el apuro del Presidente por anunciar la intervención y el envío del proyecto de expropiación de la fábrica Vicentín, elaborado por la senadora Anabel Fernández Sagasti, se debió a una necesidad de "tirarle un centro" al ala más cristinista del Gobierno.
En el albertismo hubo sorpresas y ciertos cuestionamientos a la falta de preparación del anuncio. "Un desorden total. Hay que avanzar, pero no así", se lamentaron en un despacho de Balcarce 50. Sin embargo, en el albertismo no hay dudas de que, aun con errores, el camino a seguir está trazado. "Nosotros tenemos que tener claro a quién representamos. No podemos virar al centro. Miramos, por ejemplo, lo que le pasó a Dilma Rousseff en Brasil: viró al centro y se la llevaron puesta", advierten.