AFTER OFFICE | LA RESACA DE VICENTIN

El Gobierno junta los platos rotos de una fiesta mal organizada

El desembarco cinematográfico encendió la mecha del rechazo en Santa Fe. La oferta inicial, el factor Sigman y la exposición innecesaria del Presidente.

Más allá de la decisión de fondo, la rebelión contra la expropiación de Vicentin que opera en Santa Fe tiene que ver con política opositora y con una entrada curiosa del Gobierno nacional al territorio. Según supo Letra P, el interventor de la aceitera, Gabriel Delgado, y el subinterventor, Luciano Zarich, desembarcaron con un equipo de funcionarios en Reconquista, la ciudad aledaña a Avellaneda, donde se dieron las marchas y el lugar que albergara cacerolazos. Dos aviones privados aterrizaron allí y una caravana de policías de esa localidad custodiaron al convoy de funcionarios hasta el hotel en el que pararon. “Si llegaban en camello, era lo mismo”, explicaron en esa localidad para graficar la hostilidad. El soft landing que pensó el Presidente poniendo a Delgado, un hombre bancado y respetado por el campo, servía para la política y el Círculo Rojo, pero no para los grupos de enardecidos por lo afectivo más que por las explicaciones técnicas.

 

Referentes del sector cerealero que no están precisamente alineados con Vicentin creen que el Gobierno está leyendo mal el conflicto, que hasta mostró internismos en el gabinete del gobernador Omar Perotti. En la ciudad viven sus dueños y directores y la compañía ha puesto dinero en la sociedad hasta para levantar negocios de otros privados que iban a la quiebra. La identificación de la firma con el lugar ocurre no solo allí, sino en casi todos los pueblos con plantas emblema. Si bien es cierto que el macrismo pisa fuerte en la zona, es incompleto verlo como un tema netamente impulsado por la oposición.

 

 

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“¿POR QUÉ SE EXPUSO EL PRESIDENTE?” Casi que no tenían ganas de redactarlos, pero lo hicieron porque no podían no hacerlo. Los comunicados de algunas cámaras empresarias como la Asociación Empresaria Argentina (AEA), la Unión Industrial (UIA) y la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE) sobre la expropiación de Vicentin son gestos para salir del atolladero elegantemente y sin ensuciarse.

 

 

 

En realidad, la pregunta que se hicieron los ceos mientras consensuaban la letra de esas maifestaciones era cómo nadie se había enterado de nada y por qué Alberto Fernández se expuso en un anuncio de expropiación de una empresa fundida. En esas rondas, se preguntaron si “no era suficiente con el ministro”, en relación al jefe de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Para los privados, eso hubiese permitido que, ante la escalada lógica del conflicto, el Presidente no quedara en la línea de fuego.

 

 

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LA COMUNICACIÓN DE LA BANCARROTA. Defendida casi en exclusividad por algunos medios de comunicación, Vicentin, es para el resto del mundo corporativo, el modelo de empresa que no hay que hacer. “Cambiemos puede decir que no está quebrada, pero está re quebrada, tiene patrimonio neto negativo y le debe 350 millones de dólares a los productores”, explicó un hombre de la industria. Hay una frase que en el rubro se comenta sobre los manejos de la aceitera: “Eran unos irresponsables con el crédito en un país en el que al crédito hay que tenerle miedo”. El esquema de Vicentin, además del escándalo por los prestamos del Banco Nación de Mauricio Macri, consistía en ganarle al crédito haciendo más volumen.

 

 

Etchevehere, ministro de Macri, y Padoan, dueño de Vicentin.

 

 

En este contexto, sorprendió que el Gobierno no tuviera voceros para detallar y exponer el desbarajuste de los Nardelli. También, que funcionarios muy cercanos que trabajaron en la idea inicial se enteraran de la decisión por la tele.

 

Los maliciosos de siempre están circulando por WhatsApp una foto de Luis Miguel Etchevehere abrazado por Alberto Padoan, el dueño de Vicentin. El exministro de Agro de Macri tenía una relación estrecha, de apoyo y conocía al dedillo los manejos de la compañía, beneficiada por Cambiemos. Las líneas más duras del Gobierno creen que, también, fue floja la explicación pública de ese nexo entre compañía fundida y gobierno que, sabiendo el contexto, siguió financiando.

 

 

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SIGMAN, LAS OFERTAS Y EL CONCURSO. Tal como adelantó Letra P, Fernández tuvo hace varios meses una charla sobre Vicentin con uno de sus ceos predilectos, el líder de Grupo Insud, Hugo Sigman. Le sugirió que hiciera una oferta por los activos vía YPF, apoyándose en YPF Agro. Por apuros políticos, no salió esa vía, que era la que tenía aval hasta de la propia compañía en colapso. No son pocos los que en el gabinete de Fernández creen que es inoportuno saltearse el concurso de acreedores y que el plano legal será un problema. El temor es, además, la cantidad de acreedores que van a ser compensados cuando, por caso, ya habían dado por perdida su deuda. El ejemplo más emblemático son los 2.600 productores estafados.

 

 

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NADIE SE HACE CARGO DE “LA SOBERANÍA”. Cuentan que el Presidente busca al ideólogo de la muletilla “soberanía alimentaria”, esgrimida como justificación para la intervención de Vicentin. Por ese término, inexplicable en un país que si en el algo es soberano es en alimentos, quedó el mandatario criticado por Cambiemos.

 

 

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BASTERRA Y UN VACÍO INEXPLICABLE. Hasta diez minutos antes del anuncio de la expropiación, el ministro de Agricultura estuvo dando vueltas por la Casa de Gobierno. El titular del área no sabía de la movida. El interventor, en tanto, había sido para ser el ministro y muchos especulan con un malestar oficial con el funcionario del agro. En el lugar de Basterra, se sentó la legisladora Anabel Fernández Sagasti, solo una señal política para mostrar la injerencia de CFK en la medida. Los manejos gestuales y comunicacionales de la crisis tienen críticas internas y externas. La mayoría cree que la puesta en escena del tema, desordenada y sin contar la herencia, transformará en un problema político la expropiación más cantada y respalda de la historia.

 

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