Pocas veces en la relación entre el poder económico y sindical con el político se admiten coincidencias tan palmarias. Cuentan en la Quinta de Olivos que Alberto Fernández confía ciegamente en dos personas: el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Miguel Acevedo; y el jefe de la CGT, Héctor Daer. “Son hombres de Alberto”, aseguran en el entorno presidencial para mostrar el alineamiento, más que la obediencia. En el mismo sentido, cuando se les pregunta a esos dos dirigentes por la afirmación oficial, reconocen que es así, que hay una cercanía que hubiese sido imposible tener con los dos gobiernos que antecedieron al del Frente de Todos. Es decir, el de Mauricio Macri y el de Cristina Fernández de Kirchner.
La elección de dos para integrar una especie de mesa chica de la reactivación económica fue madurando y llegó a su cénit en plena crisis del COVID-19 y en momentos en los que sectores de la oposición y los medios de comunicación le exigen al Presidente el armado de un comité para tratar la recesión, que contenga ideas diversas sobre modelos económicos. Fernández, mientras tanto, parece haber elegido otro perfil.
En algún momento se pensó en el Gobierno en apoyarse en una entidad que agrupara empresarios, como el Grupo de los Seis, pero el pragmatismo y el corto pero intenso período de conocimiento con dos de sus fieles achicó la búsqueda.
El último fin de semana, antes de entrar a la fase cuatro de la cuarentena, Daer y Acevedo se pasaron horas al teléfono con Fernández y su equipo técnico, para coordinar los protocolos para poner en marcha más de 600 industrias en todo el país. Los protocolos que revisó el Ministerio de Salud fueron elaborados por la central fabril y revisados por la central obrera. Los jefes de esas dos entidades se pusieron a disposición para trabajar fuera de horario y facilitaron sus equipos de trabajo para coordinar con el Ejecutivo.
Tan estrecho es el contacto de la mesita que la reunión del G-6 con la CGT en Olivos, de hace quince días, iba a ser inicialmente de Acevedo y parte de la CGT con el Presidente pero, en una charla con el Fernández, el industrial le sugirió sumar nuevos actores. Así llegaron los bancos, el campo, la Bolsa y los constructores.
En términos políticos y económicos, Daer, Acevedo y Fernández parecen cortados con la misma tijera. “Al Presidente no hay que explicarle nada sobre industria, producción y trabajo. Anota todo, sabe todo, está en todo”, relató a Letra P una de las patas de la mesa. Además del perfil productivo, los une una manera de encarar las relaciones políticas. Acevedo, que gobernó la UIA en los años de Macri, arrancó con perfil bajo y desconfianza sobre algunos de sus pares y se consagró como uno de los dirigentes de mayor ascendencia en propios y extraños.
Acevedo fue históricamente reacio a ponerse en modo político. La relación con el Presidente y Daer maduró aceleradamente desde los tiempos de aquella escapada a Tucumán, donde Fernández -con los votos de las PASO en el bolsillo- le pidió que fuera como puntapié inicial del pacto social. Se bancó por eso críticas de algunos directivos fabriles y les explicó que “no era algo ideológico, sino sobre el futuro del país”. A la larga, y COVID mediante, ahora esos mismos le agradecen los meses de trabajo con el Gobierno.
Si bien no tienen un chat de los tres, se manejan a diario por teléfono. Daer es el más obsesionado en avanzar en un Consejo Económico y Social para encausar políticamente la crisis. Hoy lo llevan adelante más los directivos que el Gobierno, casi por delegación de tareas. Daer y Acevedo funcionan primero ellos como dupla y luego con mensaje al Presidente.
Un tercer punto que los conecta es la consideración respecto al mercado financiero y los bancos. Para los tres, es momento de priorizar una transformación de la banca hacia un rol menos especulativo y más centrado en financiar al capital productivo.
En los últimos días, el chat entre ambos está centrado en cómo salir de la crisis económica en forma segura. Daer trabaja en los esquemas para transportar trabajadores y Acevedo en la fase que viene: con las industrias empezando a producir, hicieron saber que el próximo inconveniente no será el pago de salarios ni la producción, sino las ventas. Llegará un momento de fábricas sobre-stockeadas que precisarán mercados, hoy corroídos por la falta de circulación de gente. También hay alternativas para un comercio seguro que se irán analizando.
Otra de las certezas en la articulación de la mesita es que las tres partes están convencidas que el pacto para suspensiones de trabajadores no debería ser extendido. La apuesta a la reactivación económica paulatina tiene, precisamente, ese objetivo, además del de fondo: que el Estado deje de ampliar el déficit y que la producción haga su trabajo.
Naturalmente, ante el triángulo de Fernández hay recelos, broncas y cuestionamientos. Los empresarios de la Cámara de Comercio creen que el acercamiento a los industriales es una mirada parcial, que además no hace pie en los mercantiles, los que más empleo generan.