DETRÁS DE ESCENA | ELISA CARRIÓ

Lilita en modo pandemia: guerra a los halcones

Tras una vida entre los ultras, se paró en la interna opositora al lado de Larreta y del dialoguismo. Se despegó de las denuncias al Gobierno y apunta contra los que tiran piedras en la pandemia.

Desde su casa en Capilla del Señor, donde cumple recluida el aislamiento social obligatorio, Elisa Carrió retomó las riendas del partido que fundó, aunque hace un mes y seis días dejó su banca como diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Empujada por la emergencia sanitaria y la crisis que provocó la pandemia, Lilita decidió abandonar el perfil bajo. En su entorno aseguran que se mantendrá en "estado latente" y que sólo romperá el silencio para limitar el poder corrosivo del ala más dura de Juntos por el Cambio, una zona gris y cambiante que reúne a macristas, como la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, y el diputado Fernando Iglesias o su par Waldo Wolff.

 

"La idea de preservar y respaldar a quienes están conduciendo esto no se altera. Hay cosas, como la modificación de la ley de defensa de la competencia, que se podrán objetar y cuestionar, pero no modifica lo anterior", aclaró a Letra P uno de los colaboradores más estrechos de la chaqueña para anticipar que los desacuerdos con el oficialismo continuarán.

 

Pero los dardos serán disparados por decisión de la jefatura política de la alianza opositora que, para ella, actualmente es detentada por personas de su confianza como el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el jefe del bloque de Diputados de la UCR y del Interbloque de Cambiemos, Mario Negri, un viejo amigo que le permite evitar largas interlocuciones con los demás caciques radicales que dice detestar. Pero es orgánica: el mayor destinatario de sus comunicaciones remotas es Maximiliano Ferraro, titular del bloque y del partido.

 

"Habla con todos, mucho más de lo que se dice, porque a ella le gusta así", confió un habitante del Congreso para reflejar a una Lilita que no sale de su casa, pero que no logró despegarse de la política ni del consumo de medios. Tampoco de las consultas urgentes y febriles de sus ex compañeros de bancada. No le dieron respiro: disfrutó de la tranquilidad hasta el 1 de marzo, cuando hizo efectiva su renuncia a la Cámara de Diputados.

 

Hasta entonces estaba concentrada en la preparación de su obra legislativa, una compilación digital de textos, proyectos y discursos que supera las 13.000 páginas. Pero dos días después la Argentina registró el primer contagio importado del nuevo coronavirus. Desde entonces, la política local comenzó a vivir los sobresaltos diarios de la pandemia y de la carrera contra el tiempo que comenzó a correr el Gobierno para aplanar la curva de contagios. Esa dinámica obligó a Carrió a cumplir el encierro a rajatabla, pero también la puso nuevamente al frente del partido que fundó, aunque en bambalinas, para no desempoderar a sus delegados en ejercicio del poder.

 

"Nuestra línea es dejar que el Ejecutivo actúe, que cada uno se haga cargo de su responsabilidad en la pandemia y que el Congreso esté en pleno funcionamiento ante una tentación autoritaria. Ese objetivo ha sido logrado", explicó un integrante del bloque de la CC. En su lectura, Carrió será consultada para "los temas estratégicos".

 

 

 

La compra de alimentos esenciales con sobreprecios que hizo el Ministerio de Desarrollo Social, también puso a prueba su silencio. Pocas horas después de la publicación de las adquisiciones en el Boletín Oficial, la abogada Silvina Martínez, histórica colaboradora de la jefa del GEN, Margarita Stolbizer, presentó un pedido ante la Procuraduría de Investaciones Administrativas (PIA) para que denunciara penalmente al ministro Daniel Arroyo y que allanara sus oficinas para recolectar pruebas del presunto cohecho. En su lugar, Ferraro presentó un proyecto para auditar todas las compras pero no impulsó ninguna acción penal.

 

Ante las consultas de Letra P, cerca de Carrió recordaron que "Martínez no forma parte de la Coalición Cívica" y que, "por ahora, no hay opinión" sobre la denuncia cuyo texto ya se viralizó dentro del único bloque de la alianza que no tiene senadores. La relación entre ambas no es la mejor: Martínez acusó a Lilita en 2016 de tener un pacto secreto con la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner para desestimar sus denuncias.

 

 

 

En el interior del bloque sostienen que Carrió moderará sus críticas sobre los errores del Gobierno hasta que se defina el derrotero de la crisis sanitaria. Mientras tanto, secundará a Ferraro en sus reclamos internos de convivencia dentro del Interbloque, cómo las críticas que le lanzó al jefe del bloque macrista, Cristian Ritondo, por intentar imponer posiciones de Bullrich sin consultar a sus pares. Esa fue la gota que rebasó el vaso: la exministra comunicó una presunta reducción en las dietas de los legisladores de la alianza opositora cuando todavía no lo había acordado los bloques. "Ya veníamos viendo que Patricia tenía una actitud muy distinta y, cuando apareció operando en algunos medios contando decisiones que no habían sido consensuadas, alzamos un poco más la voz y le contamos a Lilita. Ella decidió acompañarnos en el comunicado que mandamos la semana pasada y, obviamente, tuvo otro impacto", contó a Letra P un importante miembro de la bancada de la CC que mantiene diálogo cotidiano con Carrió.

 

Detrás de ese fuego graneado para mantener a raya a macristas y radicales, Lilita frenará las intervenciones de "Pato". Lo hará públicamente, porque sabe que es uno de los pocos recursos útiles para moderar a la actual titular del PRO, aunque en su entorno aseguran que "no hay animosidad contra Bullrich, son sólo diferencias políticas". Ya le aplicó su fuego corrosivo cuando era ministra y la acusó de creerse (el militar ultraderechista y presidente del Brasil, Jair) Bolsonaro, por mostrarse a favor de la utilización civil de armas de fuego.

 

 

 

El peso de las palabras de Lilita tienen un calibre casi letal dentro del PRO, porque, así como le sacudió a Bullrich, también le dedicó oportunamente su furia al entonces ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y a su actual socio, el ex presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, por acercarse al peronismo y "dejar sola a (la exgobernadora bonaerense María Eugenia) Vidal" en la carrera por su reelección. Su examigo, el entonces diputado Nicolás Massot, la desmintió y dijo que "en estos años vimos a la peor versión de Carrió".

 

La semana pasada, apenas le confirmaron que la exministra de Seguridad había decidido profundizar su enfrentamiento con el Gobierno, reunió a un puñado de sus diputados y utilizó su cuenta de Twitter para aplicar los castigos verbales. Dijo que "pretender sacar ventajas personales a costa de uno de los distritos que nos toca gobernar es inmoral y éticamente reprochable". Así respaldó a Larreta. El gesto podría repetirse si la flamante titular del PRO no cediera al creciente fuego amigo para limitarla. Comenzó con Carrió, pero fue continuado por intendentes bonaerenses del partido amarillo, como el jefe comunal de Vicente López, Jorge Macri.

 

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Emilio Pérsico

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