Coronavirus | medios

La transmisión del virus

Las coberturas en tiempos de COVID-19. Agenda única, medios digitales y el rol del periodismo.

El periodista y politólogo estadounidense Walter Lippmann sostenía, hace casi 100 años, que los medios podrían concebirse como una ventana que permite acceder al inmenso mundo que queda más allá de nuestra experiencia directa. En épocas de confinamientos globales, producto de una situación inédita para nuestra memoria reciente, la metáfora de Lippmann no podría tener más vigencia.

 

En el caso de nuestro país, la cobertura mediática sobre el Coronavirus fue ganando espacio en las agendas informativas hasta volverse un monotema que no encuentra acontecimientos que puedan competirle. Los resultados de un estudio sobre diez de los principales medios digitales del país llevado a cabo por el Observatorio de Medios de la Universidad Nacional de Cuyo evidencian que la curva informativa sobre la pandemia creció incluso más rápido que la propia enfermedad, al menos en los medios argentinos.

 

 

Mientras que en las primeras semanas del mes la cobertura resultaba acotada y la preocupación pasaba por temas como la reforma judicial o la renegociación de la deuda externa, la irrupción de un evento crítico resultó central para que se desatara la explosión logarítmica de la curva informativa del Coronavirus. El 3 de marzo, el Gobierno comunicó el diagnóstico del primer caso nacional.

 

Los eventos críticos, como la pandemia y las decisiones de los Estados Nacionales asociadas a ella, son definidos como discontinuidades radicales en el acontecer público que contribuyen con la definición social de los problemas. Este tipo de acontecimientos se les imponen a los medios más allá de sus procesos habituales de selección y omisión, sus líneas editoriales y sus contratos de lectura y generan una sobredosis de atención que se verifica en los contenidos.

 

Ese exceso de visibilidad mediática, comprobado en la penetración vertiginosa del tema en la agenda, tuvo otros tres hitos que lo potenciaron: la suspensión de las clases el 15 de marzo, el decreto de Aislamiento Social Preventivo Obligatorio anunciado el 19 de marzo y la extensión del confinamiento social definida por el Presidente el 29 de marzo. Mientras otras discusiones mediáticas quedaron en la (pre)historia, el COVID-19 representa un evento sin parangón para el análisis mediático reciente. Nunca en los últimos años la agenda estuvo tan concentrada temáticamente ni el Estado ejerció un monopolio similar sobre las voces que discurren en la superficie mediática.

 

 

 

El 73,6% de las fuentes presentes en las noticias es oficial, con una fuerte concentración en el Poder Ejecutivo Nacional con un 32,7%, seguido de los poderes ejecutivos provinciales con un 12%. El primer grupo puede desglosarse, a su vez, en diferentes identidades: está encabezado por el Ministerio de Salud con un 12,2%, que se constituye como la fuente más estable y confiable para los medios, seguido por el primer mandatario, Alberto Fernández, con un 9% de las menciones.

 

El segundo grupo condensa las identidades de los distintos gobernadores y de sus ministros y muestra, generalmente, un alineamiento con el discurso y accionar nacionales. Los datos dan cuenta de la efectividad de la estrategia comunicacional del Gobierno, que alterna conferencias y partes diarios con apariciones continuas de sus figuras más relevantes en medios masivos y redes sociales, lo que le resulta útil para instalar temas de discusión y líneas argumentales.

 

 

 

El gobierno del Frente de Todos, aún en el marco de la más difícil crisis sanitaria y social que le haya tocado sobrellevar a un gobierno argentino reciente, hace carne el apotegma que sostiene que “crisis es oportunidad”. Aunque sin ningún resultado prometedor a la vista, la administración nacional logró, a partir del COVID-19, algo que no había conseguido nunca. En seis de cada diez noticias en las que se valoran sus iniciativas, aún en los medios más opositores, se lo hace de manera positiva.

 

En seis de cada diez noticias en las que se valoran las iniciativas del Gobierno, aún en los medios más opositores, se lo hace de manera positiva.

A fuerza de mostrar consenso y centralidad en la toma de decisiones, acompañadas por comités de expertos y políticos opositores; severidad en la sanción y control a los ciudadanos que no cumplen la ley, adoptando un enfoque punitivista disonante con los discursos de los gobiernos progresistas, aunque con fuerte arraigo en los encuadres mediáticos predominantes, y sosteniendo un contacto fluidocon los comunicadores más sobresalientes del establishment periodístico, logró reducir al mínimo los cuestionamientos mediáticos. Cuando estos aparecen, apenas se dedican a señalar algunos errores no forzados del Gobierno, como cierta subestimación inicial de la pandemia, o declaraciones cruzadas y contradictorias de funcionarios.

 

Probablemente recién la oposición -y los medios- hayan logrado desmarcarse del alineamiento oficial al reclamarle a “la política” un gesto de austeridad y solicitarle la baja de salarios de funcionarios, justo luego de que Alberto Fernándezle reclamara a los empresarios que “ganen un poco menos”.

 

Ahora bien, ¿qué tipo de información ofreció el menú informativo de estos días? En la mayor parte de las noticias primaron las coberturas prescriptivas. Indicaciones sobre síntomas, formas de cuidado, gestión de trámites, ayudas sociales, fechas y lugares de cobro o recomendaciones para moverse por ciudades sitiadas fueron abundantes en las agendas y muy demandadas por los usuarios.

 

 

 

En segundo lugar, las historias de vida coparon las coberturas, apuntando a la fibra afectiva de los lectores. Las microhistorias narradas en primera persona que, lejos de aportar información útil, alimentan el sentimiento de riesgo ante un mal que amenaza a todos, está presente en cuatro de cada diez noticias. Y se combina con el recuento en tiempo real de contagiados, muertos y recuperados.

 

El tercer tipo más habitual de noticias son las que encuadran las consecuencias económicas de la pandemia, abonando, como bien lo describió Martín Becerra en Letra P, la falsa disyuntiva entre salud y economía. Si en un principio estas notas eran abstractas y se orientaban a reflejar las fluctuaciones impersonales de “los mercados”, hoy son bien concretas e indagan sobre el modo en que puede enfrentar esta pandemia un país con 40% de pobreza, un empresariado nacional endeble y un sistema sanitario desfinanciado.

 

En tiempos de confinamiento, los medios adquieren una centralidad que habían perdido. Vuelven a ser esas ventanas a ese mundo que queda más allá de nuestra experiencia directa, que, por razones de fuerza mayor, cada vez es más inmenso.

La paradoja omite que cierto redescubrimiento mediático de la pobreza y de las condiciones precarias del sistema sanitario se da luego de una temporada de fogoneados discursos anti Estado y celebradas políticas de reducción de la inversión pública en salud, cienciay producción, decisiones que pusieron en jaque a una economía que viene sobreviviendo con respirador artificial desde mucho antes del inicio de la pandemia.

 

Los más recientes estudios sobre medios de comunicación venían dando cuenta de, al menos, dos certezas. La primera de ellas era el fin de la existencia de una sola agenda, propia de la era de los medios masivos, que había sido reemplazada por agendas diversas y customizadas que conviven en entornos convergentes. La segunda, la constatación de una brecha entre la oferta de los medios y las expectativas de las audiencias.

 

Pero un día la pandemia lo cambió todo. Sería aventurado predecir qué depara el futuro, en casi todos los terrenos, incluido el mediático. Sin embargo, algunos datos se presentan novedosos. En tiempos de confinamiento, los medios adquieren una centralidad que habían perdido. Vuelven a ser esas ventanas a ese mundo que queda más allá de nuestra experiencia directa, que, por razones de fuerza mayor, cada vez es más inmenso.Y con ello recuperan una función central que no debieran olvidar cuando pase el temblor: aportar información útil y confiable que permita tomar decisiones. Eso es lo que hoy les están demandando sus usuarios, que en el caso de los medios digitales crecieron más del 50% durante marzo. El periodismo tiene la chance de volver a ser ese actor profesional que construya y distribuya noticias socialmente relevantes, ese filtro que separe la paja del trigo y garantice el derecho a la información de calidad. El tiempo dirá si estuvo a la altura de las circunstancias.

 

Las Más Leídas

También te puede interesar