Eugenesia 2.0

La instalación de la dicotomía entre la salud y la economía, cuyo vocero es Donald Trump, cuenta con un eco cada vez mayor en los medios argentinos.

En los últimos días la agenda de discusión pública sobre la pandemia mundial del Covid-19 registra una novedad. Al encuadre informativo y opinativo sobre los impactos sociales, productivos, sanitarios y hasta políticos de la emergencia, le asoma una competencia que va ganando espacio y que tiene al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, como su vocero más calificado a nivel mundial. El nuevo encuadre propone una dura dicotomía entre el cuidado de la salud y la economía.

 

Según el monitoreo del Observatorio de Medios de la Universidad Nacional de Cuyo coordinado por Esteban Zunino, el tópico económico va ganando espacio en los principales medios de la Argentina. Si bien es un tópico general, que incluye muchos encuadres posibles (presentes, por ejemplo, en la cobertura de la asignación del ingreso familiar de emergencia para los sectores más vulnerables), el presunto sacrificio de la economía para combatir el coronavirus tiene cada vez más voceros y notas en los medios más grandes del país.

 

 

 

La instalación de la dicotomía plantea que las medidas de prevención social adoptadas en todos los continentes (aislamiento, cuarentena) "cuestan mucho" y que para salvar la vida de unos, se pone en riesgo la vida de muchos más. La apuesta por la salud pública podría, se dice, destruir la economía.

 

Desde esta perspectiva, las medidas de prevención del coronavirus, en particular el confinamiento en hogares, al suspender o ralentizar el ciclo productivo de tantas actividades, resiente el ciclo económico y ello, a la larga, provocará más estragos que las muertes directas que causaría la circulación irrestricta y los consecuentes contagios masivos. Por ello, retoma la fallida estrategia inicial del primer ministro inglés, Boris Johnson, quien se resistió a declarar medidas de distanciamiento social en una apuesta que, para sus críticos, suponía sacrificar a los más viejos y los más débiles para salvar a la economía.

 

Johnson, como se sabe, debió recular por presión del potente sistema de salud británico y de la opinión pública, incluso de su propio Partido Conservador. Hoy Johnson observa cuarentena pues se convirtió en el primer mandatario de Europa en dar positivo como contagiado de Covid-19, al igual que el responsable de la cartera de Salud, Matt Hancock. Para quienes quisieron desempolvar el darwinismo social en pleno siglo XXI, el resultado es aleccionador.

 

 

 

El sustrato ideológico de la dicotomía entre la salud y la economía remite a las viejas teorías sobre la eugenesia, que incluso antes de que se convirtieran en emblema de la Alemania nazi, tenían ya una larga tradición (con presencia marginal en pensadores liberales, socialistas y conservadores): para mejorar la sociedad es preciso sacrificar a los más débiles.

 

Uno de los intérpretes más fieles del pensamiento eugenésico de Trump fue esta semana el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, quien, abogando por el sacrificio de los viejos para salvar a los jóvenes, respondió por la afirmativa cuando el conductor del canal amigo del gobierno, Fox News, le preguntó si él estaba dispuesto a jugarse su propia supervivencia, como apunta Marcelo Falak.

 

Las críticas al encuadre de Trump sobre el Covid-19 arrecian. El profesor Siva Vaidhyanathan, publicó en The Guardian una luminosa columna en la que disecciona el abordaje del gobierno estadounidense y la falsa dicotomía entre la economía y la vida: "Es peor que inmoral: es profundamente estúpido. Pero este modo de pensamiento es demasiado común entre aquellos que no pueden ver más allá de sus libros de texto económicos o sus carteras de acciones. Y tiene raíces intelectuales inquietantes", pues se inserta en el linaje de las teorías de Thomas Malthus y Jeremy Bentham.

 

Por un lado, como indica Vaidhyanathan, "establecer una falsa elección entre conducir la economía al suelo mientras se salvan millones de vidas o revivir la economía mientras se sacrifican millones de vidas ignora un hecho central: la depresión económica global desatada por la muerte de millones en los Estados Unidos, millones en Europa millones en Asia, millones en India, millones en México y millones en Brasil estarían más allá de nuestra experiencia o imaginación". La consecuencia sería que nadie comerciaría con nadie durante años, las fronteras quedarían clausuradas por miedo a la infección y el trauma y los conflictos sociales tendrían, también, efectos económicos letales.

 

Otra paradoja del abordaje economicista que desempolva en tiempos de digitalización la vieja escuela de la eugenesia es que no ofrece indicadores claros acerca del daño económico indirecto por las bajas en la producción, en el comercio y en los mercados de trabajo y de consumo que causaría la combinación del Covid-19, sin medidas de prevención, con otras enfermedades (por ejemplo, respiratorias) que resultan gravemente comprometidas por el coronavirus.

 

A ello se suma la falta de comprensión de los distintos contextos: no es lo mismo relajar el distanciamiento social en Manhattan que en una población rural. No es lo mismo hacerlo en Estados Unidos que en Perú. Varios trabajadores sociales, curas parroquiales, militantes políticos e investigadores científicos en la Argentina ya advirtieron que el aislamiento en barrios y villas de emergencia no puede hacerse sino grupal o comunitariamente, porque no hay condiciones reales de reclusión en el hogar.

 

En efecto, la importación de este pensamiento al contexto latinoamericano, cuyo vocero más desequilibrado y extremo es el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, omite el impacto que tendría (y que empieza a tener en Brasil) una política de prescindencia o abandono de la prevención por el coronavirus. En efecto, en América Latina la fractura socioeconómica es mucho más honda y estructural que en los países centrales y condiciona el acceso a tratamientos de salud de casi la mitad de la población. En América Latina la economía ya era expulsiva para buena parte de las personas incluso antes de la aparición del coronavirus.

 

 

 

El sacrificio de los más ancianos y de los más débiles, en América Latina, equivale a abandonar a la mayoría de la población. ¿Qué economía saludable emergería de un escenario pavoroso como el que se plantea con la eugenesia promovida por predicadores de soluciones finales alla Bolsonaro? Si el argumento es tramposo en países centrales con economías consolidadas, en el sur global se traduce en un reclamo de muertes a mansalva.

 

Esta es otra paradoja de la presencia que tiene el reciclaje de las teorías de la eugenesia difundida por algunos importantes columnistas y conductores en medios de comunicación argentinos en los últimos días: las condiciones de expulsión de vastos sectores sociales de la formalidad económica y del acceso a la salud fueron celebradas, durante años, por los mismos difusores de este argumento que intenta separar orgánicamente la economía de la salud pública, mientras que la evidencia histórica revela que sólo cuando hubo ampliación del derecho al acceso al sistema de salud se mejoró la inclusión económica y social.

 

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