Solo emergencias, dijo Cristina Fernández de Kirchner. Y, tal como lo había hecho durante el primer viaje de Alberto Fernández al exterior, procuró mantener un perfil tan bajo en sus ocho días a cargo del Poder Ejecutivo, que hasta evitó dar de alta la clave token, que se usa para firmar decretos, y tampoco pasó por su oficina del Senado antes de viajar a Cuba, donde el sábado presentará su libro, "Sinceramente".
Cristina quedó a cargo del Ejecutivo el miércoles 29 por la noche, cuando Fernández partió rumbo a Roma para comenzar la gira en la que se reunió con líderes mundiales para tratar el tema de la deuda externa. Un día antes, había hecho su última aparición pública, en una recorrida que encabezó junto a la gobernadora Alicia Kirchner por las obras de construcción de la represa hidroeléctrica Néstor Kirchner, ubicada a 130 kilómetros de El Calafate. De la recorrida también participaron el senador cordobés Carlos Caserio, Oscar Parrilli y el diputado Eduardo Valdés.
Desde la partida de la delegación oficial, Cristina y el Presidente se mantuvieron “en contacto permanente” vía telefónica y mensajes de Telegram. La vicepresidenta se puso a disposición de los ministros “para cualquier emergencia” y evitó hacer el mínimo gesto que pudiera ser interpretado como una socavación de la autoridad presidencial.
El celo con el que Cristina maneja sus movimientos es tal, que mantuvo su decisión de no pisar la Casa Rosada y ni siquiera activó la clave token, que utilizan los funcionarios para refrendar decretos y resoluciones de manera digital. En los ocho días que estuvo a cargo del Ejecutivo, no tomó ninguna decisión y su firma no apareció en el Boletín Oficial, algo que sí había sucedido ya en enero de 2016 con Gabriela Michetti, que rubricó varios decretos mientras Mauricio Macri estaba en Davos.
La vicepresidenta tampoco concurrió el miércoles al Senado, donde se aprobó la Ley de Sostenibilidad de la Deuda, que pidió el ministro de Economía, Martín Guzmán. Si bien estaba a cargo del Ejecutivo y, por ese motivo, estaba impedida de presidir el cuerpo, evitó también concurrir a su oficina en la Cámara alta para evitar la atención mediática. La sesión fue presidida por la santiagueña Claudia Ledesma Abdala de Zamora, presidenta provisional del Senado, que horas después también quedó a cargo del Ejecutivo nacional, cuando Cristina dejó el país rumbo a Cuba.
Ledesma Abdala firmó el miércoles el acta por la cual la vicepresidenta le transmitió el ejercicio del Ejecutivo.
La vicepresidenta partió a la 1:51 de este jueves en un vuelo de Copa Airlines desde Ezeiza con destino final a La Habana, previa escala en la ciudad de Panamá. En Cuba, Cristina verá nuevamente a su hija, Florencia, que se encuentra en la isla desde marzo de 2019 bajo tratamiento médico. La ex presidenta aprovechará también el viaje para presentar su libro "Sinceramente" en la 29ª Feria Internacional del Libro, que se celebra en la capital cubana entre el 6 y el 20 de febrero. La presentación de Cristina será el sábado a las 17.30 y, como siempre, contará con la participación del escritor Marcelo Figueras, que llegó a la isla este jueves al mediodía.
La situación de Florencia es, también, uno de los motivos del bajísimo perfil que cultiva Cristina, que en menos de un año viajó nueve veces a ver a su hija en La Habana y durante su estadía en Buenos Aires suele estar pendiente de los cuidados de su nieta, Helena.
Desde el 10 de diciembre, la vicepresidenta limitó al extremo sus apariciones, se abocó por completo al Senado y profundizó el perfil ultra bajo que había construido durante la campaña presidencial, que dejó en manos de Fernández desde que anunció su candidatura, el 18 de mayo.
Durante el viaje de Fernández a Israel, Cristina tampoco apareció: no tuvo agenda propia, no pisó Balcarce 50 y ni siquiera usó su cuenta de Twitter. En Cuba, hará las primeras declaraciones públicas en dos meses, ya cuando el Presidente esté de regreso a cargo del Ejecutivo nacional.