Surgida al calor de la unidad peronista, el canciller Felipe Solá y el embajador Daniel Scioli, dos exgobernadores bonaerenses que no fueron tan buenos vecinos en la continuidad de gestión, formaron una novedosa sociedad que trabaja en tándem para encauzar la relación entre Argentina y Brasil y para terminar de agendar para marzo el encuentro entre el presidente Alberto Fernández y su par brasileño, Jair Bolsonaro.
Fue Solá el promotor del desembarco de Scioli en la embajada argentina en Brasil, en plena tensión entre los dos presidentes de los socios más grandes del Mercosur. Dos veces gobernador de la provincia más grande del país, una vez vicepresidente y perdedor de las elecciones presidenciales de 2015 por una mínima diferencia, el envío de Scioli a Brasilia, pensó Solá, sería recibido por Bolsonaro como una señal de la importancia que Argentina pretendía darle a la relación.
Solá y Scioli en la entrega de mando bonaerense, en 2007. (NA)
El ex vicepresidente ostentaba, además, otras características que podían sumar puntos en una relación que se presentaba a priori por demás compleja. Flexible, pragmático y sin carga ideológica, capaz de reunirse con miembros del gobierno brasileño sin poner por delante el dogmatismo, Scioli se erigió en el candidato más adecuado para el puesto. El presidente Fernández no dudó y lo convocó personalmente. En la charla, Scioli escuchó el ejemplo de José Manuel de la Sota, que fue embajador de Carlos Menem en Brasil y luego tres veces gobernador de Córdoba.
El ex vicepresidente se puso rápidamente a tono con su destino y se sentó a perfeccionar los conocimientos básicos de portugués que tenía hasta entonces. Scioli se jacta de hablar a la perfección tres idiomas, además del español: inglés, italiano y francés. Con un curso acelerado, se propuso incorporar a la lista al portugués.
Dos días después de su desembarco en la Casa Rosada, Scioli le trajo un primer buen augurio en la relación con Brasil cuando logró reunirse con el vicepresidente, Hamilton Mourão. Las gestiones, explicaron en el sciolismo, fueron propias. Aún sin el plácet aprobado, el embajador había echado mano a contactos con empresarios y dirigentes brasileños con los que tenía relaciones previas.
El vínculo empezó a aflojarse y el gobierno brasileño le dio rápidamente la bienvenida. “¿Vas a ser embajador argentino en Brasil o al revés?”, le preguntó en broma Solá cuando vio que Scioli se sentía cómodo en su destino. Al embajador se le encargó, en particular, que aceite los vínculos comerciales con el país vecino.
Compañeros de décadas en el peronismo -en los noventa compartieron la simpatía de Carlos Menem, que llevó a Scioli del deporte y la farándula a la Cámara de Diputados y tuvo a Solá en su gabinete como secretario de Agricultura-, la relación entre los dos dirigentes tuvo sus vaivenes a lo largo del tiempo. Fue Scioli quien sucedió a Solá como gobernador de la provincia de Buenos Aires en 2007, cuando el actual canciller tuvo que bajarse de la pelea por la reelección por pedido de Néstor Kirchner, que impuso a su vicepresidente como candidato oficialista para el distrito más grande del país. La transición, pese a eso, fue “buena”, dicen en el sciolismo. Pero el devenir no lo fue tanto. Solá fue un gran crítico de la gestión de su sucesor en territorio bonaerense y se encargó de dejar claras sus diferencias en la elección de 2015, cuando fue candidato a gobernador del massismo. “Fue un mal gobernador”, sentenció el ahora canciller, que, sin embargo, se puso la camiseta peronista en el ballotage y apoyó a Scioli contra Mauricio Macri.
Los cuatro años siguientes distendieron el vínculo y los acercaron, como al resto del Frente de Todos. Entre 2017 y 2019, Scioli y Solá ocuparon despachos en el mismo edificio Anexo de Diputados, ubicado sobre la calle Riobamba. Separados por tres pisos de distancia, se visitaron varias veces en sus respectivas oficinas mientras se cocinaba la unidad peronista.
En febrero de este año, dos meses después de la reunión con Mouräo y una serie de charlas y negociaciones a través de la embajada en Brasilia y la Cancillería, Solá y Scioli se reunían en Brasilia con Bolsonaro, el socio más incómodo del Mercosur, que ya dio señales de que pretende encauzar la relación con Fernández, ruido ideológico aparte. “Misión cumplida, se viene la próxima”, escribía Scioli en su cuenta de Twitter. La tarea de reunir a los dos presidentes quedó, ahora, en manos de la Cancillería, que apunta a concretar el encuentro en marzo, en un destino todavía a definir.