Alberto Fernández se dispone a iniciar el segundo de los cuatro años de su mandato presidencial tras un comienzo adverso para las relaciones internacionales y el mundo. Fueron 12 meses impensados, marcados por el impacto negativo del covid-19, que entorpeció el desarrollo de la diplomacia, dificultó la realización de los primeros objetivos de gestión y obligó a trazar nuevas metas. A pocos días de su segundo enero, el Gobierno se balancea entre el equilibrio albertista y la búsqueda de una agenda propositiva en un escenario global que promete no dar respiro.
“Si la pandemia condicionó algo, fue la política exterior, pero el saldo del primer año es positivo”, le dijo a Letra P una fuente de la Cancillería.
Fernández cierra el año con cuatro viajes a cuestas: a Israel; la gira europea por Alemania, España, Francia e Italia; a Bolivia por la asunción de Luis Arce Catacora y a Uruguay para un almuerzo con su presidente, Luis Lacalle Pou. Además, en estos últimos meses habló telefónicamente con los principales líderes del mundo: el presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden; el presidente chino, Xi Jinping, y el presidente ruso, Vladímir Putin. No es poco para un año en el que los viajes y los contactos personales se redujeron considerablemente.
Como suele decirse, la política exterior de un país es la extensión de su política nacional. La promesa de “cerrar la grieta” argentina encontró su reflejo en la búsqueda de una diplomacia del equilibrio, basada en la tercera posición peronista, pero coaccionada por la deuda externa y desarrollada en dos frentes. Uno interno, hacia dentro del heterogéneo Frente de Todos, que encontró rispideces en torno a Venezuela, y otro externo, de cara a un mundo polarizado donde crece la rivalidad entre Estados Unidos y China.
Por su parte, la promesa de recuperar la economía nacional encontró su correlato en la Cancillería, que recuperó el área de comercio exterior con el objetivo de aumentar las exportaciones y la entrada de divisas, que Mauricio Macri había trasladado al Ministerio de Producción.
Durante estos meses, Fernández caminó con cuidado en la arena internacional entre la realización de políticas autónomas, el cuidado de la reestructuración de la deuda y las relaciones con países con los que hay muchas diferencias, como el Brasil de Jair Bolsonaro. Rechazó la injerencia externa en Venezuela, pero denunció la violación de los derechos humanos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Se opuso a la candidatura del estadounidense Mauricio Claver-Carone como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), pero desistió cuando reconoció que no tenía el apoyo suficiente para evitar su elección. Mantuvo encuentros con Luiz Inácio Lula da Silva y sectores de la oposición chilena y uruguaya, pero atendió las relaciones bilaterales con contactos presidenciales y en el Palacio San Martín se jactan de cerrar un año con buenas relaciones con todos los países de la región.
Uno de los grandes objetivos internacionales del Gobierno es profundizar el comercio y aumentar las exportaciones, pero la pandemia lo entorpeció hasta ahora. La meta propuesta por Felipe Solá de exportar 85 mil millones de dólares e igualar el pico de 2011 será difícil de lograr porque, según el INDEC, el acumulado hasta octubre llegó a 46.556 millones y se prevé que el total del año se asemeje más a los 65 mil millones de 2019 que a la meta anhelada. De todas maneras, fuentes consultadas por Letra P destacan la labor realizada en esta área ya que, a pesar de la pandemia, el país se encamina a cerrar el año con superávit comercial y con tres objetivos cumplidos. “Mantuvimos el comercio con socios estratégicos como Brasil, China y Estados Unidos, incentivamos la búsqueda de nuevos mercados en África y América Central e incorporamos al sector privado al trabajo en conjunto para elaborar estrategias comerciales”, aseguraron fuentes del Palacio San Martín a este medio.
Nueva etapa
El nuevo año no dará respiro, porque a las consecuencias de la pandemia se le sumará una agenda exigente. El próximo miércoles, Argentina asumirá la presidencia pro tempore del Mercosur e intentará sumar a Bolivia al bloque para contar con un aliado a la hora de enfrentar el liberalismo de Brasil, Uruguay y Paraguay. El 5 de enero asumirá la recientemente electa Asamblea Nacional de Venezuela, que tendrá una mayoría chavista tras haber ganado unas elecciones que gran parte de la región denuncia como fraudulentas y sobre las cuales Fernández, al cierre de este artículo, no se había manifestado. Tarde o temprano, deberá hacerlo ante un tema espinoso que le costó una de las crisis internas más graves del año tras la renuncia de Alicia Castro como embajadora designada en Rusia. Además, desde el 20 de enero deberá lidiar con Biden, hecho que genera expectativa ante la posibilidad de mejorar las relaciones tras la salida de Donald Trump.
Asimismo, según fuentes consultadas, existe la posibilidad de concretar el primer encuentro presencial con Bolsonaro el 26 de marzo, cuando se cumplan 30 años del Tratado de Asunción que fundó el Mercosur, y de realizar un viaje a China en mayo.
El Gobierno también se entusiasma con un posible cambio de la correlación de fuerzas en la región ante las elecciones en Ecuador, Perú y Chile. En la Casa Rosada, mirarán con atención a Quito el 7 de febrero, cuando el candidato del expresidente Rafael Correa, Andrés Arauz, con quien ya se reunió el tándem de los Fernandez, compita por la presidencia.
Termina un año atípico con algunas metas incumplidas, avances en algunas áreas y con límites marcados al equilibrio albertista. Pronto comenzará otro, que tendrá al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la salida de la pandemia como objetivos principales, pero que representará, además, la posibilidad de acoplar al equilibrio una agenda propositiva. Hay que salir a ganar partidos internacionales para conseguir puntos en la tabla nacional.