ELECCIONES 2021

En busca del liderazgo perdido y el desarrollo prometido

Tras el pico de popularidad de marzo, Fernández perdió el traje de jefe y quedó obturado por la presencia de CFK. Si hay reactivación, economía mata política.

El presidente Alberto Fernández tiene dos desafíos por delante para recuperar terreno perdido y llegar, como capitán del Frente de Todos (FdT), más holgado a las elecciones legislativas 2021. Uno es colectivo y es la urgencia de mostrar pericia para la conducción de la economía de pospandemia e impulsar una reactivación potente y acelerada; el otro es personal y es la necesidad de recuperar un perfil de liderazgo perdido hace ya varios meses, obturado bajo una sombra permanente llamada Cristina Fernández de Kirchner.

 

Siempre cuestionada, la artillería comunicacional del Gobierno fue efectiva en un punto: pese a que la Argentina escaló alto en los ránkings mundiales de afectados por el coronavirus, superando el millón y medio de contagios y las 42 mil muertes, la gestión sanitaria sigue teniendo más apoyos que rechazos. Al menos así lo evalúan las principales consultoras, que encuestan sobre la evaluación del Ejecutivo en el manejo de la crisis de salud. Es decir: la mayoría de las personas aprueba lo hecho hasta aquí, sobre todo por las tareas pada evitar el colapso del sistema de salud, y ahora tiene puesta la expectativa en el plan vacunatorio para ir avanzando hacia un cuadro de pospandemia.

 

Esta aprobación también trae consigo una enorme expectativa. Si el Gobierno logró instalar en un sector mayoritario de la sociedad la idea de que la catástrofe económica de 2020 tiene como única explicación la caída de la actividad por las restricciones sanitarias, algo que también se reveló en el resto del mundo, ahora Fernández debe enfrentar el desafío de cumplir con lo que viene prometiendo: un despegue extraordinario de la economía que traiga consigo un mejoramiento inmediato de las condiciones de vida, heredadas en muy malas condiciones y empeoradas por la crisis global.

 

Los analistas le llaman el “relato”. El Gobierno deberá demostrar el año que viene que su “relato” de la crisis económica tuvo sustento en la realidad y que el agravamiento de las ya graves condiciones económicas y sociales que le dejó el macrismo no se debieron a impericia sino que, por el contrario, la gestión del Ejecutivo logró evitar un desastre aún peor. Tratar de convencer a partir de lo evitado –más desempleo, más pobreza, más muertes y contagios- fue una tarea de enorme dificultad para una comunicación presidencial con más goles en contra que a favor hasta aquí. Desde ese punto de partido, el resultado no es malo.

 

Desde esta óptica, Fernández termina el año mejor de lo que hubiese previsto pocas semanas atrás. Esa tranquilidad viene aparejada a la tranquilidad del dólar blue. Un informe de una importante consultora que pasó de mano en mano en ese universo llamado Círculo Rojo muestra cómo la imagen presidencial está atada con un hilo invisible a la evolución del dólar paralelo: cuando el blue se tranquiliza, la confianza en la capacidad del Gobierno de controlar la inflación se incrementa y la mirada sobre el Presidente mejora; a la inversa, cuando el blue se escapó –rozó los 190 pesos a mediados de octubre- la imagen de Fernández se desplomó.

 

El Presidente pierde liderazgo y Cristina gana terreno.

Liderazgo en pugna

Si el primer año de gestión de Alberto Fernández pudiese dividirse en cuatro tramos, su pico de popularidad lo tuvo en el segundo, entre marzo y mayo, cuando se puso al frente de la gestión sanitaria y, desde todas las pantallas, explicaba hasta con gesto paternalista la necesidad de que todas las personas se quedaran en su casa. Varias encuestadoras miden ese pico cerca del 80%. De ahí en adelante todo fue caída y, hoy, hay números que preocupan: el Presidente perdió gran parte del apoyo de sectores de la población refractarios a la figura de Cristina y sus números empiezan a asemejarse a los de la vicepresidenta.

 

Si lo que ocurra con la economía será central para mejorar las posibilidades electorales del FdT en las elecciones del año próximo, recuperar esa porción de electorado que rompió el techo de Cristina para acompañar al Presidente también estará ligada a que la envestidura presidencial vuelva a rodearse de sensación de liderazgo, para que otra vez ese voto que rechaza a la expresidenta vuelva a apostar por la coalición peronista.

 

Para esta tarea, las cartas cuestionando a funcionarios y funcionarias que no funcionan o los discursos recomendando que se busquen otro laburo quienes no están dispuestos a firmar expedientes por miedo al lawfare no ayudan; que lo primero que dice el Presidente al tomar el micrófono de manos de su vicepresidenta sea “hice lo que me mandaste”, tampoco.

 

El liderazgo de Cristina es un territorio que Fernández parece resignado a no disputar, lo que implica también estar dispuesto a pagar el costo que ese renunciamiento implica. No importa cuánto se lo tensione para llevarlo a la confrontación con la expresidenta, el Presidente lo evita. Por algo, en sus discursos en La Plata, Cristina puso el foco en marcar los límites de la cancha, desde el punto de vista político, económico y de la gestión gubernamental, mientras que Fernández aprovechó su turno para machacar con la necesidad de que la coalición peronista se mantenga unida.

 

Estos dos desafíos podrían confluir en uno solo. “Cuando la economía está bien, la política no le importa a nadie”, reza un mantra que suelen repetir personas que cobran por dar consejos y recomendaciones. Por eso, aunque los resultados económicos son innegablemente malos, Fernández tendrá unos meses para demostrar si eso fue culpa de una mala gestión del Gobierno o si, como indica el relato oficial, los resultados son menos malos de lo que podrían haber sido si no se hubiese aplicado un plan de contingencia social y sanitario. Y si hay reactivación, tal vez, pueda disfrutar de algo de calma sin la necesidad de disputar el traje de líder, un terreno en el que, evidentemente, no se mueve con comodidad.

 

Javier Milei, Kristalina Georgieva y Toto Caputo.
Axel Kicillof

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