Lo que hace unos meses parecía una utopía se volvió posible. A principios de año y con la recesión instalada, el Gobierno les ordenó a todos sus ministros que evitaran hablar de temas económicos. Pero la madurez que alcanzó el vínculo personal y de intereses geopolíticos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) logró estabilizar el tipo de cambio con ventas de dólares libres y modificó el ánimo. Así, y si bien en el ministerio de Hacienda saben que los números de la actividad siguen siendo negativos, empezaron a trabajar en la idea de pelearle al peronismo y a la oposición en su terreno favorito: la crisis económica.
El jefe de Gabinete, Marcos Peña, dio el visto bueno para el nuevo perfil de campaña: plantear “el fin de la crisis” con eje en una inflación alta pero desacelerando, además de sostener el sinceramiento de los errores y los beneficios y el logro político del Acuerdo Mercosur - Unión Europea.
Córdoba fue el primer test del experimento. El senador y candidato a vice Miguel Ángel Pichetto elogió la intervención al dólar, la imagen de Mauricio Macri en los mercados y las medidas de estímulo al consumo. Con eso, sumado a las paritarias, el Gobierno asegura que “habrá una sensación de mejora” antes de las primarias. Es casi un espejismo si se miran los números serios, pero en la Casa Rosada entienden que es “suficiente” para disputarle a la fórmula de Alberto Fernández la única bandera que ese espacio viene sosteniendo con algo de confiabilidad en plena campaña.
También aclaran que se sostendrá la teoría del sacrificio más allá de las medidas filo populistas. Es un activo importante, según Cambiemos, no descuidar que “la población tiene que entender que esto es difícil” y que “para ganar hay que resignar cosas”. Argumento complejo que, por ahora, no le dio rédito electoral a la oposición.
“Después veremos”, confían los ministerios económicos, que esperan que el veranito del FMI dure al menos hasta después del 11 de agosto. La expectativa es que el segundo semestre ofrezca datos positivos en la comparación con lo peor de la crisis de 2018. De todas maneras, saben que la mejora será más “una sensación” que una realidad. Un ejemplo: si se miran los números del consumo masivo y más allá de un leve repunto que permitió el regreso del Ahora 12, las ventas en súper siguen cayendo más de 12% interanual, según el INDEC. Y el año terminará la materia en rojo. La construcción, que venía amagando con recuperar, volvió a disparar alertas: en junio, la venta de materiales para obra cayó casi 14%, según el Grupo Construya, y predice que no habrá buenas noticias.
En el Gobierno, hábil para las campañas anímicas, en redes y con artificios efectivos, miran también la gestualidad de la oposición. Creen que “les está quedando corto el discurso económico, porque la cosa está más calma”, y que eso se percibe en “la cara de los candidatos del peronismo, tienen malestar”. Cambiemos sabe, de todos modos, que la carrera, más allá de la encuestas, sigue cuesta arriba y que para que haya un empate virtual falta un tranco. “Pero veníamos del abismo –contaron a Letra P- y ahora no solo tenemos el eje de la corrupción sino que además podemos recuperar la iniciativa en lo económico”.